(Isabel Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617) terciaria dominica peruana de la orden de los dominicos fue la primera santa de América. Tras haber dado signos de una intensa vida espiritual, a los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró su vida a la atención de los enfermos y niños y a las prácticas ascéticas, extendiéndose pronto la fama de su santidad.
Su devoción al Niño Jesús
De acuerdo con la tradición, se dice que Santa Rosa tenía en su casa una preciosa imagen del Divino Niño a la que muchas personas necesitadas de Lima, especialmente enfermos, acudían para verla y recibir de ella consuelo y alivio a sus enfermedades; de allí su apelativo de “Doctorcito”.
Ella, haciendo oración a su “Doctorcito o Mediquito” como le llamaba en tono familiar, les obtenía la salud a los enfermos. Desde entonces, el “Doctorcito de Santa Rosa”, por su intercesión, viene haciendo milagros para remediar las dolencias humanas.
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