miércoles, 19 de julio de 2017

Sierva de Dios Madre Clara Ricci

Nació en Savona, Italia, el 8 de julio de 1834. A los 28 años vistió el hábito franciscano en el Convento de las Terciarias Franciscanas del Monte de Génova, que escogió por la sencillez y el espíritu franciscano que las caracterizaba, venciendo los obstáculos que le ponía su familia, entre las más nobles de Savona.

Se distinguió por sus dotes humanas y espirituales, por estos motivos fue destinada a la educación de las varias jóvenes que se acercaban a la Congregación.

Sucesivamente fue enviada como responsable de una fraternidad en Rivalta, una región del Piemonte, en Italia, donde trabajó como maestra de Kinder y después en el colegio y, sucesivamente, como responsable, educadora y animadora de un internado fundado por el Padre Innocencio Gamalero, un fraile menor, amigo de la Congregación.

Por varios motivos que surgieron dentro de la Congregación y, sobre todo, porque en la casa Madre de Génova se realizó una sustitución de la regla con una no franciscana (cambio que se realizó en la casa Madre sin consultar con las demás hermanas residentes en las otras comunidades), la madre se sintió movida a tener que dejar con mucho dolor esta Congregación. En realidad la Regla que la Madre había explícitamente elegido por ser franciscana, fue sustituida por el obispo de Génova con otra que separaba a las hermanas del espíritu franciscano y de la guía de los Hermanos Menores y las ponía bajo la dirección de un sacerdote diocesano.

La Madre, junto con algunas de sus compañeras, sintieron que al renunciar a aquella regla que habían amado tanto y conscientemente abrazado corrían el riesgo de perder la propia identidad franciscana; es así que, siguiendo el impulso del Espíritu Santo, dejaron el Instituto estableciéndose en Castelspina, un pueblito cercano a Rivalta, pueblo nativo del Padre Inocencio, cofundador de nuestra Congregación. Con su ayuda y apoyo, en el 1884 Madre Clara dio vida a nuestra Congregación de Hermanas Franciscanas Angelinas.

Las hermanas fueron acogidas con entusiasmo por el pueblo de Castelspina, en la región del Piemonte. En este lugar, con la ayuda del Padre Inocencio y el apoyo del pueblo, que vio en ellas un verdadero ejemplo de sencillez y dedicación a la población, Madre Clara guió la formación y la expansión de su Nueva Congregación.

Se abrieron varias casas donde las hermanas trabajaron acercándose a las familias, con su servicio en las parroquias, orfanatos, colegios y hospitales, comunicando un estilo de vida sencillo, fraterno y reconciliador, anunciando la paz y la reconciliación.

Nuestra fundadora fue para cada hermana como una verdadera Madre y Maestra, preocupada sobre todo de la formación religiosa de cada una de sus hijas y por crear entre todas un clima auténticamente familiar y fraterno. No quiso que la Congregación se dedicara a una obra específica, más bien buscó acrecentar en sus hijas la capacidad de apertura hacia cualquier necesidad y obra de misericordia, en el espíritu de humildad y obediencia, de paz y reconciliación.

Sus últimos años fueron acrisolados por intensos sufrimientos físicos y sobre todo espirituales que ella superó con una fuerte y decidida voluntad de reconciliación. Fueron los años en que nuestra fundadora vivió en plenitud su programa de vida: “Dios sabe lo que hace”, “En ti, Señor, he puesto mi esperanza”. Falleció el 1º de octubre de 1900. Actualmente está en curso su proceso de beatificación.

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