miércoles, 26 de agosto de 2020

Beato Ceferino Namuncurá

Lirio de Chimpay

Uniendo dos razas, lirio de Chimpay
corazón mapuche, puente sobre el mar
hermano del viento, hermano del sol
hermano de todos, fiel hijo de Dios.

Dejaste tu tierra, como el padre Abraham
te ibas con los huincas para regresar
tanto sufrimiento querías aliviar
nada te detuvo, era tu ideal.

Ceferino, Ceferino
Ceferino de Chimpay
encontraste aquella roca
donde brotan vida y paz.

Descubriste que en el viento
también suena una canción
si nuestro buen Dios nos habla
suavecito al corazón.

Modelo de vida, modelo de amor
que tu ejemplo llene nuestro corazón
y reconciliemos a nuestra nación
venciendo prejuicios, venciendo el rencor.


Una bella canción de Carlos Seoane, con arreglos de Jonatan Narvaez. Un himno que va contando algunas virtudes de Ceferino Namuncurá, el beato de origen mapuche nacido en Chimpay, una pequeña localidad de Río Negro.




Ceferino nació en Chimpay, Río Negro el 26 de agosto de 1886. Era hijo del cacique indígena Manuel Namuncurá. Desde muy pequeño sintió el llamado a ser útil a su gente, como él decía. Es por ello que, cuando tenía 11 años fue enviado a Buenos Aires a estudiar en el Colegio Salesiano Pío IX. Es en ese lugar, donde descubre su vocación de querer ser sacerdote para llevar a la gente la Buena Noticia.

En 1903 ingresó en el Colegio San Francisco de Sales en la localidad de Viedma para formarse como sacerdote. Allí enfermó de tuberculosis y es por esta razón que Monseñor Cagliero decidió que Ceferino viaje a Roma ya que creía que el cambio de clima haría mejorar su salud. En ese lugar fue recibido por el Papa Pío X.

Lamentablemente el cambio de lugar no hizo que la salud de Ceferino mejorara. Fallece en Roma el 11 de mayo de 1905. El Papa Pío X expresó: “Era una bella esperanza para las misiones de la Patagonia, pero ahora será su más válido protector”.

Su ejemplo y entrega se ven plasmados en las cartas que les enviaba a sus familiares en las cuales manifestaba su amor y cercanía por su tierra y en especial por Dios, a quien deseaba conocer todos los días. Es por esto último que tuvo una relación profunda con nuestro Padre, ese que nos habla y acompaña en todo momento.

Ceferino fue beatificado hace trece años, el 11 de noviembre de 2007 por el Papa Benedicto XVI.

Pedimos a Ceferino que nos anime a ser útiles a nuestros hermanos en nuestro servicio a Dios.

Fuente: Radio María Argentina


martes, 25 de agosto de 2020

Bicentenario de la Beata María del Tránsito Cabanillas

 




Nace el 15 de agosto de 1821 en San Roque, Córdoba. Sus padres, Felipe Cabanillas y Francisca Antonia Sánchez, constituyeron una familia de once hijos bajo una educación cristiana, hijos de los cuales cuatro, incluyendo a la Madre María del Tránsito, consagraron sus vidas a Dios.


En su bautismo le pusieron el nombre María del Tránsito Eugenia de los Dolores, al que más adelante, le agregaría "de Jesús Sacramentado" por su gran devoción.

A los 12 años, su primera comunión la realizó en una capilla de campo. A los 15 años se confirmó. Los dones del Espíritu Santo intensificaron su sentido sobrenatural de la vida, la atenta escucha de la voz de Dios, el deseo de la imitación del Señor.

Durante su juventud tuvo dos grandes compañeras, sus hermanas Josefa y Nicasia. Para los demás hermanos, por la diferencia de edad, ella era la madrecita. A pesar de siempre tener un intenso llamado a la vida seria y recogida, nunca pudo evadir los deberes que tenía por ser la joven dueña de casa. Cosas como las galas, la música, la fama nunca le atrajo su mirada; más bien cuando cerraba los ojos veía en su alma la belleza del Señor Jesús que cautivaba su espíritu.

Perdió a su padre a los 29 años, quien era su gran amigo, por lo que la herida que sintió fue muy profunda. En ese momento Jesús empezaba a prepararle una nueva senda. Luego se sobrepuso de la muerte de su madre y de sus hermanos Eufemia, Isabel y Emiliano, que fallecieron en 1875.

En el año de 1878 la Madre María del Tránsito, acompañada por solo dos jóvenes, fundó la Congregación Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas. El lugar donde estaba lo denominaron Colegio de Santa Margarita de Cortona, en el que tenían como principales objetivos "promover las obras de caridad y misericordia y dar educación gratuita a las hijas de los pobres y desamparados". La nueva congregación tuvo una gran extensión y un rápido crecimiento vocacional.

En 1879 se le solicitó al Ministro General de la Orden el nombramiento del Padre Poreca como Director y la Madre Tránsito como Madre Superiora. Luego de siete meses se fundó en Concepción de Río Cuarto el Colegio Nuestra Señora del Carmen siendo designada Superiora Mayor.

En 1882 se fundó en Villa Nueva (Córdoba) la tercera casa, dedicada a la Inmaculada Concepción.

Para 1883, las casas de Villa Nueva y san Vicente ya tenían más de un centenar de alumnas y la de Río Cuarto, trescientas veinte.

Antes de que la Madre Tránsito entregara por completo su alma a Dios, sus últimas palabras fueron: "YO YA NO LES HAGO FALTA, PORQUE NO PUEDO HACER NADA. PERO, CUANDO MUERA, DESDE EL CIELO LES HARE MUCHO BIEN".

Así fue que el día 25 de Agosto de 1885, luego de una crónica enfermedad, partió hacia la Casa Paterna, la Madre Tránsito Cabanillas de Jesús Sacramentado, quien recibió los santos sacramentos con devoción y piedad. Recibió la muerte como regalo del Señor, edificando a las hermanas con su gozosa esperanza. Fue sepultada en el terreno destinado a la Iglesia de Santa Margarita de Cortona en la ciudad de Córdoba.

Fue beatificada, por San Juan Pablo II, el 14 de abril del 2002.

domingo, 23 de agosto de 2020

Madre María José de Jesús Raaymakers

La Hermana María José de Jesús nació el 30 de enero de 1781 en un pueblito llamado Brabante, que queda en Holanda. Su nombre de origen era María Raaymakers. Sus padres se llamaban Gijsbertus y Bárbara y se dedicaban a cuidar casas de familias en el campo. 

María Raaymakers tenía un tío Sacerdote Capuchino que se llamaba Lino. Un día él la invito a conocer a unas religiosas que habían llegado al pueblo donde vivían que se llamaba Wallwijk. Estas religiosas venían huyendo de Bélgica donde los conventos fueron cerrados y las religiosas debieron huir a otros países por la Reforma de Limburgo. Con los años las fue conociendo y compartiendo su vida junto a estas hermanas. Las hermanas fueron creciendo vocaciones  y su apostolado estaba dedicado a la educación de niños pobres y huérfanos. 

Fue esta hermosa misión que llamó la atención a María Raaymakers y el Señor cada día habitaba en su corazón, sintiendo  la llamada de Dios para que ingresar a la vida consagrada; es así que en el año 1800 cuando María Raaymakers tenía 18 años se fue a vivir con las hermanas religiosas a DONGEN, viviendo en precarias condiciones muchas veces, pero la confianza en Dios y las personas caritativas a su alrededor hacían más liviana la carga. 

Como religiosa María Raaymakers pasa a llamarse Madre María José de Jesús en honor a la sagrada Familia de Nazaret. La Congregación crecía con nuevas hermanas y se hacía necesaria la presencia de ellas con sus obras en muchos lugares. Es así que 20 años después de ingresada le encargan a Madre María José una nueva fundación de la Congregación en un pueblo llamado ETTEN, donde las hermanas tenían colegios y pensionados.

Así Madre María José vivía su consagración a Dios con mucha fe y perseverancia al servicio de los más necesitados,  con su corazón muy grande puesto en Dios quiere llevar este mensaje a otros lugares más lejanos.

Producto de una situación dolorosa para Madre María José le llegará un nuevo desafío que cambiará su vida y misión apostólica. Un 1 de Septiembre del año 1832 funda la nueva congregación en un lugar llamado Roossedal, las Hermanas Franciscanas Penitentes Recolectinas. A partir desde este momento se  dedica a la Educación y Misión junto a sus hermanas que el Señor le dio, todo bajo la confianza de la Divina Providencia. 

Impulsó que esta nueva Congregación viviera la sencillez y alegría que San Francisco de Asís vivió con sus hermanos. Con los años Madre María José logró que su Congregación se expandiera fuera de Europa, fue así que invitada por un Obispo Holandés enviando a sus hermanas a Misionar a Curacao, una Isla en el Caribe que pertenece a Holanda, después a Surinam, que es el país más pequeño de América del Sur, Aruba y Bonaire, pequeñas Islas alrededor de Curacao. 

