jueves, 5 de febrero de 2015

Santa Clara de Asís

Clara nació en Asís, Italia, en el año 1194. Su padre, Favarone Offeduccio, era un caballero rico y poderoso. Su madre, Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor. 
Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella.
Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos. Se sentía unida de corazón a ellos y a su visión.
El Domingo de Ramos de 1212 Clara, después de escuchar los fervorosos sermones de San Francisco, buscó refugio en el grupo de los Frailes Menores. Olvidó a su novio y abandonó la vida de riquezas, honores y comodidades. En el Cielo brillaban las estrellas cuando, de rodillas ante San Francisco de Asís, hizo  la promesa de renunciar a la riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. 
El Santo, como primer paso le cortó el cabello y la consagró como novia de Cristo y la acompañó al convento de monjas más cercano. Desde entonces cada noche el cielo le recordó sus votos hechos en la pequeña Porcincula, sin romper nunca su juramento. Clara se quedó más de 40 años, en el pequeño convento de San Damián por el mundo, primero sola luego como madre espiritual de muchas compañeras que no se amedrentaban por la extrema pobreza y mortificaciones. 
En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos.
Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damian, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita".

El 11 de agosto del año 1253, a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.


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