martes, 17 de febrero de 2015

San Eugenio de Mazenod

Nació el 1 de agosto de 1782 en Aix-en-Provence, en el sur de Francia. Eugenio de Mazenod pertenecía a la nobleza francesa. Durante su niñez estalló la revolución francesa y la familia de Mazenod se vio obligada a vivir exilada en Italia durante varios años.

En este tiempo de exilio, Eugenio no tuvo muchas oportunidades para educarse y conoció a muchas personas que dejaron en él huellas buenas y malas. En Venecia, el pequeño Eugenio se hizo amigo de don Bartolo Zinelli, un sacerdote que le brindó una oportunidad para educarse. Don Bartolo también tuvo su influencia en lo que se refiere asu llamada a la vida religios a la edad de 12 años. Siendo joven y viviendo en Palermo, Eugenio conoció una sociedad más mundana,caragada de fiestas y de una visión materialista de la vida.

Cuando la Revolución acabó, su madre y hermana regresaron a Francia. Sin embargo, Eugenio decidió quedarse en Italia con su padre, a quien se le obligó a vivir en el exilio por razones políticas.

Después de 11 años de exilio, a la edad de 20 años, Eugenio regresó a Aix a petición de su madre. Intentó reunir a su familia, especialmente a sus padres separados que finalmente se divorciaron en 1802. También trató de recuperar las posesiones que su familia había perdido en la revolución. Mientras tanto, experimentó una lucha interna, moviéndose entre el tipo de vida social que había disfrutado en Palermo y la vida sacerdotal con la que había soñado.


A la edad de 26 años, la lucha de Eugenio para “encontrarse consigo mismo” terminó cuando entró en el Seminario de San Sulpice en Paris. Después de su ordenación en 1811 a la edad de 29 años, el padre de Mazenod no aceptó el ser vicario general del obispo de Amiens, prebenda bien codiciada por muchos. En lugar de esto, pidió trabajar con los pobres, olvidados y abandonados de Aix.

El padre de Mazenod visitaba a los enfermo, a los que estaban en la cárcel y a los jóvenes perturbados de Aix. También predicaba misiones parroquiales a la clase obrera pobre de Aix. En vez de hablar el francés usado por los miembros de la clase alta, él les hablaba en su propio dialecto, el provenzal. Dándose cuenta de que él solo no podía hacer frente a todas las necesidades de los pobres de Aix, de Mazenod invitó a otros hombres a unirse a su tarea. Compró lo que era antes un convento carmelita y la iglesia adjunta para su futura comunidad. Pronto se formó un pequeño grupo de sacerdotes y comenzaron a predicar misiones parroquiales por el campo francés, llamándose los Misioneros de Provence.

Cuando el éxito de su trabajo les reclamaba servicios a escala mayor, de Mazenod empezó a dar pasos pasos para formar a sus colabopradores en una congregación religiosa. En 1826, de Mazenod recibio la aprobación del Papa León XII para su nueva congregación, y la puso bajo el patrocinio de Maria y se les conocieron como los Misioneros Oblatos de Maria Inmaculada.

En 1837, el padre de Mazenod fue nombrado obispo de Marseilles. El nuevo obispo tenia muchos planes para su diócesis, desde la reestructuración de las parroquias hasta la lucha contra el monopolio del gobierno en lo referente a la educación. Mientras servia como obispo, Eugenio de Mazenod continuaba supervisando su pequeña comunidad de sacerdotes en Aix para planificar su futuro.

En 1841, ante la petición del obispo Bourget de Montreal, cuatro sacerdotes Oblatos y dos hermanos fueron a Canadá y comenzaron el trabajo misionero de la congregación. Pronto, el obispo de Mazenod comenzó a recibir mas solicitudes de ayuda. Mientras buscaba sacerdotes para su Misión en Ceilán (ahora Sri Lanka), a un obispo se le dijo que visitara Marseilles y que allí encontraría un obispo con un corazón tan grande como el de san Pablo, tan grande como el mundo.

El obispo de Mazenod estaba dispuesto a dar solución a toda petición que le llegara. Antes de su muerte en 1861, su congregación de 416 hombres se había extendido a diez países, incluyendo Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda, Sri Lanka y Sudáfrica. Su mensaje de servicio a otros inspiró a muchos hombres a responder a la llamada de servir en las misiones Oblatas en cualquier parte del mundo..

Los primeros pasos para canonizar al obispo de Mazenod comenzaron en 1926 y fueron recompensados con su beatificación en 1975. El proceso continuó, y el 3 de diciembre de 1995, el Papa Juan Pablo II lo proclamó santo de la Iglesia.

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