Estas fueron las últimas misiones que Madre María José impulsó, aunque ella nunca llegó a conocer estos lugares de misión de sus hermanas. En uno de sus escritos Madre María José manifiesta: “¡Oh amable Jesús! Con este trabajo no tengo otra intención que honrarle , darle las gracias y hacerle venerar, amar y servir fielmente…” 

Partió a la casa del Padre un 8 de diciembre de 1867 a la edad de 86 años. Pero la Misión continuaría y sus hermanas continúan el legado. Fueron creciendo en número y obras eran reconocidas  y principalmente porque estaban al servicio de los pobres y campesinos con escuelas, orfanatos, hospitales y pensionados.

Fuente: http://www.hermanasfranciscanaspr.cl/wp-content/uploads/2019/01/HFPR-Historia.pdf

Padre Miguel Fenollera Roca

Fundador de las Operarias del Divino Maestro (Avemarianas) y del Colegio El Ave María de Benimàmet. Su lema: Dios sea bendito y nos bendiga

Nació en la calle Ruzafa núm. 14 de Valencia, un 7 de Junio de 1880. Sus padres eran Vicente Fenollera Ibáñez y Amalia Roca Viñarta. Fue el mayor de ocho hermanos y fue bautizado en la Parroquia de San Pedro (Iglesia Catedral de Valencia). Al poco tiempo se trasladaría a vivir a la calle Bailía de esta misma ciudad, muy cerca de la plaza de toros.

Estudia en el Colegio de San José de los padres jesuitas y al terminar el bachillerato entra en el Seminario Mayor de Valencia donde realiza estudios de Filosofía y Teología. Es ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903 por el Obispo de la diócesis de Segorbe,  Manuel María Cerero y Soler. Celebró su primera misa el 27 de diciembre de 1903 en la Iglesia Reparadora de Valencia. Para ello el papa Pío X le concedió la primera dispensa papal de su pontificado, ya que con veintitrés años no cumplía el mínimo de edad requerido para celebrar misa.

Las primeras actividades sacerdotales fueron realizadas en la Iglesia de San Nicolás de Valencia en calidad de beneficiario.

Doctor en Teología y Derecho Canónico. Fue profesor de Psicología Experimental y de Historia de la Filosofía en la Universidad Pontificia de Valencia. Adscrito a la corriente de la Acción Social Católica del movimiento obrero español, en la cual la iglesia participa activamente en la promoción de las gentes populares y sencillas. Fue capellán del Colegio de Nuestra Señora de Loreto. Director del Boletín Oficial del Arzobispado, Canónigo de la Catedral y Canciller-Secretario del Arzobispado de Valencia.

En 1906 visitó las Escuelas del Ave María fundadas por D. Andrés Manjón en Granada en el año 1888, para niños pobres. La relación con el padre Manjón le llega a través de su amistad con el jesuita P. Vicent creador de los círculos obreros católicos en Valencia.

Es elegido en 1906 para informar al cardenal Merry del Val, secretario de Estado en Roma, de la labor realizada por el P.Vicent con las clases mas desfavorecidas de la sociedad. En Roma se entrevistaría con el cardenal Merry y con el papa Pío X. De estas reuniones nace la idea de fundar un Instituto Religioso que sirviera de base para la puesta en práctica del pensamiento educador manjoniano.

Visitó Francia, Italia, Suiza, Alemania, Holanda, Bélgica e Inglaterra, estudió diversos idiomas y profundizó en los métodos pedagógicos de Pestalozzi, Montessori y Froebel.

El 14 de Abril de 1909 comenzó la construcción de la Colonia Escolar Pío X en un terreno cedido por su padres en el poblado de Benimàmet, que con el tiempo se transformaría en el Colegio El Ave María.

La primera promoción de hermanas avemarianas salieron el 27 de febrero de 1910

El 11 de Marzo de 1910 el Arzobispo de Valencia D. Victoriano Guisasola bendijo la Colonia Escolar Pío X en Benimàmet y el 24 de Agosto de 1921 se procedió a la erección canónica como Instituto de Derecho Diocesano a las avemarianas, siendo arzobispo de Valencia don Enrique Reig Casanova

Actuó en su condición de sacerdote como Consiliario de la Acción Católica de Mujeres, y como Director Espiritual en las peregrinaciones a Lourdes, con los enfermos de la Hospitalidad Valenciana de Nuestra Señora de Lourdes.

Puso bajo protección de la Virgen de los Desamparados su obra educativa.

El 3 de mayo de 1941 falleció en Valencia, siendo enterrado en la iglesia del Colegio El Ave María de Benimàmet. El 28 de Octubre de 1985 se procedió a la apertura del proceso de canonización que ha culminado el 25 de marzo de 2000, estando a la espera de la decisión de la Santa Sede.

El papa Pio XI le distinguió con la Gran Cruz Benemerenti del Pontificado por sus servicios a la Diócesis de Valencia y a la Iglesia.

Hoy hay escuelas del Ave María en España (Bilbao, Madrid, Zaragoza, Burgos, Albacete, Manresa, Barcelona, Benimamet y Motril), así como en Chile, República Dominicana y Puerto Rico.

domingo, 16 de agosto de 2020

Beatos Rutilio Grande y compañeros mártires

Rutilio nació en Villa de El Paisnal, El Salvador, el 5 de julio de 1928; fue el hijo último de Salvador Grande, hombre importante económica y políticamente y alcalde de El Paisnal durante varios años y diferentes períodos, y de Cristina García, quien murió cuando Rutilio tenía cuatro años; lo cual hizo que pasara al cuidado de su abuela, quien, en palabras de Rutilio, fue una mujer religiosa y a quien el mismo Rutilio atribuyó la responsabilidad de su espíritu y vocación.

En su juventud fue reclutado al sacerdocio por el arzobispo Luis Chávez y González; ingresó al seminario diocesano en 1941 y, cuatro años después, solicitó ser admitido en la Compañía de Jesús. Hizo su noviciado en Caracas, Venezuela, e hizo votos religiosos el 24 de septiembre de 1947. Después de estudiar en Ecuador, donde obtuvo su licenciatura en 1950, fue enviado a Panamá por un año como maestro. En 1953 fue enviado a España para continuar sus estudios de filosofía y teología en Oña, donde fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959. De 1962 a 1964 estudió en el Instituto Lumen Vitae de Bruselas.

A su regreso a su tierra natal, fue nombrado prefecto y profesor de teología pastoral en el seminario "San José de la Montaña", tarea que realizó con eficacia y creatividad. Promovió el envío de seminaristas a las parroquias para el apostolado entre la gente, una experiencia que él también tuvo personalmente. En 1967 comenzó su amistad con San Óscar Romero, sacerdote diocesano; mantuvieron esta amistad a través de los años, y en junio de 1970 Grande sirvió como maestro de ceremonias en la ordenación de Romero como obispo auxiliar de San Salvador.

En 1972, fue nombrado párroco de Aguilares. Aquí se dedicó totalmente a las almas que le fueron confiadas, con especial atención a los pobres y marginados, sin dudar en condenar las acciones represivas contra ellos por parte de los militares y la oligarquía en el poder. Con sus iniciativas en línea con el Concilio Vaticano II y la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín (1968), despertó la participación activa de los fieles en la vida parroquial, especialmente con los cursillos, en el campo de las celebraciones litúrgicas y la promoción social. Fue uno de los jesuitas responsables de establecer las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y de entrenar a los líderes, llamados "Delegados de la Palabra". Este movimiento de organización campesina encontró oposición entre los terratenientes, que lo veían como una amenaza a su poder, y también entre sacerdotes conservadores quienes temían que la Iglesia Católica llegara a ser controlada por fuerzas políticas izquierdistas. Muchos de sus sermones fueron considerados subversivos porque apuntaban a la promoción humana y cristiana de los más débiles.

Grande también desafió al gobierno por su respuesta a acciones que le parecieron destinadas para perseguir a los sacerdotes salvadoreños hasta silenciarlos. El sacerdote colombiano Mario Bernal Londoño, que servía en El Salvador, había sido secuestrado el 28 de enero de 1977 frente al templo de Apopa cerca de San Salvador junto con un miembro de la parroquia, que pudo salir con vida. En Apopa el 13 de febrero de 1977, pronunció una homilía en la que tomó públicamente la defensa del P. Mario Bernal, SI, recién expulsado del país por su compromiso social. Este hecho puso aún más en peligro su ya precaria situación hacia el régimen.

El Padre Grande era consciente de los riesgos derivados de su apostolado, había recibido intimidación varias veces: había sido amenazado incluso unos días antes de su muerte. No obstante, continuó testificando la fe, sin comprometer el poder y evitando tonos brillantes o provocaciones.

