jueves, 30 de abril de 2020

Santos Luis Versiglia y Calixto Caravario

Luis Versiglia nació en Oliva Gessi (Pavía), el 5 de junio de 1873 murió en Linchow, China, el 25 de febrero de 1930. El 16 de septiembre de 1885 llegó Turín para estudiar con los salesianos de Don Bosco con la intención de ingresar en la universidad y ser veterinario. Permanece junto a Don Bosco por dos años y medio, se confiesa con él frecuentemente.Además tiene el honor de leerle un discurso de felicitación el día de su último onomástico.

Pocos días después de la muerte de Juan Bosco, Luis asiste en la Basílica de María Auxiliadora a la imposición del crucifijo a los siete salesianos que partían a las misiones el 11 de marzo de 1888. Es aquí cuando decide convertirse en salesiano para ser misionero en un futuro. El 21 de diciembre de 1895 recibe la ordenación sacerdotal. Don Miguel Rúa lo nombró maestro de Novicios de Genzano, cerca de Roma

Las misiones

En 1905 estudia idiomas para ser misionero. El 19 de enero de 1906, sale de Italia en la primera expedición de misioneros salesianos a China capitaneada por él. El obispo de Macao los acoge calurosamente y los pone al frente de un orfanato que albergará un máximo de 55 muchachos.

En 1910, estalla una revolución que provoca la imposición de una dictadura anticlerical en Portugal y sus territorios de ultramar. Las autoridades de Macao no comprenden, porque deben expulsar a los salesianos, pero el 29 de noviembre llega la orden de expulsión y los salesianos se trasladan a Hong Kong.

En 1920 el territorio misionero salesiano es elevado a Vicariato Apostólico, por lo que Luis Versiglia es nombrado obispo el 9 de enero de 1921. En 1922, monseñor Versiglia hace una visita a Italia, donde Calixto Caravario se ofrece para ayudarle en su labor misionera en China.

Calixto nació en Cuorgné, cerca de Turín, el 8 de junio de 1903. Fue alumno del oratorio de Valdocco y todavía se encontraba en período de formación inicial, cuando en 1924 marchó a China como misionero salesiano. Ordenado de sacerdote en 1929 por monseñor Luis Versiglia, se destinó al vicariato de Shiu Chou.

En el verano de 1926, empiezan las quejas en contra del cristianismo y los extranjeros en Shiu Chou. El 13 de diciembre de 1927, las protestas se radicalizan con el incendio de todas las iglesias y misiones de Shiu Chou.

El 24 de febrero de 1930 Mons. Luis Versiglia viaja hacia a Lin Chou, con el P. Calixto Caravario, sdb, y tres alumnas de las salesianas, para colaborar en la misión salesiana de dicho pueblo. Al día siguiente durante el viaje son apresados por unos piratas que exigen el pago de un peaje. El padre Caravario y monseñor Versiglia intentan proteger a las jóvenes que viajan con ellos para que los piratas no se aprovechen de ellas. Los piratas fusilan a, en Lai-Tau-Tsui a los dos salesianos y capturan a las chicas. Los restos mortales de monseñor Versiglia y los del Padre Caravario, fueron repatriados a Italia.

La autenticidad de su martirio fue reconocida por la Congregación de Causas de los Santos el 13 de Noviembre de 1976 y S. s. Pablo VI emitió el decreto que lo confirma. Fueron beatificados el 15 de mayo de 1983 por el Papa Juan Pablo II y son canonizados por él, el día 1 de octubre de 2000 junto con otros 199 mártires en China. Los protomártires salesianos, junto a los otros mártires del grupo, constituyen la expresión del servicio misionero universal de la Iglesia. Su martirio esta unido al de cristianos chinos y extranjeros, seglares y sacerdotes, hombres y mujeres de todas las edades que son signos de la fe para el pueblo cristiano.

Devoción a los Dolores del Corazón de Jesús

Era un Jueves Santo, 9 de abril de 1857, entre las dos y tres de la madrugada que la ahora Beata Sor María Encarnación Rosal se disponía a orar pero, al momento de hincarse, sintió que le jalaron el velo que la cubría oyendo, al mismo tiempo, el sonido de una campanilla de oro; un suave tañido que pasó desapercibido para la religiosa. Sin distracción, continuó su oración meditando, específicamente, en la traición de Judas y más aún, en cómo se sentiría el Corazón de Jesús con ese acto hecho por uno de sus discípulos cuando una voz interior le dijo: “No celebran los dolores de mi corazón”.

Luego de esto, Madre Encarnación consultó con su confesor Monseñor Piñol sobre lo sucedido así como con el arzobispo Fray Francisco de Paula García y Pelaez, arzobispo de Guatemala, pero ninguno le hizo mayor caso. Los siguientes quince días, la voz continuó resonando en el interior de Sor Encarnación.

La época de lluvia inició, en los alrededores del mes de mayo, cuando, nuevamente entre las dos y tres de la mañana Sor Encarnación atraviesa el Claustro de las Beatas de Belén y, al entrar a la capilla para orar, nota que está inundada de una luz, que no lastima la vista, y entre dicha luz, se presenta Jesús Resucitado. Madre Encarnación dice que de todos los poros del cuerpo de Jesús brotaba sangre y, sacándose el corazón, se lo mostró traspasado por diez dardos crueles, debido al quebrantamiento de los diez mandamientos.

Para el mes de julio del mismo año, una epidemia de cólera azotaba a Guatemala; en el Beaterio de Belén dos hermanas fueron víctimas de esta epidemia y otras más estuvieron gravemente enfermas.

Llego una noche en que Madre Encarnación sintió una amargura de corazón, como agonía de muerte y, sintiendo otras angustias, pensó en promover la celebración de los dolores del Corazón de Jesús y le ofreció trabajar por ello; en ese momento volvió la calma a su corazón.

Una segunda noche Madre Encarnación volvió a sentir la amargura en su corazón, pero ella nuevamente le promete a Jesús comunicar a su confesor la promesa hecha y la paz regresa a su interior.

A la tercera noche vuelve a sentir lo mismo, y ella le promete al Señor que pasaría por vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades para establecer y promover la devoción a los Dolores  del Corazón de Jesús.

Tal como lo había prometido, Madre Encarnación comenta a su confesor y director espiritual lo ocurrido. Es Monseñor Piñol quien le otorga el permiso, con el apoyo de los padres Taboada y Miguel Muñoz por lo que comenzó a pedir limosnas para organizar un pequeño altar y celebración en honor a los Dolores internos del Corazón de Jesús, pensando en realizarlo el día 25 de agosto de ese mismo año. El señor Arzobispo, primero nacido en Guatemala, le otorgó la licencia para dicha celebración y ordenó también que todos los 25 de cada mes se realizara un acto de desagravio en el Beaterio de Belén.

Madre Encarnación notó que, pasado el 25 de agosto, la epidemia de cólera, así como sus estragos, fueron disminuyendo en el país hasta que desapareció en su totalidad.

La beata explica que fue el Señor quien le inspiró sobre la imagen de los Dolores internos del Corazón de Jesús, por lo que manda a pintar un cuadro; debía llegar un Corazón con diez dardos, siete alrededor y tres al centro, entendiéndose que dichos dardos en general significaban los diez mandamientos quebrantados, además de diez dolores particulares.

Sobre estos dolores particulares, ella explica que los dardos externos son:

+ Ver a su Eterno Padre gravemente ofendido
+ Las herejías esparcidas por todo el mundo
+ La apostasía de los malos cristianos
+ El olvido de sus promesas y beneficios
+ El desprecio de sus gracias y sacramentos
+ La frialdad e indiferencia de los suyos
+ La poca implicación de su fe en la vida diaria de muchos que dicen ser sus amigos.

Sobre los tres dardos que están en el centro del corazón nos explica que representan:

+ El escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes
+ El violar sus votos las esposas de Cristo
+ La persecución de los justos.


Madre Encarnación mostró a Monseñor Piñol la pintura de los Dolores Internos del Corazón de Jesús y se la mostró también al Padre Muñoz quien, a su vez, mandó a hacer una imagen en madera, originaria de Guatemala. Fue el canónigo don Manuel Espinoza quien mandó a hacer una imagen aún más grande del Sagrado Corazón de Jesús, que se cree que es la que se encuentra en veneración en el Beaterio de Belén de la Ciudad de Guatemala.

sábado, 25 de abril de 2020

Hermano Estanislao José

A la edad de 18 años, el joven español, Olimpio Fernández Cordero, ingresó al noviciado en el convento de Bujedo (Burgos) para hacerse hermano de La Salle. Tomó el nombre de Hermano Estanislao José en la vida religiosa y los votos no canónicos que son: el cumplimiento de los reglamentos, avanzar en la perfección cristiana y alcanzar el amor puro. Desde el comienzo de su noviciado esta alma escogida de Dios recibió Mensajes del Cielo, la Gracia de la Encarnación Mística, el Don de Impecabilidad, llevar a Jesús Sacramentado en su pecho y profecías sobre el Reinado de los Corazones Eucarísticos de Jesús y María. Murió el 28 de marzo de 1927 a los 24 años.

