El padre negro, un querido fraile colombiano, que es considerado como el apóstol de Atacama y es recordado hasta hoy por su gran apostolado en la región.
Juan de Dios Sierra y Velásquez nació en el pueblo de Robledo, Medellín, Colombia, el 1 de febrero de 1877. Fue el cuarto de ocho hermanos en una familia bien acomodada, aunque profundamente cristiana.
Desde muy pequeño su característica tez negruzca lo diferenció de sus hermanos, pues era el único con ese color de piel, el cual se remontaba hasta un tatarabuelo.
Sierra y Velásquez estudió medicina, ingeniería y leyes, pero su vocación religiosa y su perseverancia le permitieron ser aceptado como estudiante seminarista en Bélgica, a los 33 años de edad, siendo ordenado sacerdote el 20 de agosto de 1916, recibiendo entonces el nombre de Fray Crisógono.
Mucho antes fue rechazado en el seminario en Colombia por su edad, no obstante, gracias a su insistencia el padre Juan José de Cock, Comisario general de los Franciscanos Belgas en Chile, lo aceptó en circunstancias que visitaba este país. De allí, el Padre Negro fue enviado a Europa.
De acuerdo al biógrafo, una vez recibida su “obediencia”, todos pensaban que el fray Crisógono volvería a Colombia, sin embargo, expresó su deseo de ir a Chile, pues había recibido muchos comentarios que allí “se amaba mucho a la Santísima Virgen”.
Fray Crisógono llegó a Chile en 1920 y específicamente a Copiapó en 1921, formando parte de la comunidad franciscana en el Convento de San Francisco. Casi de inmediato alcanzó gran popularidad por su sentido del humor y por el color oscuro de su piel. Era común escuchar sus bromas por su tez negra, y fue justamente por ello que se ganó, cariñosamente, el apodo del “Padre Negro”.
Mientras estuvo de párroco en Punta Negra, la gente lo veía sacando piedras del campo, arando, sembrando y cosechando con el sudor de su frente. Para los sin casa, el Fray buscaba ramas, hacía barro y construía chozas. Era un cura amigo de los mineros, de los pescadores, de los inquilinos y de los pobres. Además, ofició misas en todas las capillas venideras desde Carrizal hasta Chañaral y en la zona minera, desde Cerro Blanco hasta Pueblo Hundido.
Incluso la falta de religiosidad de este último, lo motivó a construir la ahora tradicional cruz del Cerro Chanchoquín, que fue inaugurada por el Obispo de la Diócesis de La Serena, don José María Caro, en 1938. Desde lo alto bendijo a los copiapinos, y particularmente a quienes le ayudaron a levantar el símbolo que acompaña esta ciudad.
El Padre Negro fue trasladado como párroco de Caldera en 1925. Sin embargo, continuó su misión itinerante, recorriendo diariamente las caletas de pescadores o construyendo sus cruces y capillas. En este puerto, con ayuda y esfuerzo de varios vecinos, levantó un santuario que denominó Gruta de Lourdes, la misma que la voluntad popular terminó llamando la Gruta del Padre Negro, y que hoy es lugar de peregrinación y atracción turística.
Montado en su caballo blanco, a pie o en tren, el Padre Negro recorrió minas, caletas, haciendas, y todo lugar poblado existente en la antigua provincias de Atacama, impartiendo los sacramentos, en una misión evangelizadora, que muchas veces fue criticada hasta por la superioridad de la Iglesia.
Conocido fue también su talento para la guitarra y su increíble capacidad para sacar melodías del serrucho, con el cual entonaba canciones chilenas y cuecas. Esa misma cualidad artística, propició que el Padre Negro se convirtiera en casi un dirigente espiritual de los “Bailes Chinos”, apoyando su conformación en el Santuario de la Candelaria.
Episodios de bilocación y variadas predicciones se sumaron a su leyenda, como cuando una familia camino a Caldera lo encontró en su camino y le ofreció llevarlo, pero él se negó. Luego al llegar al puerto, el Padre ya había arribado hace bastante tiempo, pero ni un vehículo los había repasado; También se anticipó a muertes, lutos o enfermedades, y tuvo sueños premonitorios, como cuando vislumbró encontrar rieles enterrados en el patio de la parroquia en Caldera, y posteriormente los encontró. No obstante sus asombrosas capacidades, la predicción más famosa fue la relativa al terremoto del 10 de diciembre de 1922.
El padre Negro instaló cruces en muchos cerros de la región así como también construyó, amplió o readecuó innumerables capillas como la Candelaria de Copiapó, la de Pueblo Hundido y el actual Santuario de la Candelaria, levantado tras el terremoto de 1922.
Tanto era el amor y apego que despertaba este sacerdote, que inclusive tras su deceso ocurrido un 3 de julio de 1945 debido a un infarto cardiaco, se generaron duras y extendidas disputas entre los copiapinos y los porteños para que sus restos fueran sepultados en el territorio que les correspondía a cada sector. Finalmente, el Padre Negro fue enterrado en el Mausoleo del Niño Jesús de Praga, en el Cementerio de Caldera.
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