El 12 de marzo de 1977, fue a San José, El Paisnal, para presidir una celebración eucarística durante la novena de preparación para la fiesta patronal de San José. En el viaje de regreso a Aguilares, fue acompañado por un catequista, Manuel Solórzano, el joven Nelson Rutilio Lemus y tres niños en un jeep otorgado por el arzobispado. A mitad de camino, su automóvil fue atacado por unos hombres armados y los tres beatos murieron instantáneamente. En cambio, los niños sobrevivieron. El P. Rutilio tenía 49 años de edad.

Romero quedó profundamente conmocionado por el asesinato del padre Grande y presidió personalmente la Misa fúnebre en la Iglesia Catedral de San Salvador.

En la mañana del día siguiente, después de reunirse con los sacerdotes y consejeros, Romero anunció que no asistiría a ninguna ocasión gubernamental ni a ninguna junta con el presidente, siendo ambas actividades tradicionales del puesto, hasta que la muerte se investigara. Ya que nunca se condujo ninguna investigación nacional, resultó que Romero no asistió a ninguna ceremonia de Estado, en absoluto, durante sus tres años como arzobispo.

El domingo siguiente, para protestar por los asesinatos de Grande y sus compañeros, el recién instalado monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis, para sustituirlas por una sola misa en la catedral de San Salvador. Oficiales de la iglesia criticaron la decisión, pero más de 150 sacerdotes concelebraron la misa y másde 100.000 personas acudieron a la catedral para escuchar el discurso de Romero, quien pidió el fin de la violencia 


Nelson Rutilio Lemus nació el 10 de noviembre de 1960, en una familia de campesinos ( campesinos ), en El Paisnal. Cerca de la parroquia cura, el padre Rutilio Grande , que lo acompaña en sus actividades con el campesino y las poblaciones indígenas. Nelson también enseña catecismo a niños.

A pesar de los disturbios que sacuden al país y los amenazan contra Rutilio Grande , Nelson lo sigue. El 12 de marzo de 1977, al regresar de El Paisnal donde animaron la novena a San José , su carro es ametrallado por hombres armados. Nelson, que no murió instantáneamente, fue asesinado a tiros .


El entierro de Rutilio Grande y Nelson se celebró en la catedral de San Salvador por M. Oscar Romero , que a su vez asesinado en 1980 .



Manuel Solórzano, nació 1905 en Suchitoto, El Salvador; se esposo con Eleuteria Antonia Guillén, de la cual tuvo diez hijos. Fue trasferido por motivos laborales a la ciudad de Aguilares, dónde colaboraba a la compraventa de semillas y ganado. Era muy activo en la vida parroquial sobretodo en la evangelización.

El Padre Grande era consciente de los riesgos derivados de su apostolado, pues había sido amenazado de muerte unos días antes; no obstante, continuó testificando la fe, sin comprometer el poder y evitando tonos brillantes o provocadores. Los dos laicos estaban al tanto de la situación, pero permanecieron a su lado. El 12 de marzo de 1977, en la emboscada, fue alcanzado por varias balas y murió a los 72 años.

El 21 de febrero de 2020, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto del martirio del sacerdote jesuita Rutilio Grande y de sus dos compañeros laicos, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus. Fueron beatificados el 22 de enero de 2022.

Beatos Mártires de El Quiché, Guatemala


Los tres Misioneros del Sagrado Corazón, sacerdotes al servicio de la Diócesis de Quiché en Guatemala, junto a los siete laicos Juan, Domingo, Nicolás, Reyes, Rosalío, Miguel y Tomás, dieron su vida por Cristo y su Iglesia, se espera la ceremonia de su beatificación el 04 de diciembre de 2020, después que el Papa Francisco aprobará su martirio el 23 de enero de 2020.

Los Misioneros del Sagrado Corazón eran:

P. José Mª Gran Cirera

Había nacido en Barcelona el 27 de abril de 1945. Estudió en el Colegio San Miguel, dirigido por los Misioneros del Sagrado Corazón. Se tituló en peritaje Industrial. Después del noviciado en la Congregación (1965), hizo su primera Profesión religiosa, el 8 de septiembre de 1966. Fue ordenado sacerdote el 9-VI-1972 en Valladolid. Destinado a la Misión de El Quiché (Guatemala) tres años después (1975), donde trabajó en los lugares de mayor riesgo, fue asesinado en las montañas de Chajul, junto con su catequista Domingo, cuando regresaba de su recorrido apostólico. Está enterrado en Chajul.

P. Faustino Villanueva

Este navarro, nacido en Yesa el 15-II-1931, ingresó en la Pequeña Obra en 1943. Hizo el noviciado en Canet de Mar en 1948. Un año más tarde (8-IX-1949) profesó en la Congregación MSC Fue ordenado sacerdote en Logroño el 25 de febrero de 1956. Tres años más tarde fue destinado a la Misión de El Quiché, en Guatemala. Trabajó también e Nicaragua. De regreso a Guatemala, fue destinado a la parroquia de Joyabaj, donde un atardecer del 10 de julio de 1980 fue asesinado en su despacho parroquial por dos sicarios que le dispararon a la cabeza. Sus restos mortales reposan en Joyabaj.

P. Juan Alonso Fernández

Asturiano, nació en Cuérigo el 29-XI-1933. Fue alumno de la Pequeña Obra, de donde pasó al noviciado en 1952. Hizo su profesión Religiosa el 8 de septiembre de 1953. Fue ordenado sacerdote en Logroño el 11 de julio de 1960. Ese mismo año partió para la Misión de El Quiché, donde trabajó algunos años, partiendo después como misionero a Indonesia. De regreso a Guatemala, siempre escogió los lugares más duros de la Misión. Cuando los MSC se vieron en la necesidad de abandonar la Misión, junto con su obispo, él se ofreció para quedarse a atender a sus fieles quichés. Muy poco después (15-II-1981), cuando iba a visitar a sus feligreses, fue detenido, torturado y asesinado en La Barranca. Sus restos mortales reposan en Lancetillo, en la Zona Reyna.

Juan Barrera Méndez

Apenas tenía 12 años y era un miembro activo de la iglesia y catequista. Tenía a su cargo algunas actividades dentro de la parroquia y del cantón en el cual vivía, El tablón, en Zacualpa.

En la recopilación de testimonios, realizada por la Diócesis del Quiché, testificaron que era sumamente solidario con las necesidades de sus vecinos , que demostraba mucho sentido de la justicia. Quizá por eso, sospechan, no fue tratado como niño, sino como adulto y acusado de ser guerrillero.

Rodearon su casa. Él y su hermano fueron capturados. Su hermano logró escapar pero él no. Su cuerpo apareció a kilómetros de su casa con marcas de tortura y cortes de cuchillo en las plantas de los pies.

Rosalío Benito Ixchop

Fue un catequista y se encargaba de dirigir los rezos y cantos religiosos en la parroquia de Chinique, Quiché.

Tenía 68 años y nunca aprendió a leer, pero por su participación en actividades religiosas era muy conocido por su comunidad.

Un día, cuando regresaba de su casa, fue emboscado y asesinado. Junto a él iba su hijo Pedro Benito, quien corrió la misma suerte.

Reyes Us Hernández

Además de ser catequista, también se dedicaba a ser promotor de salud en la comunidad de Macalajau. Básicamente, visitaba y atendía a enfermos y personas en condiciones de gravedad. Fue asesinado en San Miguel de Uspantán.

En testimonios de su familia hay registro de que estaba consciente de que era perseguido y que podía morir por su trabajo con las comunidades.

Domingo Del Barrio Batz

Fue asesinado en Chajul, en 1980. Se dedicaba a dar catequesis y, años más tarde, también fue nombrado sacristán.

Eso implicaba acompañar al sacerdote a las visitas en aldeas. El 4 de junio de 1980, encontraron su cuerpo junto al del sacerdote José María Gran.

Los testigos contaron 5 heridas de bala.

Nicolás Castro

“Si no nos dejan reunirnos en el oratorio, lo vamos a hacer en la montaña, o en las cuevas, o de noche en nuestras casas”, solía decir el catequista originario de Uspantán. Su trabajo se concentraba en Chicamán.

Pasaron las 11 de la noche cuando el 29 de septiembre de 1980, cuando golpearon su puerta y, al no obtener respuesta, la derribaron. El ejército lo apresó y suplicó que lo mataran en su casa para no ser torturado e interrogado.

Le asesinaron en el patio de su casa, varios vecinos fueron testigos.

Tomás Ramírez Caba

Fue asesinado en la parroquia de Chajul, en donde trabajaba como sacristán. Su responsabilidad era cuidar el convento y la iglesia. En varias ocasiones fue intimidado por el ejército por su trabajo, según cuenta su esposa.