Hijo querido de la Santísima Virgen, dejó escrito por obediencia: “Al postrarme ante el Corazón de mi Madre para adorar en Él, a su Hijo Sacramentado, una divina Luz me inunda y el Corazón de mi Madre se abre como una puerta, y allí, sin oscuridad ninguna, veo a Jesús Sacramentado y le adoro, y mi alma se transforma, quiere lo más perfecto, y el puro amor de voluntades se acentúa más en mi alma”. 

La Madre contentísima me dice: “Hijo, éste es el Tesoro que tienes que revelar al mundo y mostrar a los hombres donde está Jesús y donde quiere ser adorado. Que se venere mi Corazón junto con el Corazón de mi Hijo. Son inseparables. Que se extienda por doquier esta devoción Que se extienda por todas partes la devoción a los CORAZONES EUCARÍSTICOS DE JESÚS Y MARÍA Hijo, ésta es tu misión, dar a conocer la doctrina que se te ha enseñado, y con ella, alimentar a ese Ejército de almas que tienen por fin destruir la Masonería y todo el tinglado satánico, proclamando nuestro REINADO EUCARÍSTICO. Ejército de almas eucarísticas, apóstoles del REINADO EUCARÍSTICO…. Los únicos que podrán convertir al mundo entero”.

Según el maestro de novicios, Estanislao era un alma escogida de Dios que recibía mensajes del cielo. Sus confesores y teólogos reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. Su director espiritual le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas por Nuestro Señor. 

Promesas para los devotos del Via Crucis
1.- Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Via Crucis.
2.- Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Via Crucis.
3.- Durante la vida, yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.
4.- Aunque tengan más pecados que las hojas de las hierbas que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Via Crucis. (Nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)
5.- Los que acostumbran rezar el Vía crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el cielo.
6.- Después de la muerte, si estos devotos llegasen al purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.
7.- Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Via Crucis; y mi bendición les acompañará entodas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.
8.- A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.
9.- Si rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.
10.- Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.
11.- Así como yo fui clavado en la cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.
12.- Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.
13.- En la hora de la muerte, Yo les consolaré con mi presencia, e iremos juntos al cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis
14.- Para estos devotos del Vía Crucis, Mi alma será un escudo de protección que siempre les prestará auxilio cuando recurran a Mí..

“Jesús, María, José, Os amo. Salvad vidas, naciones y almas. Amén.

Venerable Emilia de San José

Emilia Chapellín Istúriz, nace el 7 de diciembre de 1858 en Caracas, sus padres fueron Ramón Chapellín y Trinidad Istúriz. Fue bautizada el 12 de enero de 1859 en la Catedral de Caracas.

Emprendió sus estudios en la escuela de las señoritas Montserrat y en 1887 viaja a Curazao para ingresar en la congregación de las Hermanas Terciarias Franciscanas. Para 1888 se residió en Maiquetía donde lleva a cabo una labor social en beneficio de los más necesitados, por lo cual crea en conjunto con el Padre Santiago Florencio Machado la Asociación de Señoritas con el fin de atender enfermos a domicilio.

Posterior a ello, en el año 1889 Madre Emilia inaugura un hospital en Maiquetía, hoy en día el Hospital San José y en 1888 funda la primera congregación religiosa en Venezuela denominada: "Hermanitas de los Pobres de Maiquetía".

Finalmente se traslada a Caracas, donde crea una casa albergue de religiosas de la misma orden. Para tal época Emilia enferma de tuberculosis, el constante trabajo y el escaso cuidado que prestaba a su salud le proporcionan una crisis. Madre Emilia de San José muere el 18 de enero de 1893 en Macuto, Estado Vargas a los 34 años de edad. Los restos de tan Venerable, descansan en el patio interno del Hospital San José de Maiquetía.

Fue declarada Venerable, el 23 de diciembre de 1993, por el Papa San Juan Pablo II.

Oración pidiendo la Beatificación de la Venerable Madre Emilia de San José

Santísima Trinidad, te damos gracias por el ejemplo admirable que nos diste en la Venerable Sierva de Dios, ella que supo reconocerte en la persona de los enfermos y necesitados con una fe profunda, una esperanza firme y una ardiente caridad. Dígnate glorificarla con el honor de los altares, y concédenos seguir sus ejemplos y la gracia que por su intercesión te pedimos, a mayor honra y gloria tuya. Amén. (Se hace la petición) Padrenuestro, Ave María y Gloria (Con licencia eclesiástica).

Sierva de Dios Sor Josefa Menéndez

Josefa Menéndez nació en Madrid el 4 de Febrero de 1890, en un hogar modesto pero muy cristiano, bien pronto visitado por el dolor. La muerte del padre, dejó a la jovencita como único apoyo de su madre y de dos hermanas, a las que sostenía con su trabajo.

Josefa hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones,el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida obrera, pero su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que le atraía a sí irresistiblemente. Durante mucho tiempo deseó la vida religiosa, sin que le fuese dado romper los lazos que la unían al mundo; su trabajo era necesario a los suyos y su corazón, tan amante y tan tierno, no se resolvía a separarse de su madre, que a su vez creía no poder vivir sin el cariño y el apoyo de su hija mayor. Un día sin embargo, el divino llamamiento se hizo irresistible, exigiendo los mayores sacrificios.

El 5 de Febrero de 1920, Josefa dejaba a su hermana ya en edad al cuidado de su madre y abandonaba su casa y su Patria querida, para seguir más allá de la frontera a Aquél cuyo amor divino y soberano tiene derecho a pedírselo todo.

Sola y pobre se presentó en Poitiers, en el convento del Sagrado Corazón de los Feuillants, santificado en otros tiempos por la estancia en él de Santa Magdalena Sofía Barat. Allí se había reanudado hacía poco la obra de la Santa Fundadora y a su sombra florecía de nuevo un Noviciado de Hermanas del Sagrado Corazón.

Nadie pido sospechar los designios divinos que ya empezaban a ser realidad. Sencilla y laboriosa, entregada por completo a su trabajo y a su formación religiosa, Josefa en nada se distinguía de las demás, desapareciendo en el conjunto. El espíritu de mortificación de que estaba animada, la intensa vida interior que practicaba, y una como sobrenatural intuición en cuanto a su vocación se refería, llamaba la atención de algunas personas que la trataron con más intimidad.

Pero las gracias de Dios permanecieron ocultas a cuantas la rodeaban, y desde el día de su llegada hasta su muerte, logró pasar desapercibida, en medio de la sencillez de una vida de la más exquisita fidelidad.

Y en esta vida oculta, Jesús le descubrió su Corazón. «Quiero —le dijo— que seas el Apóstol de mi Misericordia. Ama y nada temas. Quiero lo que tú no quieres... pero puedo lo que tú no puedes... A pesar de tu gran indignidad y miseria, me serviré de ti para realizar mis designios».

Viéndose objeto de estas predilecciones divinas, y ante el MENSAJE que debía transmitir, la humilde Hermanita temblaba y sentía levantarse gran resistencia en su alma. La Santísima Virgen fue entonces para ella la estrella que guía por camino seguro, y encontró en la Obediencia su mejor y único refugio, sobre todo, al sentir los embates del enemigo de todo bien, a quien Dios dejó tanta libertad. Su pobre alma experimentó terribles asaltos del infierno, y en su cuerpo llevó a la tumba las huellas de los combates que tuvo que sostener. Con su vida ordinaria de trabajo callado, generoso y a veces heroico, ocultaba el misterio de gracia y de dolor que lentamente consumía todo su ser.

Jesús pidió el 13 de Noviembre de 1923: "deseo que hagan conocer Mis Palabras. Quiero que el mundo entero Me conozca como Dios de amor, de perdón y de misericordia. Yo quiero que el mundo lea que deseo perdonar y salvar... Mis Palabras serán luz y vida para muchísimas almas ".

En Sus mensajes, Jesús dice: “Amor busco, amo a las almas y deseo ser correspondido. Por eso Mi Corazón está herido, porque encuentro frialdad en vez de amor. Yo soy todo Amor y no deseo más que amor. ¡Ah! Si las almas supieran cómo las espero, lleno de misericordia! Soy el Amor de los amores… Tengo sed de que las almas se salven… ¡Que las almas vengan a Mí!... ¡Que las almas no tengan miedo de Mí!... ¡Qué las almas tengan confianza en Mí!”

