miércoles, 31 de mayo de 2017

Beato José Gérard


José Gérard nació en la provincia de Lorraine, Francia, el 12 de marzo de 1831, en el seno de una familia de campesinos. Ingresó en el Seminario mayor de Nancy en 1849, y tras varias ocasiones en las que había podido escuchar las conferencias que los Misioneros Oblatos daban a los alumnos del Seminario, él y su compañero de seminario Mouchette consiguen el permiso para ingresar en el noviciado oblato de Nuestra Señora de L’Osier cerca de Grenoble. Es el año 1851.


El P. Richard, que fue su maestro de novicios, dijo de Gerard: “Creo que la Virgen quiere hacer de él un pequeño santo”. El 10 de mayo de 1852 fue admitido para hacer su profesión, su disposición la expresa así: “¡Oh Dios mío, sólo os pido una cosa, dadme, os conjuro, el espíritu de sacrificio que es el espíritu del verdadero Oblato de María Inmaculada! Sí, que yo sea una víctima perpetua, inmolada a vuestra gloria para la salvación de las almas. Dadme el amor a mi buena Madre…Que sea humilde, mortificado, caritativo.”

Continuó sus estudios en el seminario mayor de Marsella, bajo la dirección del P. Tempier. Recibió de manos de Monseñor Eugenio de Mazenod las órdenes menores, el subdiaconado y diaconado. Desde 1850, Roma había confiado a los Misioneros Oblatos el Vicariato Apostólico de Natal. La necesidad de enviar un segundo grupo de misioneros al África Austral, hace que Monseñor de Mazenod piense en enviar al joven diácono de 22 años a esta misión. El 10 de mayo de 1853, desde el puerto de Marsella salió hacia Natal. Algunos meses más tarde, el 13 de febrero de 1854 es ordenado sacerdote por Monseñor Allard, OMI. 

Los siguientes 60 años de su vida los pasa como misionero en estas tierras de África. Recorre las tierras del actual Lesotho, a lomos de su caballo “Artabán” en busca de cada persona. A lo largo de estos años de misión experimenta la falta de conversiones, pero también el fruto de su trabajo misionero: “Dios bondadoso nos consuela de vez en cuando con alguna conversión seria…Hace poco hemos tenido la alegría de bautizar, a una jornada de aquí, a un anciano…Cuando el agua santa se derramó sobre su frente endurecida, todo cambió. Yo enjugaba el agua santa lo mejor que podía y repetidas veces; cuando lo ungía con el santo crisma, sus pobres ojos estaban llenos de lágrimas de alegría y dicha. ¡Oh divina gracia, cómo sabes ablandar lo que hay de más duro, e iluminar lo que hay de más tenebroso!"

En 1914 una enfermedad lo postró, de tal modo que el 22 de mayo dijo su última misa, y descansó en el Señor el día 29 del mismo mes. Fue beatificado en 1988 en Maseru, capital de Lesotho por el propio Juan Pablo II.

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