Después de varias amenazas, una tarde irrumpieron en la iglesia, le quebraron el brazo a golpes y le dispararon por la espalda. Encontraron su cuerpo en la entrada del convento parroquial.

Miguel Tiu Imul

Era catequista en la aldea La Montaña, Sacapulas. Era promotor de la no violencia. Decía que no se podía andar con la biblia bajo un brazo y el fusil en otro.

Lo asesinaron una tarde que salía de su casa para revisar sus cultivos. Su hija mayor escuchó un disparo cercano a su casa y encontró su cuerpo sobre el camino.

Miguel agonizaba y murió frente a ella.

Mientras en el Vaticano avanza el reconocimiento de los 10 mártires, en Guatemala no hay garantías de justicia hasta que se presente una denuncia, empiece una investigación y se procese a los responsables.


Venerable María Amelie Fristel

La hermana Amélie Fristel, nació el 10 de octubre de 1798 en Saint-Malo, Francia. Aún no tenía tres años, cuando murió su padre, víctima de una insolación durante la reapertura de la catedral de Saint-Malo, tras la firma del Concordato del 16 de julio de 1801. Este notario de 46 años deja atrás él, además de su esposa, sus cuatro hijos: dos niñas y dos niños. Amélie era la menor.

Desde muy joven se dedicó a la educación cristiana de algunos miembros de su familia, y fue éste el momento que despertó en ella el deseo de entregar su vida a Cristo y los demás.

En el año 1822 ingresó a la "Sociedad de los hijos del Corazón Admirable", fundada por san Juan Eudes. Allí adoptó la espiritualidad eudista como guía de su trabajo apostólico, a través de su entrega a los enfermos y a los pobres, la educación de los niños y el apoyo a los sacerdotes. 

En el año 1837, junto con otras integrantes de la Sociedad del Corazón admirable, Amélie abrió una casa de la Caridad con el propósito de luchar por la dignidad de los más pobres y hacer de la caridad la virtud más significativa.

Buscando la manera de ampliar la obra recién fundada, la hermana Amélie conoció a el señor Henri Lemarié, hombre adinerado, quien donó a la hermana un gran terreno con el propósito de que continuara su obra.

Al paso de los años, la obra de la hermana se consolidó con mayor solidez. Monseñor Brossais Saint-Marc, Obispo de Rennes, constituyó un equipo de apoyo para la obra inspirada en la espiritualidad eudista, que orientó las relaciones comunitarias y el ejercicio pastoral.

Después de muchos inconvenientes canónicos, el 11 de noviembre de 1853 se instituyó oficialmente en la Iglesia la "Congregación de las hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María".

El 14 de octubre de 1866, a los 68 años, la hermana Amélie Fristel fallece a causa de un derrame cerebral.

La causa de su beatificación fue abierta en la diócesis de Rennes. El 15 de mayo de 1976 fue declarada venerable por el Papa Pablo VI. 

El carisma de esta congregación se expresa en la ayuda a los más necesitados. Actualmente difunden su mensaje evangelizador en Canada, Costa de Marfil, Benín, Francia y los Países Bajos.

Sierva de Dios María de Vallées

María de Vallées nació el 15 de febrero de 1590 y murió en 1656 en Francia. Recibió muy tempranamente los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, momento desde el cual se entregó completamente a la divina voluntad. El ambiente en que María nació estuvo marcado por la corrupción, la poca preparación de los eclesiásticos, la miseria y el desamparo de la gente pobre y las prácticas ocultas. María fue una gran mística incomprendida de su tiempo. En efecto, muchos la consideraban una persona que estaba fuera de sus cabales y san Juan Eudes tuvo varias dificultades por su relación con ella. Estas dificultades de salud, junto a los permanentes ataques del maligno y de la gente la agobiaron siempre, hasta llevarla a la tumba. Después de fallecida, creció su fama de santa.

En el año 1641, Juan Eudes conoció a una señora de 51 años de edad, que sufría de quebrantos de salud. Era María: de ojos abrasados, de palabra entrecortada y extraña. Esto es lo que escribe el santo sobre el conocimiento de María de los Valles:

"En este año de 1641, en el mes de agosto, Dios me hizo uno de los más grandes favores que de su bondad he recibido en toda mi vida; porque fue entonces cuando tuve la felicidad de conocer a la hermana María des Vallées, por medio de la cual su divina Majestad me ha hecho multitud de gracias muy señaladas. Después de Dios, a la Santísima Virgen, mi adorada Madre y Señora, debo este favor".

En el año de 1645, el día de santa María Magdalena, la hermana María vio varias personas de rodillas y en devoción, en la capilla del Santo Rosario. Preguntó a Nuestro Señor en qué consistía la verdadera devoción. Su respuesta fue esta: “La verdadera devoción tiene tres grados. El primero es amar solamente a Dios y amar todo en Él y por amor de Él. El segundo, aborrecerse a sí mismo y dar muerte a todas sus pasiones, sentimientos y deseos a fin de que allí quede solo Dios que vive y reina. El tercero, vivir fuera de su ser natural, de una vida desconocida a quien la posee”.
 

Beato Carlos Nicolás Ancel

El 11 de noviembre de 1763 nace en la ciudad de Ruán, Carlos Nicolás Antonio Ancel, y el día 12 es bautizado, esto es, hace su alianza con Dios, a través de sus padres y padrinos. En su adolescencia descubre el llamado de Dios para servirlo como sacerdote, y se forma en la Congregación de los Padres Eudistas, en la escuela de santidad de la espiritualidad de san Juan Eudes. Recibe la ordenación sacerdotal a los 24 años de edad el 22 de marzo de 1788. 

Uno de los lugares en donde desempeña su pastoral es en el colegio de Lisieux, en el cual hace parte de la llamada “Congregación de la Inmaculada”, organización laical que honra de manera particular a María, en una época en la que el dogma de la Inmaculada Concepción aún no había sido definido, pero que ya san Juan Eudes argumenta magistralmente con fundamentación bíblica y teológica (Cfr. Oeuvres Complètes, V, 100-436). La Espiritualidad Eudista, centrada en el amor a Jesús y María, le llena y le fortalece en las diferentes actividades, gozos y sufrimiento de la vida diaria. 

Carlos Nicolás conoce la oración propuesta por san Juan Eudes, llamada “profesión de humildad”, igualmente hace suya la espiritualidad de la formación de Jesús en nuestro corazón, para lo cual el “ejercicio del mediodía”, es un medio práctico, que ayuda a reconocer nuestra debilidad y nuestras carencias espirituales, a contemplar a Jesús, a adorarlo y a pedirle que continúe en nosotros sus sentimientos, sus disposiciones e intenciones, de modo que nuestra vida sea una continuación real de su vida. 

Al estallar la revolución francesa, la situación del país y de la Iglesia toma un rumbo inesperado en Francia. La iglesia es perseguida, los sacerdotes son buscados, detenidos, confinados en diversos sitios de Francia y colocados, bajo presión, ante la obligación de prestar un juramento de fidelidad a la “Constitución Civil del Clero”, que implica obediencia a la revolución y, por consiguiente, dejar de obedecer al Papa. La situación era realmente angustiosa y dramática. Se abría un camino por el cual algunos optaron: huir de Francia, solución que equivalía al destierro.

En 1791, a la edad de 28 años se rehúsa valientemente a firmar el juramento y se niega a huir de Francia, consciente de las consecuencias de semejante decisión. Su argumento es muy claro: un sacerdote tiene compromiso con la Iglesia y sirve a la Iglesia, no es empleado civil del gobierno y, por tanto, no puede ser obligado a jurarle fidelidad a la revolución. Su convicción radica en que es sacerdote y como tal debe llevar una vida coherente a su estado.

El 22 de abril de 1793 vuelve a rehusarse a pronunciar tal juramento y se afirma en su fidelidad sacerdotal. Entonces es detenido y confinado en la prisión de Saint-Vivian, lugar de paso para ser enviado al puerto de Rochefort, Charante Marítima, en donde los detenidos debes iniciar el embarco, en calidad de prisioneros, para la Guayana Francesa, en condiciones muy difíciles. En el puerto se hallaban dos embarcaciones, conocidas como “pontones”, que se utilizaban como barcos de carga o servían como bodegas. Un pontón tenía el nombre de “Washington” y el otro se llamaba “Los dos Asociados”.

Los barcos nunca zarparon del puerto, sino que sirvieron como prisión en condiciones inhumanas para los presos. El 11 de abril de 1794 fueron confinados en las bodegas de los pontones 827 prisioneros entre sacerdotes y religiosos que se rehusaron a firmar el documento de la Constitución Civil del Clero. Era el inicio de su propio calvario, que Carlos Nicolás asumió con la misma valentía con que se rehusó, en dos ocasiones, a firmar el juramento, sostenido por la espiritualidad del amor, propuesta por san Juan Eudes. El padre Ancel fue enviado al pontón “Los Dos Asociados” con otros compañeros detenidos.

