El sacerdote Pedro Ortiz de Zárate nació el 29 de junio de 1626 en San Salvador de Jujuy (Argentina), en el seno de una familia de origen vasco. A los 18 años contrajo matrimonio con Petronila Ibarra Argañarás y Murguía, una mujer adinerada con la que tuvo dos hijos.
Desempeñó varios cargos públicos, entre ellos la de alcalde. Sin embargo, tras el fallecimiento de su esposa, decidió seguir su vocación sacerdotal. Pedro confió la educación de sus hijos a la abuela materna y fue ordenado sacerdote alrededor del año 1657.
En 1659 fue nombrado párroco de Jujuy, donde permaneció cerca de 24 años. Emprendió largos viajes para llegar a las poblaciones indígenas más aisladas y asistir a los pobres y enfermos. Promovió la construcción de iglesias y capillas, incluso dedicando para ello su propio patrimonio personal.
Por su parte Juan Antonio Solinas nació en Cerdeña, en la actual Italia. En 1663 entró en la Compañía de Jesús y realizó la profesión religiosa el 16 de junio de 1665.
En los primeros meses de 1672 manifestó a sus superiores su deseo de evangelizar a los pueblos aborígenes del Nuevo Mundo. Junto con algunos compañeros se trasladó primero a Barcelona, desde allí a Madrid y, por último, a Sevilla.
En la ciudad andaluza completó sus estudios de Teología y el 27 de mayo de 1673 fue ordenado sacerdote.
Ya en América, su primer destino de apostolado fue la Reducción de Itapúa, actual Paraguay, en 1678, donde se distinguió por su celo apostólico y su caridad hacia los nativos. Luego lo enviaron a la Reducción de Santa Ana.
Después de pasar un tiempo con los nativos de la etnia hohomas, en 1680 lo nombraron capellán militar. En los dos años siguientes trabajó en otras reducciones y en 1683 lo destinaron a la misión de Chaco junto con Pedro Ortiz de Zárate.
En mayo de 1683, ambos sacerdotes y otras setenta personas iniciaron un viaje largo y peligroso hasta el Valle del Zenta.
La muerte de los sacerdotes Pedro Ortiz de Zárate y de Juan Antonio Solinas ocurrió cuando evangelizaban a las poblaciones indígenas y asistían a los pobres del Valle del Zenta, junto con 18 laicos, entre ellos algunos indígenas.
El martirio sucedió después de la celebración de la Misa en el fuerte San Rafael. Los misioneros fueron rodeados por unos 150 indígenas que acercaron fingiendo intenciones pacíficas.
Cuando los misioneros se vieron indefensos y rodeados, los agresores los atacaron con lanzas y hachas. Luego los torturaron, mutilaron y, finalmente, los decapitaron.
La ceremonia de beatificación tuvo lugar el 2 de julio de 2022.
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