Cuatro años bastaron al Divino Dueño para acabar y perfeccionar su obra en Josefa, y confiarle sus deseos. Como Él había dicho, llegó la muerte en el momento señalado, dando realidad a sus palabras: «Como eres víctima por Mí escogida, sufrirás y abismada en el sufrimiento morirás». Era el sábado 29 de diciembre de 1923.

Beatas Mártires de la Visitación - Salesas

Las siete religiosas de la Orden de la Visitación (Salesas); llevaban meses escondidas de la salvaje persecución religiosa que se vivía en Madrid. Eran horas de Getsemaní en las que las futuras mártires esperaban la llegada de sus verdugos.

El 18 de Noviembre de 1936 se consuma la amenaza de los milicianos anarquistas que, después de tres registros, se habían despedido el día anterior con un lacónico: “-¡Hasta mañana!”.

Son aproximadamente las 7 de la tarde y la escena se desarrolla en el semisótano del número 4 de la calle González Longoria. La hermana María Inés, sigue en cama con fiebre, cuando se presenta el grupo de milicianos que, de malos modos, le mandan que se levante; las hermanas quieren recoger una manta para abrigarla, pero los milicianos les dicen: “No hace falta manta, porque la vamos a curar enseguida”. Las siete salieron a la calle.
La enferma tambaleándose, a causa de la fiebre, se apoya en el brazo de una hermana. ¡Con qué dignidad salen!, estaban serenas. En la puerta se agrupa mucha gente. Y ellas con gran valentía hacen la señal de la cruz. Inmediatamente se oyen gritos, insultos y amenazas y alguien dice: “-Aquí mismo tienen que fusilarlas, porque con sus actos nos desafían”.

Las suben en los coches y se las llevan. El trayecto es breve: de pronto, un frenazo en seco les indica el lugar designado para su ejecución. Se encuentran en la confluencia de la calle López de Hoyos con Velázquez, les hacen bajar y una ráfaga de proyectiles derriba sus cuerpos que quedan cruelmente destrozados. La hermana María Cecilia, la más joven del grupo, al escuchar el primer tiro, siente cómo la hermana de la que va cogida cae al suelo… presa de terror, echa a correr y desaparece en la noche madrileña…

Las seis Salesas acaban de recibir la gloriosa corona del Martirio. Todas, hasta el final. En unos días tendrá lugar el martirio de la última salesa del grupo: la Hermana María Cecilia Cendoya.

Beata María Gabriela

Nace en el pintoresco e importante pueblo de Alhama (Granada), el 24 de julio de 1872. Para sus padres, Juan de Hinojosa y Manuela Naveros, llega como un regalo del cielo, pues todos sus hermanos son ya mayores. Pronto la bautizan dándole el nombre de Amparo, que luego cambiará por el de Mª. Gabriela en la vida religiosa.

Al cumplir 7 años pierde a sus padres, y su hermano mayor Eduardo, que vive en Madrid la recibe con gran cariño en calidad de tutor. Como Amparo es de carácter jovial, alegre y afectuoso, hace las delicias de los suyos. Tiene un gran amor a la Virgen y se consagra a Ella.

Es precisamente a los pies de la gruta de Lourdes, donde siente la llamada de Jesús a la vida religiosa. Sólo tiene 15 años y responde con un sí, generoso; pero su hermano mayor la encuentra muy joven y decide esperar un poco. A sus 19 años entra en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, y esta separación le fue muy dolorosa al igual que a toda su familia.

Al entrar al Monasterio, emprendió con fervor su formación religiosa. Muy amante de la Orden y de su vocación se penetró profundamente de su espíritu, llegando a ser una regla viva, para con todas sus Hermanas. Tenía una gran devoción a la Eucaristía y se la comunicaba a los demás.

En 1936 al estallar la revolución, la Comunidad parte para Oronoz (Navarra), y Hermana Gabriela queda en Madrid, como superiora del grupo, para cuidar del Monasterio junto con otras Hnas.

Las últimas palabras suyas que se conservan son: “Estamos rezando, dando gracias a Dios porque nos ha llegado la hora”. Toda su vida fue de alabanza a Dios por todo lo que le había concedido.

Beata Josefa María

Es agraciada, bondadosa, tranquila, siempre está risueña. Su niñera le dice encantada “Carmiña, como tú no hay otra”. Desde pequeña quiere ser carmelita y su mayor diversión es vestirse de monja con lo primero que encuentra. Así ataviada va al espejo y se contempla satisfecha, pone los brazos en cruz mira al cielo y se cree otra santa Teresita.

Su padre Emilio Barrera, comandante de Marina, satisface todos sus caprichos. Pero su madre, María Izaguirre, sabe unir el cariño a la firmeza, haciendo de contrapeso y corrigiendo sus defectos: es un poco dormilona y no le gustan las faenas de la casa.

Ya en el Monasterio se lamentaba de haber sido vanidosa y de abusar de la predilección de su padre

Vio la luz del día en El Ferrol (La Coruña), el 23 de mayo de 1881, era la mayor de cinco hermanos. Pasados algunos años la familia se traslada a Cádiz y poco después a Málaga. La inmensidad del mar despierta en su alma deseos de infinito, ansias del “más allá”…Cual frágil navecilla, boga mar adentro, entre las borrascas y luchas de la vida

El 15 de octubre de 1918 entra en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, haciendo realidad de su entrega al Señor en la vida religiosa.

En 1936 fue escogida por la superiora para permanecer en Madrid, entre el grupo de las siete Hermanas. Su familia deseaba llevarla a casa, pero ella rehúsa porque ha dicho con sus compañeras: “Hemos prometido a Jesús las siete unidas no separarnos… Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes”. Al principio de su vida había dicho: “Yo no tengo madera de mártir”.

Ahora, en manos del Artífice divino, ha sido tallada y trasformada en una fiel imagen de Cristo. Su rostro queda totalmente desfigurado por el impacto de las balas, pero Dios la reconoce porque ve Su Imagen dolorida.

Beata Teresa María

Nace el 30 de julio de 1888 en Puerto Real (Cádiz), aunque vive en la capital de España durante casi toda su vida. Su padre Juan Antonio Cavestany, es un gran literato e insigne poeta. Su madre, Margarita Anduaga, un modelo acabado de mujer fuerte que encuentra en Dios la ayuda para cumplir con sus deberes de esposa y de madre. El Señor les bendice con 16 hijos.

Tiene una gran personalidad. Todo le sonríe en la vida. El mundo le presenta sus halagos. Pero desea entregarse a Dios, nada le detiene y entra en el Monasterio de la Visitación el 18 de diciembre de 1914. Al tomar el hábito recibe el nombre de Teresa María, y feliz escribe: “No tengo más que un solo deseo, insaciable, inmenso… ¡el deseo, la sed de Dios! ¡Sólo Dios!”

Es una de las que permanece en Madrid el 1936. Jesús la ha preparado para el holocausto. Y la que no se atrevía a aspirar más que al sacrificio oculto de una fidelidad constante a su Voluntad, va a tener la gracia que ella llama “demasiado grande y demasiada felicidad…” de derramar su sangre por Él.

Beata María Inés

Nace en Echávarri (Navarra), el 28 de enero de 1900. Es bautizada al día siguiente recibiendo el nombre de Inés. Sus padres Valentín Zudaire y Francisca Galdeano, le ofrecen un hogar cristiano impregnado de la presencia de Dios.

El Señor les bendice con 6 hijos y pone su mirada predilecta en dos de ellos: Florencio que ingreso en los Maristas, e Inés, que con el entusiasmo de sus 19 años se presenta en el primer Monasterio de la Visitación de Madrid. Pronto se da cuenta la maestra de novicias de que es muy buen, candorosa y que como cera blanda se puede moldear muy bien pues tiene grandes deseos de entregarse a Dios.

Le enseña a hacer la oración y por la noche le pregunta como le ha ido, a lo que la postulante le dice con sencillez: “Muy bien, he hecho lo que me ha dicho y me parecía como si Jesús estuviera a mi lado”.

Al vestir el hábito no se le cambia el nombre, sólo se la añade el de María y así le queda más a su gusto, puesto que amaba tanto a la Virgen. Cuando en 1931 la persecución religiosa debe refugiarse en Oronoz, Hna. Mª. Inés a pesar del sufrimiento que supone esto, siente una gran alegría de poder ver su tierra y familia.

Una hermana que la visita se lamenta que después de tres años de matrimonio no tiene hijos y Hna. Mª. Inés le pregunta si lo desea y ante la respuesta afirmativa le dice: “El año que viene tendrás un hijo”. Y así sucedió. Hna. Mª Inés creía y confiaba en el Señor.