Entre los prisioneros había un sacerdote, que tallaba la madera, quien poco a poco fue dando forma a un crucifijo, que se convirtió en signo de consuelo, en centro de las miradas y que fue como una fuerza animadora para los sacerdotes y religiosos prisioneros pues se convertía en un estímulo de oración y creaba un espacio sagrado para las confesiones o las oraciones por los enfermos, que iban multiplicándose por las condiciones tan adversas en las que se encontraban. Durante el cautiverio murieron 542 personas. 

El 29 de julio de 1794, a causa de una enfermedad contraída en el pontón, muere el P. Carlos Nicolás Ancel, en el barco “Los Dos Asociados”. La liberación de los 285 sobrevivientes tuvo lugar el 12 de febrero de 1795. El Papa San Juan Pablo II beatificó al Padre Carlos Ancel y 63 compañeros más en octubre de 1995, en Roma.

Beatos mártires Eudistas Francisco Luis, Francisco Lefranc y Pedro Pottier

Los mártires Eudistas Francisco Luis Hébert, Francisco Lefranc y Pedro Claudio Pottier, junto con un gran número de religiosos de otras comunidades como los jesuitas y franciscanos, mártires de la Revolución Francesa los días 02 y 03 de septiembre del año 1972, por negarse a jurar la Constitución civil del clero, que ellos consideraban contraria a la fe, fueron beatificados en 1926 por el papa Pío XI.

El padre Francisco Luis Hebert (1735-1792), en la época de su martirio, se desempeñaba como coadjutor del Superior General y trabajaba como prefecto de ordenandos de Caen, era confesor del rey, sobre el cual ejercía una benéfica influencia, hasta el punto de ser el inspirador del voto nacional al Sagrado Corazón en Francia. 

El padre Francisco Lefranc (1739-1792) era el vicario general de Coutances y Superior del seminario mayor de esta Diócesis. Se descató por su lucha contra los masones. 

El padre Pedro Claudio Pottier (1743- 1792) era el superior del seminario SaintVivien de Rouen. Firmó el juramento de la constitución civil del clero. La reacción de los seminaristas y de su propia madre fue de rechazo, lo cual lo llevó a reflexionar y en un admirable acto de humildad, de conversión y de sensatez cristiana, se retractó públicamente. Son proverbiales sus sermones escritos en contra de la Revolución, como un movimiento antirreligioso manipulado por los masones de Francia.


sábado, 15 de agosto de 2020

Beato Michael J. McGivney

Michael Joseph McGivney nació en Waterbury, Conn.(USA), el 12 de agosto de 1852, fue el primogénito de Patrick y Mary (Lynch) McGivney. Sus padres llegaron a Estados Unidos con la gran ola de migrantes irlandeses del siglo XIX, y se casaron en Waterbury. Patrick fue moldeador en el calor y los vapores nocivos de una fábrica de latón. Mary dio a luz a 13 niños, seis de los cuales fallecieron, lo que dejó a Michael con cuatro hermanas y dos hermanos vivos. La vida no era fácil, especialmente para familias de inmigrantes católicos que a menudo se enfrentaban a prejuicios, exclusión social y desventajas financieras y sociales. El joven Michael, por lo tanto, experimentó desde muy joven el dolor, el fanatismo anticatólico y la pobreza. Pero su fe lo sostuvo. En casa y en la iglesia, aprendió sobre el amor, la fe, la fortaleza, la oración y poner el amor de Dios por encima de cualquier recompensa terrenal, y adoptó todo esto en su vida.

Michael asistió a las escuelas públicas en los barrios de clase trabajadora de Waterbury. Fue un buen estudiante, se destacó por su “excelente conducta y competencia en sus estudios.” A los 13 años, poco después de la Guerra Civil, se graduó con tres años de anticipación y comenzó a trabajar en el departamento de producción de cucharas de una fábrica de bronce para llevar unos cuantos dólares más a su familia.

En 1868, Michael, de 16 años, dejó su hogar para seguir el llamado de Dios hacia el sacerdocio. Su formación como seminarista fue generosa y diversa; abarcó dos países, cuatro seminarios e instrucción de tres órdenes religiosas: los vicentinos, orientados a la beneficencia, los jesuitas, que eran académicamente rigurosos, y los sulpicianos, que eran experimentados formadores del clero diocesano.

A lo largo de su formación, sus virtudes personales, su preocupación por los demás y el uso del talento intelectual dado por Dios lo hicieron destacar. En el Colegio de St. Hyacinthe en Quebec, Canadá, recibió un premio por su dedicación a los estudios. También destacó académicamente en el Seminario de Nuestra Señora de Los Ángeles de Niagara Falls, N.Y. y en el Seminario St. Mary’s de Montreal.

En junio de 1873, sobrevino una tragedia con la muerte de su padre, lo que casi lleva al término de la vocación de 20 años de Michael. Regresó a Waterbury para el funeral, no sabía si continuaría en el seminario y si regresaría a trabajar en la fábrica para apoyar a su familia. Por gracia de Dios, el obispo de Hartford intervino. Al ver el gran potencial sacerdotal de Michael, le proporcionó apoyo financiero para que pudiera ingresar en el Seminario St. Mary en Baltimore. Allí, Michael fue nombrado sacristán, una responsabilidad que destacó su reputación por la piedad y el cumplimiento. La santidad no lo alejó de las demás personas, y se le recordaba por su sentido del humor y entusiasmo por el juego de béisbol, que era relativamente nuevo.

Después de cuatro años de estudio, el arzobispo (luego cardenal) James Gibbons ordenó a Michael el 22 de diciembre de 1877 en la histórica Catedral de la Asunción de Baltimore, la primera catedral de la nación. Unos días después, con su madre viuda presente, el padre Michael J. McGivney celebró su primera misa pública en la iglesia de la Inmaculada Concepción en Waterbury, donde comenzó su vida sacerdotal, una vocación ajetreada y difícil, que en aquel entonces tenía una esperanza de vida de solo unos 40 años.

El Padre McGivney fue asignado como vicario (asistente) de la iglesia de St. Mary, el primer párroco católico en la ajetreada ciudad portuaria de New Haven. Allí se enfrentó a los desafíos relacionados con la escasez de sacerdotes, la deuda de la parroquia, las enfermedades y la hostilidad hacia los católicos. La iglesia se convirtió en un pararrayos de la burla anticatólica, que expresó un titular del New York Times: “Cómo una avenida aristocrática se manchó con la construcción de una iglesia romana”. Ante dicha situación se enfrentó el Padre McGivney, que manejaba las relaciones con los no católicos con dignidad, a la vez que se esforzó por prevenir que la hostilidad de la cultura erosionara la fe de sus seguidores.

Buscado por su sabio consejo, y su papel decisivo en una serie de conversiones al catolicismo, el Padre McGivney tenía el don de tocar corazones y de conducir las almas a Dios.

En un importante caso que tuvo una gran cobertura de la prensa, atendió a James (Chip) Smith, un católico de 21 años que estaba condenado a muerte por disparar y matar a un oficial de policía estando ebrio. El Padre McGivney lo visitó todos los días para darle consejo, oración y misa en la cárcel de la ciudad durante varios meses. Esto tuvo un efecto profundo. El cambio de vida del joven fue tan notorio que los periódicos locales aplaudieron el apostolado del Padre McGivney.

Después de la misa en el día de la ejecución, la aflicción del padre fue muy profunda. Smith le reconfortó, diciendo: “Padre, sus santos ministerios me han permitido encontrarme con la muerte sin temor. No tema por mí, no me doblegaré ahora”. El Padre McGivney caminó con él hasta el final orando y bendiciéndole hasta llegar al andamiaje.

De corazón sacerdotal, acompañó a personas de todas las edades y condiciones de vida en su sufrimiento e incertidumbre, y encontró formas prácticas de satisfacer sus necesidades. Aunque su primera preocupación era siempre la fe de su rebaño, también estaba preocupado por cuestiones familiares, sociales, financieras, cívicas y sociales. Su comportamiento fuerte y sereno mostraba la ley y misericordia de Dios, y las personas se sentían atraídas naturalmente hacia su trato reservado pero amable. Con la intención de construir una parroquia dinámica para su rebaño trabajador y en gran parte pobre, organizó obras de teatro parroquiales, salidas y ferias, y revitalizó un grupo dedicado a la superación del alcoholismo dentro de su comunidad.

