sábado, 7 de febrero de 2015

San Gaspar de Búfalo

Gaspar nació el 6 de enero 1786, en Roma (Italia).  Su padre era capitán del ejército y siguiendo el llamado de Dios fue ordenado sacerdote en 1808. En los días en que Napoleón se hizo dueño de toda Europa y muy seguro de sí mismo, se atrevió a desterrar de Roma al Papa Pio VII. Gaspar, y muchos otros sacerdotes fieles al Sumo Pontífice, tuvieron que dejar sus parroquias y trabajos en esta ciudad y partir también al exilio.

En su vida sacerdotal había profundizado en el significado del sacrificio del Señor y había desarrollado la particular devoción a la preciosa sangre que había derramado nuestro Reconciliador por salvarnos del pecado.

En 1814, luego de la derrota de Napoleón, El Papa y los sacerdotes desterrados pudieron regresar a Roma. La situación religiosa era desoladora, la falta de pastores por varios años se notaba por todos lados. El P. Gaspar se dedicó entonces a desplegar todas sus fuerzas en las confesiones y en la catequesis de niños y jóvenes. Pero la labor parecía interminable, por todos lados se veía los estragos de la guerra y la pérdida de la fe. Tal panorama lo animó a fundar una nueva comunidad misionera: Los Misioneros de la Preciosa Sangre, hombres que se dedicarían a renovar la vida religiosa que se iba perdiendo en las ciudades.

El Santo Padre escuchó su proyecto y lo apoyó. Dios bendijo esta nueva comunidad con muchas vocaciones.

El testimonio de mortificación y de amor al Evangelio de estos misioneros, entusiasmaba a la gente y renovaba la vida cristiana en los lugares en donde ejercían su ministerio. Hubo una devoción que estos misioneros propagaron por todas partes: la Adoración Nocturna. Esta devoción consistía en que la gente dedicaba una noche al mes para pasar varias horas rezando ante el Santísimo Sacramento.

El P. Gaspar, al final de esas jornadas intensas de trabajos apostólicos, les decía a sus hermanos: ¿Si es tan bonito trabajar por Nuestro Señor aquí en medio de tantas fatigas, cuánto más será estar junto a El en el cielo donde no hay dolor ni cansancio?. Para él toda ocasión de mortificación significaba una oportunidad preciosa para ayudar a la conversión de los pecadores.

En Roma, el 28 de diciembre de  1836, el Señor lo llamó a su presencia y fueron tantos los milagros que se obtuvieron por su intercesión, que el Sumo Pontífice Pío XII lo declaró santo en 1954.

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