La situación se complica en 1936 y la Comunidad vuelve a Oronoz, Hna. Maria Inés a pesar de su cobardía, pues tiene miedo, acepta quedarse entre el grupo y les dice a sus Hermanas que parten: “Pidan mucho por nosotras, puede ser que nos maten”. Y Dios acepta su sacrificio y la une al Suyo.

Beata María Cecilia

En el cristiano Hogar de Antonio Cendoya e Isabel Araquistain hace su entrada en la vida la pequeña Mª Felicitas el 10 de enero de 1910, en Azpeitia (Guipúzcoa). Es vivaracha y juguetona. Crece feliz al lado de sus hermanos. Sus padres imprimen el corazón de sus hijas el santo temor de Dios y una sólida piedad. Su madre decía que tenía algo distinto que las demás, sin embargo cuando le manifestó el deseo de ser religiosa, su madre le dijo. “¿Tú monja, con ese genio…? Tienes que corregir ese genio si quieres ser monja” y su madre decía que cambió desde ese momento.

Decidida y alegre, a sus 20 años atraviesa los umbrales del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, el 9 de octubre de 1930. En su toma de hábito recibe el nombre de Mª. Cecilia. Su temperamento vivo, contrasta con su carácter amable, sencilla, humilde, abnegada y muy servicial; “Era el Ángel de las pequeñas prácticas”, solían decir las Hermanas.

Desde el principio sufre todas las consecuencias de la persecución religiosa: disturbios, votaciones, quemas de Iglesia y Conventos, dispersión de su Comunidad, etc. Desde estos años tiene muchas oportunidades de ir con su familia, pero por amor a Jesús y a su vocación nunca acepta las propuestas y siempre dice con tesón que no quiere marcharse por nada del mundo.

Fue la Hermana que más sufrió, era la más joven y no llevaba mucho tiempo en el convento, no conocía a nadie y como era vasca, el castellano no lo sabía bien, todo esto ayudó a serle más penosa su soledad última, pero Dios velaba por ella y la colmó de fortaleza.

Beata María Ángela

Guipuzcoana como San Ignacio, nace en Azpeitia el 12 de noviembre de 1893. Es la octava y como él, el último vástago de la familia. Sus padres, José Ignacio Olaizola y Justa Garagarza se apresuran a hacerla hija de Dios el día mismo de su nacimiento.

Cuando oye la llamada de Jesús que la invita a seguirle, no se hace esperar y llega al Primer Monasterio de la Visitación de Madrid en 1918 como Hermana externa. Como es una Hna. inteligente y humilde sus superioras la designan para permanecer en Madrid durante el exilio de la Comunidad, en este tiempo tiene el consuelo de ver a su sobrino Justo, que extrañado de ver la paz de su tía se empeña en llevarla a casa, lejos del peligro, pero ella le dice “Mi puesto esta aquí, después, que se cumpla la voluntad de Dios”.

Entregada por entero a los planes de Dios espera valientemente la hora de derramar su sangre por Él. El Señor ha colmado su deseo de permanecer oculta. Se conserva muy pocas cosas suyas y ni siquiera su cuerpo pudo ser recuperado. Pero su vida sencilla y fiel es un mensaje elocuente para todos.

Beata María Engracia

Pedro Lecuona y Matilde Aramburu forman una familia cristiana bendecida por Dios con 14 hijos. Viven en un risueño caserío guipuzcoano de Oyarzun.

Josefa Joaquina, que es la mayor, nace el 2 de julio de 1897. Se distingue desde muy niña por su inteligencia y sentido de responsabilidad. Aprende de sus padres el amor al trabajo y, sobre todo, a servir a Dios, a amarle con todo su corazón y hacer felices a cuantos la rodean. Pone una escuela en su casa para que los niños de las cercanías aprendan la doctrina cristiana y tiene una gran paciencia con ellos. Siempre ha suspirado por la vida religiosa y como sus deseos aumentan de día en día comunica a sus padres la decisión. Ellos le conceden el permiso con gran pena pero felices de tener una hija consagrada al Señor.

Desde pequeña había llamado la atención por su amor a la Virgen, a la que se había entregado como esclava y es en la víspera de la Inmaculada de 1924 cuando ingresa en el Primer Monasterio de la Visitación de Santa María en Madrid.

El 8 de octubre tiene la alegría de vestir el hábito, recibiendo el nombre de María Engracia.

Cuando la Comunidad se refugio en Oronoz en 1931, ella que era Hermana externa, se multiplicaba para conseguir todo lo que se necesita.

Su rostro afable, su bondad y simpatía gana todos los corazones y pronto se hace popular en aquel pueblecito y sus contornos.

En 1936 el Señor le pide quedarse en Madrid y este sacrificio es aún más costoso cuando ve partir con la Comunidad a su propia hermana María, que ha ingresado también en el Monasterio hace dos años. En el semisótano-refugio, pone su nota de humor y contagia alegría a las Hermanas en medio de un clima de oración, sacrificio y cálida fraternidad.

Saben el peligro que corren, pero desean continuar juntas y se preparan para el inminente martirio velando toda la noche, en profunda intimidad con el Señor.

La portera que las defiende y aprecia mucho, declara: La Hna, María Engracia me dijo en varias ocasiones: “Ya está cerca el martirio, ¡qué alegría!, ¡Ay…aún no llegan los milicianos por nosotras! ¡Qué larga se hace la espera…!”.

Se le veía impaciente “volaba de fervor”, dicen los testigos: “Todavía estamos aquí, Carmen, el Señor no nos quiere todavía, pero ya llegará…” Y llega “su hora”… Su vida concluye inmolada en aras del Amor más puro y perfecto. La alegría santa y el gozo coronan su fortaleza martirial.

400 años de la Virgen Santísima del Valle de Catamarca


En la Gruta de Choya, en Catamarca, fue encontrada la Imagen de la Virgen del Valle, entre 1618 y 1620, en poder de unos indígenas que la veneraban.

Esa imagen fue sacada de la gruta pero siempre volvía misteriosamente. Luego se construyó una de las Basílicas más importantes de Argentina, arraigándose fuertemente las peregrinaciones y la difusión de sus milagros.

La Gruta, está enclavada en el faldeo del Ambato, cadena montañosa ubicada al oeste de la Capital de la provincia de Catamarca. El pueblo de Choya al que se hace mención en los antiguos documentos estaba situado a 1 km del actual homónimo. Desde el centro de la ciudad, luego de cruzar 7 kilómetros hacia el noroeste se llega a este histórico lugar.

La Virgen del Valle de Catamarca en Argentina es Patrona Nacional del Turismo, Patrona Nacional del Paracaidismo, Patrona del Noroeste Argentino, Patrona de Catamarca.

Oración por los 400 años

Virgen Santísima del Valle,
Madre de nuestra Catamarca.
Con tu imagen cuatro veces
centenaria llegamos a Jesús.
En ésta, Tú Sagrada imagen,
descubrimos “la gracia del Valle”.

Desde los cerros y los llanos,
nuestro pueblo devoto llega a tus pies
en humilde peregrinación.
En la Gruta nos encontramos para
venerar el lugar donde comenzaste a
mostrarnos tu amor.

A la Ermita de Valle Viejo nos dirigimos
para hacer tu camino, que es el de Jesús.
Ya en tu Santuario, nos recibes, Madre,
pues venimos agradeciendo y pidiendo.
Eres la mujer del SI, del “Hágase en mí”.
Mujer creyente que va de prisa a hacer caridad.

¡Oh Madre Bendita por haber creído!
Que tus hijos creamos a Jesús y creamos en Jesús, tu Hijo.
Mujer de oración que en tus manos entre abiertas
nos muestras la ternura de Dios.
Mujer orante que nos enseñas a descubrir que Dios
es grande, santo y misericordioso.

Hacia los “Cuatrocientos años de tu Hallazgo”
en la Gruta de Choya nos encaminamos.
Queremos escuchar lo mismo que dijiste en las bodas de
Caná: “Hagan lo que Él les diga”.
Queremos escuchar de la boca de tu divino Hijo
lo que dijo a Juan en la Cruz: “Ahí tienes a tu Madre”
En nuestra casa, que es nuestro corazón,
te recibimos una vez más como NUESTRA AMADA MADRE.

¡Ruega a Dios por nosotros,
Virgen Santísima del Valle!