Según uno de sus contemporáneos, la vida del Padre McGivney “era un libro abierto, cuyas páginas todos podían leer, y la influencia que irradiaba de su personalidad activa, enérgica y celosa, llevó a muchos pobres vagabundos a la casa de Dios, de vuelta a la fe de su infancia, y al sagrado tribunal de la penitencia, en el que con fe, contrición y humildad, se reconcilió con su Padre Celestial. El padre McGivney era ante todo activo. Su energía era incansable, siempre buscando nuevas salidas, y con esta disposición estamos en deuda por la existencia de los Caballeros de Colón”.

En un artículo titulado “La personalidad del padre McGivney”, un compañero sacerdote describió su porte en términos casi místicos: “Era un ‘rostro de sacerdote’ y eso explica todo. Era un rostro de reposo maravilloso. No había nada duro en ese semblante, aunque estaba representada la fortaleza”. En una línea similar, un laico escribió que la voz firme y tranquilizadora del Padre McGivney atrajo incluso a algunos no católicos a la iglesia para escucharlo predicar.

Un hombre de visión estratégica, el padre McGivney trabajó estrechamente con los principales hombres católicos de la ciudad, a los que reunía en el sótano de la iglesia St. Mary para explorar la idea de una sociedad católica de beneficio fraternal. La nueva orden ayudaría a los hombres a mantener su fe, argumentaría que se puede ser tanto un buen católico como un buen ciudadano estadounidense y ayudaría financieramente a las familias que perdieran el proveedor de la familia para que permanezcan juntas, de manera que puedan encontrar un bienestar temporal y evitar una disolución que podría erosionar también su fe.

En las palabras de un párroco: “Era un hombre del pueblo. Era un entusiasta del bienestar del pueblo, y toda la amabilidad de su espíritu orgulloso se afirmó con más fuerza por su esfuerzo incesante de mejorar su condición”.

Al crear una próspera comunidad parroquial, cuando transfirieron al padre McGivney de la parroquia de St. Mary en New Haven para convertirse en párroco de la parroquia de St. Thomas en Thomaston, la pena entre sus feligreses fue palpable. Un periodista que cubrió su última misa en St. Mary describió la escena: “Al parecer, una congregación nunca se vio tan afectada por el discurso de despedida de un clérigo como la gran audiencia que llenó St. Mary ayer. Algunos de los presentes lloraban en voz alta y otros sollozaban con gran intensidad.”

Como un adelantado de su tiempo, el Padre McGivney tuvo un sentido agudo de la vocación, las necesidades y las contribuciones potenciales del laico, y llevó a su comunidad a la vida y actividades de la parroquia. Este respeto por el laicado llevó al Padre McGivney a fundar los Caballeros de Colón, una organización fraternal para hombres católicos, en 1882.

El joven sacerdote diseñó una forma de fortalecer la fe católica de los hombres y sus familias a la vez que ofrecía protección financiera cuando sufrían la muerte del proveedor de la familia. Tenía muy en claro que mantener a las familias juntas contribuía a las necesidades temporales y espirituales. En esa época, sin medios de apoyo financiero, las familias a menudo se dividían, por lo que tanto la integridad familiar como la fe se veían amenazadas, según el destino de los diversos miembros de la familia. La nueva fraternidad se diseñó para proporcionarles a los hombres católicos una alternativa a las sociedades secretas anticatólicas que ofrecían un avance social y laboral, pero que los alejaban de la fe.

El Padre McGivney propuso que el nuevo grupo se nombrara Cristóbal Colón. Con la admiración de todo el mundo como heroico descubridor del Nuevo Mundo, Colón resaltó las profundas raíces de los católicos en América y la larga historia de la evangelización católica en este hemisferio.

El 29 de marzo, un día celebrado anualmente como el día del fundador, la legislatura de Connecticut otorgó un estatuto que estableció a los Caballeros de Colón como una empresa legal.

El nombre “Caballeros” atrajo a los veteranos de la Guerra Civil del grupo que vieron los principios de la caballería en la protección de la fe de la Orden, las finanzas familiares y los derechos civiles y religiosos de los católicos. Un miembro fundador escribió que el Padre McGivney fue “reconocido como fundador por 24 hombres con corazones llenos de alegría y agradecimiento, los que reconocieron que sin su optimismo, su voluntad de tener éxito, su orientación y consejo, ellos habrían fracasado.”

A pesar de muchos reveses, el 29 de marzo de 1882, un día celebrado anualmente como el día del fundador, la legislatura de Connecticut otorgó un estatuto que estableció a los Caballeros de Colón como una empresa legal.

En una carta a los sacerdotes de su diócesis, el Padre McGivney dijo que el primer objetivo de fundar los Caballeros de Colón fue “evitar que las personas entraran en sociedades secretas al ofrecerles las mismas ventajas, e incluso mejores, a los miembros”. El segundo propósito fue “unir a los hombres de nuestra fe a través de la Diócesis de Hartford, para que así podamos ganar fuerza y ayudarnos unos a otros en tiempos de enfermedad, para proveer un entierro decente y para prestar asistencia pecuniaria a las familias de miembros fallecidos”.

Los principios originales de la Orden fueron unidad y caridad. “Unidad para ganar fuerza para ser caritativos entre sí en la benevolencia durante nuestras vidas y para prestar ayuda financiera a aquellos que tenemos que llevar luto”, escribió el Padre McGivney. Los principios de la fraternidad y el patriotismo se añadieron en los años que siguieron. Los Caballeros fueron dirigidos por su fundador a asumir a los numerosos desafíos a los que se enfrenta la vida familiar católica: pobreza, muerte temprana, sociedades secretas, anticatolicismo, con la flexibilidad de asumir otras tareas en el futuro. Con una visión del crecimiento, les pidió a los párrocos en Connecticut, su bondadosa ayuda “en la formación de un consejo en su parroquia”.

Como indicación del respeto que tenían los primeros Caballeros por el liderazgo del Padre McGivney, decidieron elegirlo como el director de la nueva Orden. Sin embargo, el humilde sacerdote insistió en que un hombre laico debería encabezar la organización laica. James T. Mullen, veterano de la Guerra Civil, fue elegido como el primer caballero supremo, y el Padre McGivney ocupó el puesto del secretario supremo. Dos años más tarde, cuando las operaciones estaban sobre una base sólida, el Padre McGivney renunció a su puesto ejecutivo para convertirse en el capellán supremo, y explicó que su primera obligación con la Orden era servir como sacerdote.

En noviembre de 1884, el Padre McGivney fue nombrado pastor de la Iglesia de St. Thomas en Thomaston, una ciudad dedicada a la manufactura a más de 30 millas de New Haven, nombrada en honor del fabricante de relojes Seth Thomas. La parroquia sirvió a los parroquianos de clase trabajadora que tenían pocos recursos más allá de su fe. Con aceptación devota, el Padre McGivney dejó atrás los siete años en St. Mary y se mudó de la bulliciosa ciudad de New Haven al pequeño pueblo de Thomaston.

En su última misa en St. Mary’s, la gran iglesia estaba llena de almas agradecidas que se sintieron más cerca de Dios gracias a su ministerio. Un testimonio impreso dijo que su cortesía, amabilidad y pureza de vida, a pesar de las cargas y aflicciones, habían “asegurado el amor y la confianza de la gente de St. Mary’s, la cual le seguirá siempre en su futuro trabajo”. Su rebaño en New Haven estaba desconsolado cuando se fue.

En sus seis años en St. Thomas, el Padre McGivney fue un pastor admirable que construyó fuertes lazos con los parroquianos y cuidó de su bienestar espiritual y temporal. También se encargó de una iglesia de misión conduciendo su caballo y carroza para celebrar la masa dominical en ambos sitios. Continuó sirviendo como capellán supremo, pero como un verdadero “Padre” y pastor de almas, confió en los líderes de la Orden en New Haven para que llevaran el trabajo que él empezó con ellos, conforme los Caballeros de Colón continuaron creciendo más allá de Connecticut.

El Padre McGivney, que nunca gozó de buena salud, enfermó de tuberculosis y sufrió una fuerte pulmonía en enero de 1890. El joven sacerdote perdió fuerza física al mismo tiempo que su Orden avanzaba hacia una nueva vitalidad. Después de buscar remedios, finalmente fue confinado a estar cama en la rectoría, donde su preocupación y sus oraciones por su parroquia aumentaron. Falleció el 14 de agosto, dos días después de su cumplir 38 años.

El funeral fue una muestra del amor y respeto de las personas hacia el trabajador sacerdote parroquial. Su funeral atrajo católicos de todo el estado, incluyendo al obispo, más de 70 sacerdotes y líderes cívicos. 

Hoy en día, los restos del Padre McGivney están enterrados en un sarcófago pulido en la iglesia de St. Mary’s en New Haven, donde se fundó a los Caballeros de Colón. Será beatificado durante este año 2020.

Beato Fray Cosme Spessotto

Fray Cosme nace en Mansué de Treviso, ubicado en Italia; un 28 de enero de 1923, en el seno de una familia campesina pobre y humilde. El padre se llamaba Vitorio Spessotto y la madre, Josefina Zamuner.

