miércoles, 16 de enero de 2019

Beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz

Dolores Manuela Cirila Aguiar-Mella Díaz nació en Montevideo el 29 de marzo de 1897 en una casa de Camino Suárez (hoy Av. Suárez 3062). Un año más tarde, en la misma fecha, nació su hermana, Consuelo Trinidad. El padre, Santiago Aguiar Mella, era un abogado español, asesor y amigo del emprendedor Emilio Reus. Su madre, María Consolación, pertenecía a la acaudalada familia montevideana Díaz Zaballa.

Sin embargo, llegó la crisis económica de fines del siglo XIX, que en Uruguay se manifestó en penuria social, cierre de bancos, revoluciones en el interior del país y la decadencia del gobierno del dictador Máximo Santos. Así, la familia (padre, madre y seis hijos) marchó a España en 1899: Dolores tenía dos años y Consuelo, uno.

Se establecieron en Madrid, de donde era su padre y allí abrió su despacho de abogado. Cuando su madre murió de tuberculosis, en 1907, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella fueron internadas en el colegio de las escolapias de Carabanchel (Madrid), donde estudiaron Magisterio superior. 

Dolores quiso ser monja, pero una afección renal le impidió ingresar en el noviciado. Con todo, hizo voto de castidad y se fue a vivir con las escolapias luego de la muerte de su padre, en 1929. Ingresó como oficinista en el Ministerio de Hacienda en la sección Deudas.

Por su parte, Consuelo vivió una temporada en Toledo pues consiguió un puesto en las Oficinas del Catastro. Luego regresó a Madrid. Según podemos leer en su biografía, relatado por su hermana Trinidad, “a Consuelo le gustaba arreglarse, ir bien vestida y a la moda, llevar joyas, usar perfumes, asistir a cines, teatro, conciertos, pero observando siempre los preceptos cristianos”. Cuando estalla la guerra Consuelo tenía novio. El joven fue fusilado tres días antes que ella, sin que ésta lo supiera.


El 18 de julio de 1936 estalló en España la Guerra Civil, con la sublevación del Ejército contra el gobierno de la República. La guerra duró hasta 1939. Ambos bandos se enfrentaron con saña, cometiendo muchas atrocidades. En la zona republicana, hubo numerosos episodios de persecución a la Iglesia y a los católicos de parte de diferentes grupos extremistas de izquierda.

A raíz de estos sucesos, habiendo sufrido varias amenazas, ocho religiosas escolapias abandonaron el colegio de Carabanchel y se instalaron en un apartamento en Madrid, a una cuadra de la Puerta del Sol. Dolores Aguiar vivía con ellas. Consuelo, por su parte, vivió con las familias de dos hermanos casados, preocupada siempre por las amenazas que rodeaban a su hermana.

El 19 de septiembre de 1936 Dolores salió a llevar leche a otra comunidad de escolapias. Al regresar fue interceptada por cinco milicianos que la detuvieron, a pesar de que usaba brazalete diplomático. Su hermano, Teófilo Aguiar- Mella, era vicecónsul de Uruguay en Madrid. Las religiosas presenciaron lo ocurrida y avisaron a Teófilo y a Consuelo. El vicecónsul salió a hacer indagaciones y Consuelo se dirigió al apartamento con las religiosas. Al mediodía, se presentó un miliciano con un papel escrito por Dolores, en el que pedía que fuera María de la Yglesia, superiora de las Escolapias, acompañada de otra persona, para declarar. La religiosa aceptó y Consuelo la siguió, pensando que estaba protegida por el pasaporte uruguayo y el brazalete diplomático. Ambas desaparecieron. Al día siguiente los tres cuerpos, con el rostro desfigurado, fueron encontrados en la morgue del depósito municipal. Las hermanas Aguiar-Mella fueron reconocidas por los vestidos y el brazalete.

El gobierno uruguayo reaccionó de manera enérgica ante estos asesinatos y rompió relaciones diplomáticas con la República Española. El caso fue presentado ante la Liga de Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas. El gobierno español especuló con un error de prensa y anunció una urgente investigación policial. Ante nuevas amenazas a ciudadanos uruguayos, tanto desde filas republicanas como nacionalistas, el gobierno de Gabriel Terra financió el retorno de los uruguayos que desearan hacerlo. La familia Aguiar-Mella regresó a Uruguay, a excepción de Trinidad, la hermana menor de Dolores y Consuelo.

Las hermanas Dolores y Consuelo eran laicas cristianas piadosas y firmes en su fe. Su sobrina Consuelo Fernández recuerda a Dolores, que la preparó para la primera comunión. "Un día - cuenta - salimos con mi tía Dolores y los rojos nos escupieron e insultaron. Y ella les gritaba: “¡Viva Cristo Rey, viva Cristo Rey!”. Cuando volvimos, le conté a mi padre y él me prohibió andar con Dolores. A ella le dijo que se sacara el crucifijo, que era una provocación. Pero mi tía se negaba: “Yo nunca voy a renunciar a mi fe”, le contestó. Ella nunca cedió, se murió con la cruz en el pecho".

El domingo 11 de marzo de 2001, el Papa Juan Pablo II beatificó, en la plaza de San Pedro, al sacerdote José Aparicio Sanz y doscientos treinta y dos compañeros martirizados en España entre 1936 y 1939: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, laicos casados y solteros de todas las profesiones; miembros de la Acción Católica y de otros movimientos eclesiales. Entre estos primeros beatos del tercer milenio, se cuentan las Beatas mártires Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz.

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