Amén.

viernes, 24 de abril de 2020

Santa María Eufrasia Pelletier

Rosa Virginia nació el 31 de julio de 1796 en la isla de Noirmoutier, Francia, en medio de la Revolución francesa. Fue el lugar elegido por sus padres para refugiarse al producirse el levantamiento de La Vendée. Estos valientes defensores de sacerdotes y religiosos, por cuyas acciones en su favor debieron abandonar su lugar de origen, la bautizaron por su cuenta de forma clandestina. Cuando la niña tenía un año, el primer presbítero que desembarcó en la costa confirmó el sacramento. El estrecho vínculo que la familia continuó manteniendo con estos confesores de la fe hizo que Rosa creciera bajo el sólido fundamento de la misma. Al recibir la primera comunión sintió la llamada a la consagración. En 1805 murió una de sus hermanas y al año siguiente su padre. Entonces su madre decidió enviarla a Tours. Quedó bajo el amparo de la madre Pulchérie, fundadora de la Asociación católica. Era una persona estricta con las alumnas. Pero este trato riguroso fue conveniente para la santa, quien a los 17 años, siendo una joven bien parecida, eligió seguir a Cristo.


Desde el principio supo que debía salvar el escollo de su fuerte temperamento. Impulsiva y poco dada a la contención verbal, su tendencia a responder con salidas de tono y un apego al propio criterio ponían su voluntad y vocación en peligroso disparadero. El arrepentimiento y la aflicción que llegaban después, unido a las penitencias que se imponía, revelaban su nobleza. Pero eran caballos de batalla que le dominaban y si deseaba unirse a Cristo tenía que purificar sus tendencias. Su determinación a luchar era incontestable, y así se lo dijo a su hermana: «Será necesario doblegarme, lo sé, pero seré religiosa». Lo que vivió en el centro junto a la madre Pulchérie fue un entrenamiento para lo que tendría que asumir. En esta época tuvo noticias de la existencia del Instituto de Nuestra Señora de la Caridad y del Refugio. San Juan Eudes lo había fundado en 1641 con objeto de proporcionar una vida digna a las mujeres descarriadas (llamadas Magdalenas), y a las que podían caer en redes mafiosas movidas por desaprensivos.

Rosa ingresó en el convento de Tours en 1814 y se le encomendó ser catequista de las jóvenes. En el momento de profesar decidió tomar el nombre de Teresa. Es lógico pensar que la imponente y arrebatadora personalidad de esta mujer castellana que volcó su pasión en Cristo le sedujese. Que le hiciese creer que con este referente, junto a la gracia, también ella podría escalar las altas cimas de la santidad. Por eso quiso unirla a su persona. Pero a la superiora le pareció excesivo. Teresa de Jesús había sido una santa de tal calibre que juzgó presunción que Rosa Virginia pensase en él para llevarlo en su honor. «¿Teresa? ¿Tú, Teresa? ¿Una mujer tan grande?¡¿Por quién te tienes?! ¿Pretendes igualarla, pobrecita aspirante a la perfección religiosa? Ve a buscar en la ‘Vida de los Santos’el nombre más humilde y escondido que haya».Sin mostrar resistencia alguna, humilde y generosa, abrió las páginas del santoral y eligió el nombre de una sencilla mujer que había conquistado la santidad: Eufrasia.

A los 29 años fue designada superiora de la Orden. Pero, poco a poco, iba viendo que la Institución no era para ella. Intuía que debía moverse con horizontes más amplios. «Yo no quiero que se diga que soy francesa. Yo soy italiana, inglesa, alemana, española, americana, africana o hindú. Yo soy de todos los países donde hay personas que salvar».En Angers habían solicitado una nueva fundación, y allí se trasladó para vivir en una casa refugio existente en la ciudad denominada «El Buen Pastor». Su ímpetu apostólico hizo de este centro un lugar fecundo desde el principio. Movida por él, solía decir: «Nuestra vida debe ser siempre el celo; y este celo debe abrazar al mundo entero». A los cuatro meses tenían más de ochenta nuevas vocaciones, una comunidad de contemplativas y una segunda rama que ha perdurado hasta nuestros días. Debía volver a Tours, pero la gente que la quería se opuso a su partida. Entre tanto, se percató de la conveniencia de fundar un generalato. Salía al paso de eventuales dificultades que podrían surgir si cada casa dependía de un prelado distinto. Además, juzgó que si existía una superiora general podría cubrir las necesidades que surgieran trasladando a las religiosas donde fuese conveniente. No tardaron en saltar a la palestra murmuraciones, incomprensiones y signos de desaprobación de quienes no compartían la obra. Fueron especialmente ácidos al ser elegida unánimemente por todas las religiosas como superiora general. «Me habéis nombrado superiora: soy indigna de ello, estoy confusa; pero en fin, ya que soy la superiora, fundaremos las ‘Magdalenas’».La acusaron, entre otras cosas, de ambición personal, afán de poder, espíritu de innovación… Fueron momentos de gran dolor, una prueba que afrontaba confiada en Dios. Una noche escribió al papa: «Si el Santo Padre encuentra dificultad en que yo sea la superiora general, me someto humildemente».

Las peticiones para que abriera fundaciones en otros lugares, incluida Roma, no cesaban y el pontífice Gregorio XVI le dio su bendición en 1835: «Ahora voy a ser yo quien va a sostener vuestro Instituto». Con su aquiescencia puso en marcha la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Erigió en vida más de cien casas en casi todos los continentes, sin viajar y sin los medios de comunicación que existirían después. Como aquello que se ama es por lo que se lucha y se da la vida, sus hermanas eran sostén y aliento en su dulce caminar junto a Cristo: «Como he dado a luz a mis hijas en la cruz, las quiero más que a mí misma. Mi amor tiene sus raíces en Dios y en el conocimiento de mi propia miseria, pues comprendo que a la edad en que hacen la profesión, yo no hubiese sido capaz de soportar tantas privaciones y un trabajo tan duro».Murió en Angers el 24 abril de 1868. Pío X la beatificó el 30 de abril de1933. Y Pío XII la canonizó el 2 de mayo de 1940.

jueves, 23 de abril de 2020

Santa Clara de Montefalco

Nació en Montefalco, Umbría (Italia), alrededor de 1268; sus padres fueron Damiano e Iacopa Vengente. Su hermana Giovanna vivía como ermitaña. En 1274, cuando Clara tenía 6 años, el obispo de Spoleto permitió a Giovanna recibir a mas hermanas y fue cuando Clara entra a la Tercera Orden de San Francisco, movida a ser ermitaña adopta el hábito franciscano. En 1278, la comunidad creció lo suficiente que tuvieron que construir una ermita más grande a las afueras del pueblo.

En 1290, Clara, su hermana Giovanna y sus compañeras deciden entrar a la vida mosástica en el mas estricto sentido. Su obispo ubica el monasterio en Montefalco según la regla de San Agustín. Clara hace sus votos de pobreza, castidad y obediencia, y se convierte en religiosa agustina. Su hermana Giovanna fue electa la primera abadesa y su pequeña ermita fue dedicada como un monasterio. El 22 de noviembre de 1291 Giovanna muere, después Clara fue elegida abadesa. Clara, inicialmente, no aceptó la posición, pero después de la intervención del obispo de Spoleto, finalmente aceptó ser abadesa por imposición de obediencia de su obispo.

1294 fue decisivo para la vida espiritual de Clara. En la celebreación de la Epifanía, después de hacer una confesión general frente a sus hijas, sintió un éxtasis y se mantuvo asi por varias semanas. Imposibilitada de comer, las religiosas mantenían a su Madre Abadesa dándole agua azucarada. Durante este tiempo, Clara reportó tener una visión en la cual se vió siendo juzgada delante de Dios.

Clara también comentó tener una visión de Jesús vestido como un pobre viajero. Durante una visión arrodillándose delante de Jesús trató de detenerlo y preguntarle «"Mi Señor a donde vas?"» y Jesús le respondió «He buscado en todo el mundo un lugar fuerte donde plantar esta Cruz firmemente y no lo he encontrado".» Después, Clara miró la Cruz y haciéndole saber su deseo de ayudar a Jesús a cargarla, le dijo: «"Clara, he encontrado el lugar para mi Cruz aquí. He encontrado finalmente alguien a quien pueda confiar mi Cruz"» y Jesús, implantó su Cruz en el corazón de Clara. EL intenso dolor que sintió en todo su ser cuando recibía la Cruz de Cristo, vivió con ella para siempre. El resto de sus años los pasó en la pena y en el dolor y aún así continuaba sirviendo a sus hermanas con alegría.

En el año de 1303 Clara pudo construir una iglesia en Montefalco la cual no solo sirvió como capilla para las religiosas, sino también para todas las personas de la ciudad. La primera piedra fue bendecida el 24 de junio de 1303 por el obispo de Spoleto y aquel dia la iglesia fue dedicada a la Santa Cruz.