Escuchando el llamado de Dios ingresó al Seminario de Lonigo, el 3 de septiembre de 1935 cuando cumplió sus doce años. Fue ordenado trece años después: El 27 de junio de 1948, en la Basílica de la Madonna della Salute, Venecia, Italia. Dos años más tarde fue enviado a El Salvador, llegando al Puerto de La Unión, el 4 de abril de 1950. Dejó a su familia, amistades y tierra que le vio nacer, para venir a trabajar a un país lejano. No le importó. Todo lo dejó por amor a Dios.  A su llegada tomó posesión de la Parroquia de San Pedro Nonualco, Departamento La Paz, atendiendo un extenso territorio compuesto por San Pedro Nonualco, Santa María Ostuma y Mercedes La Ceiba. Años después, fue enviado a la Parroquia de San Juan Nonualco, donde fue enterrado tras su martirio. Como buen hijo de San Francisco, viendo que la Iglesia antigua estaba muy deteriorada, construyó una nueva; y junto a esta obra, con el deseo de ayudar a la educación de las nuevas generaciones, construyó la Escuela Parroquial, Papa Juan XXIII. Fue difícil terminar con ambas obras; pero con la ayuda de Dios y gente de buen corazón lo logró.

Fray Cosme ayudaba a enfermos y cuantos le necesitaran en su Jeep Samaritano; ayudaba a los pobres, enterraba a los muertos a costa de exponer su vida a una venganza por parte de las autoridades. Le encantaba sembrar uvas y compartirlas, sobre todo, con los niños y niñas del pueblo a quienes era cercano: Se quedaba a jugar con los acólitos, en bicicleta, patineta u otro juego. Promovió movimientos como Caballeros de Cristo Rey; impartía catequesis; era eminentemente eucarístico y mariano: Preparaba catequistas. Hacía retiros. Predicaba incansablemente. Hasta escribía folletos de apologética. No quería católicos cobardes, sino valientes como buenos y heroicos soldados de Cristo. Era un sacerdote comprometido.

Por ningún lado se atisba que este sacerdote fuera un subversivo, comunista; pero, las amenazas empezaron a llegar:  Le enviaban anónimos que no detenían su misión: La muerte le llegó en San Juan Nonualco, el 14 de junio de 1980, inmediatamente después de celebrar la santa Misa, estaba orando en el Templo, cuando en ese momento… entran dos desconocidos con pelucas, sacan sus armas y sin piedad y respeto por el lugar y la persona, le disparan al corazón. El Padre Cosme cayó en un mar de sangre. Como buen seguidor e imitador del Mártir en Plenitud, Fray Cosme había perdonado a sus enemigos, incluso antes del atentado. A su muerte, encontraron en su escritorio un Testamento espiritual en el que dejó plasmado su sentir: "Desde ahora yo perdono y pido al Señor por la conversión de los autores de mi muerte. Agradezco a todos mis feligreses quienes, con sus oraciones y muestras de cariño, me han animado a darles el último testimonio de mi vida para que ellos también sean buenos soldados de Cristo". Fue un valiente soldado de Cristo. Sufrió y murió en el cumplimiento de su misión. Ahora, este hijo de San Francisco, yace entre nosotros y es uno de nuestro mártires.


El Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación de los decretos relativos a la causa de beatificación, entre los cuales se encuentra el padre Cosme Spessotto, asesinado por “odio a la fe", el 14 de junio de 1980, en el municipio de San Juan Nonualco, departamento de La Paz. Fue beatificado el 22 de enero de 2022.

Venerable Fray Rafael Almansa Riaño

Rafael Manuel Almansa Riaño nació en Bogotá el 2 de agosto de 1840. Fue religioso de la Provincia de los Frailes Menores en Colombia, en la cual emitió su profesión en 1865. Después de las leyes subversivas y de la dispersión de las comunidades religiosas, en 1866 fue recibido por el Obispo de Nueva Pamplona que en aquel año lo ordenó sacerdote. Vuelto a Bogotá, en 1897 el Arzobispo Mon. Bernardo Herrera Restrepo, que lo estimaba mucho, lo encardinó en la arquidiócesis y le confió la iglesia de San Diego, un tiempo atendida de los Frailes Menores. Aquí el P. Almansa, que había obtenido del Ministro General la facultad de continuar portando el hábito religioso, continuó su fervoroso apostolado con el mismo espíritu de simplicidad y de humildad de San Francisco. Verdadero “ángel de la paz” tuvo acceso a las casas de los pobres y de los ricos, de los humildes y de los potentes irradiando en su entorno el amor a Dios y a la Iglesia. Desarrolló una gran obra de pacificación y de mediación en momento críticos para la historia de su patria. Pobre entre los pobres, modesto y pacífico, ejercitó su ministerio de caridad hasta el final de su vida. Rodeado de una gran fama de santidad murió en Bogotá el 28 de junio de 1927. Su causa de beatificación tuvo inicio en 1995, Fue declarado Venerable el 26 de mayo de 2016, por el Papa Francisco.

Venerable Magdalena del Sagrado Corazón Taylor

Frances Margaret Taylor nació el 20 de enero de 1832 en Stoke Rochford, Lincolnshire. Su padre, el reverendo Henry Taylor (1777-1842), era un sacerdote anglicano y Frances era la menor de diez hermanos. Su feliz infancia en el campo llegó a su fin en 1842 cuando murió su padre y la familia tuvo que mudarse a Londres.La familia vivía en Saint John's Wood, donde la joven Fanny Taylor y sus hermanas mayores estaban fuertemente influenciadas por el Movimiento de Oxford. La pobreza y la miseria del Londres del siglo XIX, la sorprendió y su compasión la impulsó a trabajar con los pobres, y se involucró en muchas actividades caritativas, incluida la obra de las Hermanas Anglicanas de la Misericordia de la Santísima Trinidad en Devonport. .

Fue a Crimea con las enfermeras voluntarias de Florence Nightingale en 1854. La difícil situación de los soldados heridos, la fe de los jóvenes irlandeses y la dedicación de las Hermanas de la Misericordia irlandesas la inspiraron a convertirse en católica romana, y fue recibida en la Iglesia Católica el 14 de abril de 1855 por un sacerdote jesuita, el padre Joseph Woollett (1818-1898), que había sido capellán en la Guerra de Crimea.

En 1856, cuando la guerra de Crimea estaba llegando a su fin, Frances regresó a Londres para cuidar de su madre enferma y de su hermano. Para mantener a su familia, recurrió a la escritura, contando sus experiencias como enfermera en tiempos de guerra.

En 1857 publicó su primer libro, “Eastern Hospitals and English Nurses”, un llamamiento a la reforma del sistema de enfermería y de la forma en que se trataba a los pobres. Fue un éxito instantáneo. Lanzó una carrera como autora, periodista, editora y traductora de obras de ficción y no ficción.

Después de cuatro visitas a Irlanda entre 1864 y 1867, Frances publicó "Irish Homes and Irish Hearts". Estos años en Irlanda marcaron un hito en su vida, casi como si sintiera que allí encontraría la respuesta a la búsqueda de su vocación. Regresó a casa confirmada en su deseo de servir a los pobres, lo que significó una vida muy diferente a la respetada carrera que había construido como escritora y editora.

El 24 de septiembre de 1869. Tomó el nombre de Madre Magdalena y con tres compañeras comenzó la obra de las Siervas Pobres de la Madre de Dios. Respondieron a las necesidades de la época, trabajando con los más vulnerables, especialmente mujeres y niños, y reconociendo y valorando la dignidad y el valor de cada persona.

Su comunidad abrió su primera casa en Roehampton en 1871. Las fundaciones irlandesas durante la vida de la Madre Magdalena incluyeron Limerick, (1874), Carrigtwohill, Cork (1875), Monkstown, Cork (1881), Dublín (1888) y su última fundación en Loughlinstown (1899).

La Madre Magdalena murió en Soho Square, Londres, el 9 de junio de 1900. Hoy en día, la congregación que fundó continúa el trabajo iniciado por la Madre Magdalena en el trabajo social, pastoral, de salud, educación y alcance en Gran Bretaña, Irlanda, Norteamérica, Kenia e Italia.

El 13 de junio de 2014, el Papa Francisco declaró a Madre Magdalena, 'Venerable' y poniéndola en el camino de ser declarada santa. La comunidad que fundó espera verla canonizada y espera que esto inspire a otros con su visión.

Beata María Teresa de San José Tausher

Nació en Sandow (Brandenburgo, hoy Polonia), el 19 de junio de 1855. Su padre era pastor luterano, y su madre, aunque era luterana, sentía un gran amor por la santísima Virgen, por lo cual, el 24 de julio, cuando su hija fue bautizada, le puso el nombre de Ana María. Administró el bautismo su abuelo paterno, también él pastor luterano.

