"Madre... ¡Regálanos a tu Niño! Esta vez no tomes por cunita un establo frío y sin lumbre; toma nuestros corazones que se han preparado anhelando la venida de tu Niño, sean nuestros corazones esa cunita para Él.
Madre, regálanos hoy, a todos tu Niño. Te prometemos que en cada corazón encontrará un lugar cálido. Te prometemos esto, y también que queremos amarlo y recibirlo como tú lo haces. Tu te arrodillas ante tu Niño, en adoración; también nosotros estamos arrodillados ante Él. Adorándolo en nuestro corazón. Tú le consagras todos los afectos, toda tu ternura, le regalas tu amor, le regalas tu espíritu de sacrifico, tu abnegación.
También nosotros queremos entregarte hoy todas esas virtudes, todos esos afectos y queremos abandonar en el corazón de este Niño pequeño, nuestros sufrimientos y nuestras culpas. Ya no estamos solos en el futuro. No somos nosotros los que llevamos, es Él quien nos lleva a nosotros. ¡Si pudiéramos ser tan niños como el Niño de María! ¡Si pudiéramos conversar con Él con esa espontaneidad, sencillez y alegría de niño simple...!"
Madre junto a tu Niño, regálanos hoy un profundo e íntimo amor a Él. Bendice a todos, a cada Rama y cada hijo de la Familia. Bendice a toda nuestra familia, para que nuestro pequeño Santuario se asemeje fielmente al pesebre de Belén, para que los representantes de los pueblos y naciones peregrinen a este Belén y para que salga del un torrente de bendiciones hacia el mundo, conduciéndolo de regreso al Padre, de regreso a Dios, al pequeño Rey del Pesebre... Amén
Escrita por el Padre Kentenich en 1928
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