Clara sirvió como abadesa, maestra, madre y directora espiritual de sus amadas hijas por 16 años. Mientras la reputación de santidad y milagros atraían visitantes al monasterio, ella continuaba gobernándolo de manera sabia, cuidadosa y sin romper la armonía de la comunidad.

En agosto de 1308, enfermó grave que la dispuso en cama; el 15 de agosto, pidió recibir la Extrema Unción. Hizo su última confesión el 17 de agosto y al dia siguiente, muere en su convento de Montefalco en 1308.

El proceso de canonización fue iniciado en 1328, pero fue hasta el 13 de abril de 1737 que Clara fue beatificada por el Papa Clemente XII. El 8 de diciembre de 1881, fiesta de la Inmaculada Concepción, el Papa León XIII la canonizó en la Basílica de San Pedro en Roma.

Reliquias
Inmediatamente después de la muerte de Clara, su corazón fue extraído del cuerpo y después de una inspección, se reportó que los instrumentos de la Pasion de Cristo: un crucifijo, 3 clavos, la corona de espinas y un látigo fueron encontrados en su corazón hechos por los tejidos cardiacos. Escuchado estas noticias, el vicario del obispo de Spoleto viajó a Montefalco lleno de indignación sospechando que las religiosas del convento habían plantado los símbolos. Una comisión de físicos, juristas y teólogos se reunieron para llevar a cabo una investigación , la cual descartó la posibilidad de fabricación. El vicario del obispo, quén vino a Montefalco como un inquisidor a castigar al responsable del fraude, se convenció de la autenticidad de los descubrimientos después de verificar personalmente que los signos no eran resultado de trucos. Sin embargo, dudas de la veracidad de los hallazgos persistieron aun en el proceso de canonización, hasta querían canonizarla como franciscana y no como agustina ya que habia sido secular terciaria franciscana.

El crucifijo encontrado en el corazón de santa Clara es del tamaño de un pulgar, la cabeza de Cristo esta inclinada hacia el lado derecho, su cuerpo es blanco con excepción de "la pequeña abertura en el costado derecho que tenia un rojo intenso". El látigo y la corona de espinas son, aparentemente formados por fibras nerviosas y los 3 clavos estan formados por una tela de fibras oscuras.

El cuerpo de Santa Clara permanece incorrupto, sin embargo la piel de sus manos se ha oscurecido con el tiempo. El corazón fue dispuesto para la veneración en la iglesia de Santa Clara en Montefalco, donde su cuerpo, vestida con el hábito agustino, reposa bajo el altar mayor.

Beata Josefa de la Purificación Masiá Ferragut

La Beata Josefa de la Purificación era monja Agustina Descalza del monasterio de Benigánim (Valencia). Fue asesinada junto a sus tres hermanas de sangre, Capuchinas contemplativas, y su anciana madre de 83 años, Doña María Teresa Ferragud Roig. Fueron detenidas en la casa materna donde las cinco mujeres llevaban una vida de oración y penitencia por la salvación de España.

En el terrible martirio, Doña María Teresa fue viendo cómo los milicianos arrancaban una a una las vidas de sus amadas hijas. Pero las animó en la hora suprema con estas palabras: «Hijas mías, no temáis, esto es un momento y el Cielo es para siempre». Cuando le llegó su turno, los milicianos la increparon: «Oye vieja, ¿tú no tienes miedo a la muerte?». Pero ella contestó: «Toda mi vida he querido hacer algo por Jesucristo y ahora no me voy a volver atrás. Matadme por el mismo motivo que a ellas, por ser cristiana. Donde van mis hijas voy yo». Todas fueron beatificadas el 11 de marzo de 2001.

San Nicolás de Tolentino

Nació en Sant´Angelo in Pontano, Italia, en 1245. Sus padres, que durante años esperaban descendencia, en el transcurso de una peregrinación a Bari prometieron que si lograban ser bendecidos por Dios con ella en el caso de que fuese un varón lo consagrarían a san Nicolás, titular de la ciudad. Y así lo hicieron atribuyéndole la pronta concepción de ese hijo tan deseado. El pequeño Nicolás creció dando muestras de la bondad y amabilidad que, junto a su desprendimiento y sensibilidad por los necesitados, caracterizaría su vida entera. Y es que el sensible y piadoso muchacho solía atender personalmente a los pobres que llegaban a su casa pidiendo ayuda. Los primeros conocimientos se los proporcionó el sacerdote en su localidad natal.

Puede que el ejemplo y educación que recibió de sus padres, junto con la cercana presencia de los ermitaños agustinos, despertara en él una temprana vocación, porque a los 12 años ingresó en el convento como «oblato». Su idea no era recibir únicamente esa formación que completaría con creces la que pudo darle el bondadoso clérigo, sino que albergaba el sueño de ser agustino. A los 15 años inició el noviciado, y en 1261 profesó. En 1269 fue ordenado sacerdote por el obispo san Benito de Cíngoli. Después ejerció su misión pastoral en distintos puntos de la región de Las Marcas durante seis años. Pero sus superiores seguramente preocupados por su débil salud, viendo que ni siquiera le ayudaba en su restablecimiento la misión que le encomendaron de maestro de novicios que no exigía continuos desplazamientos, en 1275 determinaron enviarle a Tolentino donde permaneció el resto de su vida.

Fue un hombre de gran austeridad; es la característica que se subraya unánimemente cuando se configura su trayectoria espiritual. Su ascetismo, forjado en el fecundo aprendizaje que había tenido previamente en conventos herederos de la genuina tradición eremítica, estaba signado por la mortificación y el ayuno. Aparte de la frugalidad de su comida, y la radicalidad de su pobreza –mantenía un solo hábito que remendaba cuando era preciso, dormía poco y en condiciones no aptas precisamente para el rácano descanso y menos para una persona corpulenta como él: en un saco, con una piedra como almohada y cubriéndose solo con su propio manto–, no desestimaba todo lo que podía ayudarle a conquistar la perfección. Es decir, que estas asperezas penitenciales y las disciplinas físicas que también se aplicaba no sustituían a la donación de sí mismo. Se esforzaba en ofrendarse, como hacía por ejemplo, con su criterio. Así, aunque no le agradaba la carne, cuando el superior le recomendaba su ingesta por el bien de su salud, se doblegaba humildemente. De todos modos, con una lógica que excede a la ofrecida por textos científicos, en lo que a su bienestar concernía solía poner en duda la preeminencia del valor nutricional de la carne frente al de las hortalizas. No tenía duda de que si Dios quería para él una fortaleza física que estaba lejos de poseer, la ingesta de verduras le habría servido. Se cuenta que, en una ocasión, teniendo en el plato dos sabrosas perdices asadas, Nicolás les ordenó: «Seguid vuestro camino». Y, al parecer, las aves emprendieron instantáneo vuelo.

Al margen de estas anécdotas, tal como se puso de relieve en el proceso de su canonización, fue un hombre obediente y fiel, efectuando lo que se le indicaba con prontitud y alegría; una persona dócil, sensible, entrañable, cercana, disponible, comprensiva, exquisita siempre en su trato que disfrutaba viendo gozar a los demás en el día a día. Era lo que cabía esperar de una persona como él que dedicaba a la oración 15 horas diarias. El resto del tiempo lo repartía en tareas apostólicas, confesión, lectura, meditación, asistencia al refectorio, al rezo del oficio divino…, y algún pequeño momento solaz en el recreo comunitario. ¡La multiplicación del tiempo, como se aprecia frecuentemente en esta sección de ZENIT, es otra gracia que reciben los santos! La continua presencia de Dios en él explica la profunda e incontenible emoción que sentía ante la Eucaristía, hecho que muchas personas pudieron constatar alguna vez, y también los favores extraordinarios que recibió, así como los numerosos milagros que obró. Su apostolado estuvo caracterizado por la dulzura y la amabilidad, rubricado por su admirable caridad. De ella sabían bien cercanos y lejanos, y de forma especial los enfermos y pobres a los que asistía sirviéndose de un bastón cuando ya no tenía fuerzas para deambular por sí mismo, así como los penitentes que se confesaban con él –casi toda la ciudad lo hacía–, y las tantas personas que le acogían con gusto en sus domicilios cuando los visitaba. Ésta era otra de las actividades apostólicas de Nicolás por la que sentía particular debilidad.