Su infancia transcurrió de modo feliz y despreocupado, con su madre, a quien amaba tiernamente, y con su padre, que le dedicaba los ratos libres de su ministerio.

En mayo de 1862 su padre fue nombrado superintendente en Arnswalde, a donde se mudó con la familia, que mientras tanto había aumentado con el nacimiento de otras dos niñas: Lisa y Magdalena.

En aquel ambiente tan diverso, Ana María comenzó una vida nueva, ya no en la soledad del campo, sino en el movimiento de una gran casa parroquial, donde su padre y su madre se dedicaban con gran empeño a las diversas actividades pastorales y caritativas. En efecto, su madre, acompañada por ella, reunía a los niños para el catecismo y visitaba a los pobres y a los enfermos. Así se suscitó en Ana María un gran amor al prójimo, especialmente a los más necesitados.

En 1865 su padre fue trasladado a Berlín. Allí Ana María comenzó a sentirse mal, por lo cual tuvo que dejar la escuela, a la que volvió después con mucho esfuerzo. A causa de su delicada salud y con vistas a los estudios, en 1870 sus padres decidieron enviarla, con su hermana Lisa, a un colegio para niñas de los Hermanos Moravos, situado en el campo. Entre ellos había personas muy devotas y en Ana María surgió el deseo de hacerse "monja".

El aire sano la ayudó a restablecerse pronto, y en contacto con la naturaleza su temperamento tímido fue abriéndose más. Sin embargo, se opuso a todo tipo de lisonjas y vanidades, manteniendo su estilo de vida serio, leal y lleno de bondad, siempre dispuesta a intervenir con generosidad ante cualquier necesidad o petición.

Durante la Pascua de 1872 su padre la hizo volver a casa para que recibiera la Confirmación. Fue para ella una gran prueba, porque se sentía cada vez más alejada del luteranismo. En algunas ocasiones, incluso en el colegio para niñas, no había querido decir a qué religión pertenecía, declarando que seguía una suya propia. En discusiones con pastores protestantes que frecuentaban a su familia, se comentó que su manera de razonar era más católica que protestante.

Pasó el verano de 1873 en casa de sus abuelos. En esa circunstancia recibió una propuesta de matrimonio, que rechazó inmediatamente, afrontando con firmeza la ira de su abuelo, al que, por lo demás, amaba mucho.

En 1874 murió su madre, que sólo tenía 45 años de edad, y Ana María, quebrantada por el dolor, tuvo que hacerse cargo de la familia. Cinco años después, su padre volvió a casarse, y la eximió de esa responsabilidad. Así, pudo finalmente realizar el deseo que cultivaba desde hacía mucho tiempo: constituir una asociación de señoritas que se dedicaran a diversas labores manuales, para después venderlas y así ayudar a las misiones.

Para ofrecer a Dios un gran sacrificio, aceptó en Colonia el cargo de directora del manicomio de la ciudad. En medio de las duras pruebas derivadas del contacto con los enfermos mentales, recibió la gracia de Dios de adherirse a la fe católica. Fue acogida oficialmente en la Iglesia católica el 30 de octubre de 1888.

Cada vez sentía más intensamente el deseo de consagrarse completamente a Dios. Después de leer el libro de la autobiografía de santa Teresa de Jesús, se orientó hacia el Carmelo, pero su confesor le dijo que no era ese su camino. Con el tiempo vio claramente que Dios la llamaba a fundar una congregación que, impregnada del espíritu carmelitano de oración y reparación, se dedicara a la asistencia a los niños huérfanos, pobres y abandonados: las Carmelitas del Divino Corazón de Jesús.

En su autobiografía narra los grandes sufrimientos que afrontó al inicio de la Congregación.
Expulsada de la casa paterna, así como de Alemania, donde el cardenal Kopp le negó la autorización de llevar el hábito religioso, anduvo errante de un país a otro, hasta que llegó a Rocca di Papa, cerca de Roma, donde en junio de 1904 el cardenal Satolli le dio permiso de conseguir una vieja casa, que llamó: el Carmelo del Divino Corazón de Jesús. Allí, el 3 de enero de 1906, la madre y sus primeras compañeras emitieron los primeros votos religiosos válidos según el derecho canónico.

Pasada la tribulación, le fue permitido volver a Alemania, donde se habían multiplicado sus obras, llamadas "Casas de San José". En 1912 partió para América para fundar allí el Carmelo del Divino Corazón de Jesús. Mientras se ocupaba de las nuevas fundaciones, estalló en Europa la primera guerra mundial y la casa madre de Rocca di Papa fue expropiada por el Gobierno italiano por ser "propiedad alemana".

Cuando volvió de América, en 1920, tuvo que buscar una nueva casa madre. La encontró en Sittard, Holanda. Allí pasó los últimos años de su vida. A causa de su deteriorada salud ya no podía viajar. Se dedicaba a la formación espiritual de sus religiosas y a la consolidación de la Congregación, elaborando las Constituciones.

Murió santamente el 20 de septiembre de 1938.

Fue beatificada el 13 de mayo de 2006, en Roermond (Países Bajos).

Santa María Cristina de la Inmaculada Concepción Brando

Nació en Nápoles el 1 de mayo de 1856. Su madre murió pocos días después. De carácter amable y dócil, recibió una buena educación religiosa. Pronto dio signos de una clara inclinación a la oración y a la virginidad. Atraída por las cosas de Dios, huía de las vanidades mundanas, amaba la soledad, acudía con frecuencia al sacramento de la penitencia y diariamente a la sagrada Comunión. Solía repetir: "Debo ser santa; quiero ser santa". A los doce años hizo voto de castidad perpetua ante una imagen del Niño Jesús.

En 1876 ingresó en la congregación de las Sacramentinas de Nápoles, tomando el nombre de María Cristina de la Inmaculada Concepción. Por motivos de salud tuvo que abandonar ese camino que había iniciado con tanto fervor.

Entonces comprendió que había llegado el momento de dar vida a un instituto, misión a la que se sentía llamada. En 1878 fundó las Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, congregación que creció rápidamente, a pesar de las estrecheces económicas, las oposiciones y la salud precaria de la fundadora. Después de cambiar de sede varias veces, la comunidad, por consejo del siervo de Dios Michelangelo da Marigliano y del beato Ludovico de Casoria, se estableció en Casoria, cerca de Nápoles. El nuevo instituto afrontó numerosas y serias dificultades, pero siempre experimentó la ayuda de la divina Providencia, y pudo contar con el apoyo de muchos bienhechores y amigos eclesiásticos. La congregación se incrementó con nuevos miembros y casas, mostrando gran solicitud por la educación de niños y niñas. En 1897 la sierva de Dios emitió los votos temporales. El 20 de julio de 1903 la congregación obtuvo la aprobación canónica por parte de la Santa Sede, y el 2 de noviembre de ese mismo año la fundadora, juntamente con muchas hermanas, emitió la profesión perpetua.

Vivió su consagración con generosidad, con perseverancia y gozo espiritual, y desempeñó el cargo de superiora general con humildad, prudencia y amabilidad, dando a las hermanas continuos ejemplos de fidelidad a Dios y a la vocación.

Su vida siempre estuvo iluminada por una fe sencilla, firme y viva, que alimentó con la escucha de la palabra de Dios, con la fructuosa participación en los sacramentos, con la asidua meditación de las verdades eternas y con la oración ferviente. Cultivó particularmente la devoción a la Encarnación, a la pasión y muerte de Cristo, y a la Eucaristía. Para estar más cerca del Sagrario, con el espíritu y con el cuerpo, mandó construir una celda contigua a la iglesia.

Fue muy intensa su espiritualidad reparadora, hasta el punto de que se convirtió en el carisma de su congregación. "El fin principal de la Obra -afirma- es la reparación de los ultrajes que recibe el Sagrado Corazón de Jesús en el santísimo Sacramento, especialmente las muchas irreverencias y descuidos, comuniones sacrílegas, sacramentos recibidos indignamente, misas mal escuchadas, y, lo que amargamente traspasa aquel Corazón santísimo, es que muchos de sus ministros y muchas almas consagradas a él se unen a esos ingratos (...). A las Adoratrices perpetuas el divino Corazón de Jesús ha querido encomendarles el dulce y sublime oficio de víctimas de perpetua adoración y reparación a su divino Corazón horriblemente ofendido y ultrajado en el Sacramento del amor".

Recorrió con gran empeño el camino de la santidad y progresó ininterrumpidamente en la imitación del Señor, en la obediencia al Evangelio y en la perfección cristiana. Murió el 20 de enero de 1906. Fue beatificada el 27 de abril de 2003. Canonizada por el Papa Francisco el 17 de mayo de 2015.