jueves, 31 de enero de 2019

Nuestra Señora del Santísimo Sacramento

El título de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento fue dado a María por San Pedro Julián Eymard en mayo de 1868, mientras que hablaba a sus principiantes.

Algunos años más tarde él describió lo que debe parecer su estatua: “La Virgen santa tiene al niño en sus brazos y él sostiene un cáliz en una mano y una hostia en la otra”.
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Él les suplicó a que invocaran a María como “¡Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros que recurrimos a ti!”.

Pio IX enriqueció la invocación con indulgencias.

Dos veces, San Pio X hizo lo mismo.

El 30 de diciembre de 1905, él concedió una indulgencia de 300 días al fiel que ore: “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega para nosotros.”

Y dirá después “este título, de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, es quizás el más significativo de todos”.

En 1921 la Sagrada Congregación para los Ritos autorizó a las Congregaciones del Santísimo Sacramento a celebrar cada año, el decimotercero día de mayo, la “conmemoración solemne de la Santísima Virgen” con la intención de honrar a Maria bajo título de “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento”.

El papa Juan XXIII codificó el título de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento cuando declaró a Santo a Pedro Julián Eymard, el 9 de diciembre de 1962, al final de la última sesión del Concilio Vaticano II.


ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Virgen María, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, gloria del pueblo cristiano, gozo de la Iglesia universal, ruega por nosotros y concede a todos los fieles verdadera devoción a la Sagrada Eucaristía, siendo dignos de recibirla cada día.

Oración
Oh Sagrado Banquete, en el cual recibimos a Cristo, se renueva la Memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y nos es dada en prenda la vida futura!
V. Les has dado pan del cielo
R. Que contiene en sí todo deleite.

Oremos: Oh Dios, Tu nos has dejado el memorial vivo de tu Pasión bajo los velos de este sacramento. Concédenos, te suplicamos, venerar los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre de manera que podamos siempre gozar de los frutos de tu Redención. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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