En una visión contempló el purgatorio después del fallecimiento de un religioso que hallándose en él, rogó sus oraciones. Sus penitencias y súplicas por él y por otros que purgaban sus penas, fueron escuchadas. De ahí que se le considere abogado de las almas del purgatorio. Su muerte se la anunció una estrella que apareció persistentemente durante varias jornadas, apuntando primeramente a su localidad natal y situándose después en Tolentino, justo encima del convento. Un religioso venerable, al que consultó, descifró su significado: «La estrella es símbolo de tu santidad. En el sitio donde se detiene se abrirá pronto una tumba; es tu tumba, que será bendecida en todo el mundo como manantial de prodigios, gracias y favores celestiales». La estrella le siguió unos días hasta que el 10 de septiembre de 1305, invocando a María por la que tuvo desde niño gran devoción, y contemplando el preciado lignum crucis, falleció. Sus últimas palabras dirigidas a la comunidad habían sido: «Mis amados hermanos; mi conciencia no me reprocha nada; pero no por eso me siento justificado». Eugenio IV lo canonizó el 1 de febrero de 1446.

Santo Tomás de Villanueva

Tomás García Martínez, más conocido como Santo Tomás de Villanueva  
(Fuenllana, Ciudad Real, 1488 - Valencia, 9 de septiembre de 1555), predicador, escritor ascético y religioso agustino español.

Nació en Fuenllana,se educó y creció en Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real, donde sus padres poseían una rica hacienda, pese a lo cual muchas veces el muchacho andaba desnudo porque había dado sus vestidos a los pobres. Queda en pie parte de la casa original, con un escudo en la esquina, al lado de un oratorio de la familia.

Aunque hizo estudios de Artes y Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, ingresó en la Orden de los Agustinos de Salamanca (1516) y en 1518 fue ordenado sacerdote; en la orden ocupó los cargos de prior conventual, visitador géneral y prior provincial de Andalucía y Castilla. También fue profesor de la universidad y consejero y confesor de Carlos I de España.

Gozó de fama por su gran austeridad personal (llegó a vender el jergón donde dormía para dar el dinero a los pobres) y por su ejercicio continuo e infatigable de la caridad, especialmente con los huérfanos, con las doncellas pobres y sin dote y con los enfermos. Poseía, sin embargo, una concepción inteligente de la piedad, de forma que aunque era muy limosnero procuraba solucionar definitiva y estructuralmente la pobreza mediante la redención activa de la misma, dando trabajo a los pobres, y así hacía fructificar sus limosnas: «La limosna no sólo es dar, sino sacar de la necesidad al que la padece y librarla de ella cuando fuere posible.», escribió.

En 1533 envió como Provincial a los primeros padres agustinos que llegaron a México. Empezó a tener éxtasis místicos en misa o cuando rezaba los salmos.

Carlos I le había ofrecido el cargo de arzobispo de Granada pero él nunca lo había aceptado; se cuenta que llegó a arzobispo de Valencia el 10 de octubre de 1544 por error de un escribano, pero siguió negándose hasta que se lo ordenó su superior en la orden. Allí, ayudado por su obispo auxiliar Juan Segriá, puso orden en una diócesis que hacía un siglo que no tenía gobierno pastoral directo. Organizó un colegio especial para los moriscos conversos y organizó en especial un plan eficaz de asistencia y auxilio social y de caridad.

Compuso bellos sermones, entre los que destaca Sermón del amor de Dios, una de las grandes manifestaciones de la oratoria sagrada del XVI. Tuvo, en efecto, una gran fama de predicador, en un estilo sobrio y sencillo. Carlos I, al oírle predicar, exclamó: «Este Monseñor conmueve hasta las piedras», y provocaba sonoras conversiones. Algunos de sus sermones arremeten contra la crueldad de la fiesta de los toros. Tuvo asimismo una gran devoción por la Virgen María, cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía. Es autor de varios Opúsculos, dentro de los que se incluye el Soliloquio entre Dios y el alma, en torno a la comunión.

En 1547 ordenó sacerdote al futuro San Luis Beltrán . Falleció por una angina de pecho en 1555 a los sesenta y seis años. Fue canonizado por el papa Alejandro VII el 1 de noviembre de 1658.

Francisco de Quevedo escribió una biografía suya. Sus obras completas fueron editadas en Manila en 1881, Opera omnia, seis vols.

Es el Santo Patrón de la prestigiosa Universidad de Villanova, Pennsylvania, Estados Unidos de América establecida por los Agustinos en 1842, y de la Universidad de Santo Tomas de Villanueva en La Habana, Cuba. Esta fue cerrada por el gobierno Cubano en 1961, tras la expulsion de los Agustinos, considerados enemigos de la Revolucion por sus quejas frequentes contra el gobierno. Los Agustinos exiliados establecerion University of St. Thomas en Miami Gardens, Florida en 1961.

Beata Leopoldina Naudet

Leopoldina nació en Florencia 31 de de mayo de 1773, sus padres fueron Joseph Naudet, francés, y Susanna de Arnth, alemana; ambos estaban al servicio del Gran Duque Leopoldo I de Habsburgo-Lorena, quien fue su padrino de bautismo. Tres años después quedó huérfano de madre.

En 1778, cuando tenía cinco años, se llevada al monasterio de los oblatos agustinos, llamado San José, cercano a la iglesia de San Frediano en Castello (Florencia), junto con la hermana Luisa, con la que convivió durante mucho tiempo y con quien estuvo siempre estrechamente unida. Leopoldina se distinguió por su comportamiento y por su espíritu de oración, por lo que recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión antes de tener la edad normalmente requerida: en 1781 y 1782 respectivamente.

En 1783, las dos hermanas, por expresa voluntad del gran duque, su padre las llevó a Francia, para que allí continuaran sus estudios en el colegio e internado femenino de Nuestra Señora de Soissons, ciudad de la que provenía su familia.

Leopoldina, desde un punto de vista cultural, progresó muchos, llegando a dominar varios idiomas (francés, alemán e italiano), junto a su padre visitó iglesias y mueseos de París y además leyó muchos libros, incluso algunos de naturaleza espiritual avanzada; iba a menudo a rezar en la iglesia del monasterio y, además, con la ayuda de una de las monjas, aprendió a fortalecer su sensible naturaleza.

En 1789, esto es dos años después de la muerte de su padre, y ya con dieciséis años, su hermana y ella retornaron a Florencia. Las dos fueron invitadas a la corte de Leopoldo I en el Palazzo Pitti: tenía la tarea de institutriz de los hijos de Gran Duque. Cuando se convirtió en emperador de Austria en 1790, sucediendo a su hermano José II, se mudaron a Viena para continuar -en el nuevo palacio- con su tarea.

Aquí Leopoldina se puso en contacto con un jesuita, el padre Nikolaus von Diessbach, que se convirtió en su director espiritual. El sacerdote era el fundador de la "Amistad Cristiana" [1], un selecto y secreto grupo formado por laicos y clérigos, dedicado a la difusión de la prensa católica. Mientras que vivía en el palacio más lujoso de Europa, Leopoldina no se dejó atraer por la vida mundana que allí se vivía.

En 1792 murió el emperador Leopoldo y las hermanas pasaron al servicio directo de la hija de aquel, la archiduquesa María Ana de Habsburgo-Lorena, hermana del nuevo emperador Francisco II. Mujer muy religiosa y dispuesta a consagrarse a Dios, en las hermanas Naudet encontró dos confidentes con las que compartía el mismo ideal.

Cuando fue nombrada superiora de las Canonesas de San Jorge en Praga, un grupo de mujeres de la nobleza que tenían la intención de llevar vida monástica y dedicarse a obras de caridad, se mudaron a Praga en Checoslovaquia.

El ambiente íntimo creado por la archiduquesa, favoreció aún más al deseo de Leopoldina te llevar una vida religiosa; divide su tiempo entre la oración y la respuesta a aquellos que necesitaban ayuda.

Disuadido por su director espiritual de entrar entre las Trapenses, en 1799 conoció al Padre Niccoló Paccanari, quien, después de la disolución de la Compañía de Jesús [2], había tratado de revivir el espíritu de San Ignacio de Loyola a través de los Padres de la Fe. El sacerdote también tenía en mente crear un instituto femenino con fines educativos: Las Amadas de Jesús (Le Dilette di Gesù).

Las tres mujeres vieron un signo de la Providencia en ese encuentro, así, el 31 de mayo de 1799, en la capilla reservada a la archiduquesa en abadía benedictina de Praga, pronunciaron sus votos religiosos, comprometiéndose a vivir para "la mayor gloria de Dios y al servicio del prójimo". Leopoldina fue nombrada superiora.

En 1800, con la intención de obtener la aprobación del nuevo instituto, regresó a Viena, y luego inició un largo viaje a Roma. En Padua se encontraron con el Papa Pío VII, que las animó a continuar con la obra.

