Catherine Simón de Longprey. Nació en Saint-Sauveur-le-Vicomte, Normandía (Francia) el 03 de mayo de 1632. Descendía de una familia noble. A los 11 años, en compromiso escrito y sellado con su propia sangre, hizo tres votos: tomar a la Virgen como Madre, no cometer nunca un pecado mortal y vivir en castidad perpetua.
Animada por san Juan Eudes, muy amigo de la familia, ingresó en la Orden de las Agustinas Hospitalarias de la Misericordia. La rutina pasó por su vida sin rozarla siquiera. No había cumplido los 16 años, cuando se presentó voluntaria para ir al Canadá, pero tuvo la férrea oposición de su familia. En 1648, a los 16 años, hizo sus primeros votos. Al profesar tomó el nombre de María Catalina de San Agustín. En mayo de ese mismo año se cumplió su deseo de partir a Canadá.
Llegó a Québec el 19 de Agosto de 1648. En el trayecto contrajo la peste y sanó con la intercesión de la Virgen María. Aprendió las lenguas de los nativos de las tribus indias a los que asistían, y fue un modelo de sencillez y donación. Viendo sus muchos talentos, la nombraron administradora del monasterio y directora del centro sanitario, consejera de la superiora y maestra de novicias; casi siempre estaba enferma, pero no se quejaba; era tan acogedora, amable y de tan gran dulzura, que todos quedaban encantados. Afrontó los sufrimientos con plena fidelidad a la voluntad de Dios. Fue agraciada con dones místicos y favores del cielo que han sido subrayados por sus biógrafos.
Murió de tuberculosis. Había consumado su vida siendo estrictamente fiel a este anhelo: «Que se haga tu voluntad» en un ejercicio permanente de caridad. Juan Pablo II la beatificó el 23 de abril de 1989.
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