Continuaron viajando hasta que, finalmente, llegaron a Roma en febrero de 1801, Las Amadas de Jesús se establecieron en aquella ciudad. Más tarde se fundaron otras casas en Inglaterra y Francia, a través del apostolado de los Padres de la Fe.

A partir de 1804, tras fuertes acusaciones que comprometían el nombre del P. Paccanari, los Padres de la Fe y las Amadas de Jesús emprendieron su camino por separado; ellas, bajo la guía de una antigua superiora de las Amadas francesas: Magdalena Sofia Barat se integraron a la Sociedad del Sagrado Corazón.

En el 1805 Leopoldina dejó Roma junto a las hermanas de hábito, para ir primero a Padua y luego a Verona, por recomendación de Monseñor Luigi Pacifico Pacetti, predicador apostólico y amigo del Papa Pío VII, Leopoldina fue directora espiritual de la marquesa Magdalena de Canossa, quien estaba decidida a fundar un instituto caritativo-asistencial, dedicado también a la educación de las clases más pobres: este fue el núcleo de las Hijas de la Caridad.

Leopoldina se ofreció para colaborar, junto con sus hermanas, en la iniciativa de la marquesa y el 8 de mayo de 1808, la siguió al clausurado monasterio de los Santos José y Fidencio, en el distrito de San Zenón. Magdalena tenía tal estimación por Leopoldina que sus discípulas quedaron a cargo de ella.

El perfil espiritual de Leopoldina, sin embargo, era bastante diferente: se sentía más orientada a una vida de clausura y de servicio apostólico, planeaba también dedicarse a ayudar en la formación de las chicas de la clase alta. Su experiencia en el servicio del emperador, de hecho, la había convencido de la necesidad de comenzar desde las clases altas, donde las mujeres estaban en peligro de ser atrapadas por una vida frívola que, a la larga, las aleja de los más pobres y produce una sensación de aburrimiento.

La comunidad Canosiana, cuyas integrantes no eran monjas, tenía como confesor a Don Gaspar Bertoni, más tarde fundador de la Congregación de los Sagrados Estigmas (Estigmatinos). Leopoldina, guiada por su consejo, creció en el espíritu del más puro abandono en Dios y estudió las Reglas de otras congregaciones religiosas, para delinear la que sería la suya.

En 1816, con sus compañeros, Leopoldina se despidió de Magdalena de Canossa, quien siempre mantuvo un gran respeto por ella. El 9 de noviembre de ese año se instalaron en el antiguo convento de Santa Teresa en Verona: aquel fue el inicio del Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia.

El nombre se debe a la intuición de que Leopoldina tuvo cinco años antes, mientras oraba. Así lo describió en sus notas privadas: "Orando he tenido la idea de colocar el Instituto bajo la protección de la Sagrada Familia, y disfrutar de aquellas cosas que ayuden a mantener ese camino de imitación a Jesucristo, tanto en la vida privada como en la pública".

Las hermanas hicieron votos de mantener estricta clausura y, al mismo tiempo, estar abiertas al apostolado de la educación. Por esta razón, Leopoldina abrió un internado para niñas nobles de todo el reino Lombardo-Véneto, no sólo para las de Verona. Junto a esta estructuración, inauguró una escuela externa, totalmente gratuita, para las niñas y las jóvenes no tan ricas. Quería que sus casas religiosas sean lugar de acogida para organizar encuentros de formación y ejercicios espirituales y además tuvieran un oratorio para las mujeres jóvenes.

La aprobación del gobierno, necesaria según las leyes de esa época, llegó en 1833. El 20 de diciembre de ese mismo año, el Papa Gregorio XVI también concedió la aprobación pontificia.

Madre Leopoldina exclamó, mientras agitaba la carta con el decreto y levantaba los ojos al cielo: "¡Basta!. Dios no quiere nada más de mí. Ahora puedo decir: "Nunc dimittis ...". No mucho tiempo después enfermó con fiebre alta. Parecía recuperarse, pero tuvo una recaída y murió el 17 de agosto de, 1834.

Las hermanas de la Sagrada Familia continuaron su trabajo a pesar de los acontecimientos políticos que llevaron a la unificación de Italia y las leyes que suprimían órdenes e institutos religiosos. Se mantuvo la vida de clausura hasta que, en 1904, se vieron obligados a trabajar para mantenerse. Por otro lado, esto les permitía poder abrir casas fuera de Verona.

El 8 de septiembre de, 1948 obtuvieron la aprobación de la reforma a su Regla, se había conservado la inspiración original, pero cambió su forma de vida: las hermanas se convirtieron en una congregación de vida activa. En el mismo año, los restos de la Madre Leopoldina se trasladaron a la capilla de la nueva casa matriz.

Actualmente las hijas espirituales de la madre Leopoldina siguen dedicándose a la formación y la educación de los niñez y juventud, así como a actividades enfocadas a las familias y al servicio de la comunidad parroquial. Tienen casas no sólo en Italia, sino también en Brasil, Filipinas y Mozambique.

Fue beatificada el 29 de abril de 2017, durante el pontificado de S.S. Francisco


Beata Madre San Luis (Luisa Isabel de Lamoignon)

María Luisa Isabel de Lamoignon (1763-1825) nació en París, en el seno de una familia de alto linaje, y creció en un ambiente cristiano atento a la justicia y a la caridad. A los quince años, se casó con el conde Molé de Champlatreux, hombre virtuoso. Tuvieron cinco hijos, de los cuales sólo dos sobrevivieron. Animada por su marido, visita a los pobres y a los enfermos de su parroquia, pero, por su rango social de condesa, es considerada de la parte de los explotadores. Por ello en la tormenta revolucionaria sufrió la confiscación de sus bienes, privaciones y detenciones. Su esposo fue guillotinado el día de Pascua de 1794. María Luisa Isabel tenía 31 años.

A pesar de ello, continúa su camino espiritual, guiada por el párroco de Pancemont. Una tarde de 1792 reconoció la llamada particular del Señor a seguirlo, llevando su cruz. Ella respondió generosamente con lo que llamó su «pacto con la cruz». Renunció a todo, incluso al deseo de vida religiosa contemplativa para responder a una necesidad urgente de la Iglesia de Vannes: el obispo le pidió que le ayudara con una obra educativa y caritativa. El 25 de mayo de 1803 hizo la profesión religiosa, tomando el nombre de sor San Luis.

Enseguida fue nombrada superiora general de la nueva congregación, que puso bajo la protección de san Luis, modelo de fe, artífice de justicia y de paz. Organizó la vida religiosa de la comunidad y acogió a niñas pobres, cuyo número fue creciendo cada vez más. Velaba por la calidad de su instrucción y las preparaba para vivir y ganar dinero aprendiendo un oficio. Además de la lectura y de la escritura, las jóvenes aprendían a tejer la tela y a realizar bellísimos encajes. Después de Vannes, otros párrocos le pidieron fundar una «casa de caridad» en sus respectivas parroquias. La madre San Luis en 1818 añadió a esto la obra de los retiros espirituales.

Impulsada por el amor de Cristo redentor, sacaba su fuerza de la lectura diaria de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Quería que todas las personas fueran acogidas y sirvieran a Jesucristo: "Si la atención que prestáis a las niñas pobres la ofrecierais con espíritu de fe viva... veríais en ellas a Jesucristo. Diríais: estoy con Jesucristo, hablo con Jesucristo, vivo con Jesucristo. Me glorío en vivir con Jesucristo pobre y humillado". Y como toda forma de espiritualidad está inevitablemente marcada por la época que la vio nacer y por la personalidad de quien la suscita en un determinado contexto familiar y social, la formación familiar de María Luisa Isabel la puso muy pronto en contacto con los Padres de la Iglesia, desarrollando en ella el gusto ardiente por la Palabra de Dios, que ella transmitió a sus religiosas: La Sagrada Escritura es la base fundamental de toda forma de piedad... Es necesario, por tanto, que cuantos quieren avanzar en el estado de perfección no dejen pasar ni siquiera un solo día sin leerla y meditarla... Esta Palabra es el alimento del hombre, del mismo modo que la santa Eucaristía es el alimento del alma; es preciso acogerla, tratarla con la misma dignidad, con el mismo respeto; ¿habéis pensado alguna vez en ello?, ¿os habéis comportado alguna vez en consecuencia y habéis intentado poneros, para recibirla, en la misma disposición que deseáis tener para participar en la santa Mesa?

Murió en Vannes el 4 de marzo de 1825, lámpara brillante de la caridad y la bondad, capaz de mostrar todo el camino a seguir, contrastando las obras de la carne (la idolatría, la enemistad, la discordia y los celos) con las obras del Espíritu, cuyos frutos benéficos son amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.

Fue beatificada 27 de mayo de 2012, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI