Margarita nació en Metz, Lorena el 23 de abril de 1736. Fue la octava de 15 hermanos, hijos un cantero y su mujer, profundos cristianos, que educaron a sus hijos en la virtud y la fe cristiana. Además de Margarita, otras dos hermanas, Francisca y Antonia, serían Hijas de la Caridad, además de una sobrina. Su infancia fue dura, incluso fue peón de su padre en los trabajos de albañilería y cantería. A los dieciocho años Margarita sintió la vocación religiosa, encaminada al servicio de los pobres en las Hijas de la Caridad y así se lo confió a su familia, pero esta no quiso hablar del tema hasta la mayoría de edad. Así, el 23 de abril de 1757, a la par que cumplía 21 años, comenzó su noviciado en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad en París. Al instante le encargaron misiones con los enfermos y pobres, a los que servía como al mismo Cristo.
Terminado el noviciado, la enviaron a Pau, donde pronto organizó una pequeña fábrica de lana junto al hospital en el que servían las Hermanas. Con este telar, dio trabajo a las mujeres viudas o enfermas que no tenían sustento propio. De allí la destinaron a los hospitales de Fontainebleau, Brest, y otros, en los que dio ejemplo de caridad y abnegación heroicos, siendo amada por las gentes sencillas y sus superioras. En 1779 es nombrada superiora de la comunidad que D’Aulan, obispo de Dax quiere se haga cargo del nuevo hospital que ha fundado. Margarita, como buena Hija de la Caridad, organiza, asiste, visita, negocia. En poco tiempo al hospital añade una bella capilla y una escuela para niñas huérfanas o expósitas. Diez años más tarde, en 1789, se unirá a ella su sobrina, la religiosa Ana Sofía, quien será testigo de la vida sacrificada y del martirio de su tía, de lo que dejará constancia escrita.
Ese mismo año comienza la persecución contra la Iglesia, destruyendo junto a la libertad religiosa, el único socorro que tenían miles de pobres en toda Francia. La ciudad de Dax fue una de las que más padeció los desmanes a los que la Revolución Francesa nunca debió ceder. La Casa de las Hijas de la Caridad, obra preciosa de la Iglesia en la ciudad pronto se convirtió en el centro del odio contra la religión. Era una casa “refractaria”, “oscurantista”, donde “se obligaba a las mujeres a tener votos de esclavas”, a decir de quien no puede ver en el servicio abnegado a los pobres sino una esclavitud, solo porque su falta de religión le impide abnegarse igualmente. El obispo de la ciudad y el capellán de la Casa fueron destituidos por el Comité, y en su lugar nombraron a sacerdotes “juramentados”, o sea, que habían firmado la “Constitución Civil del Clero”, de sonado contenido anticristiano. Al verse acosadas en su aspecto externo, Margarita decidió que las religiosas vistieran de seglar, cosa que, en definitiva, es más afín al espíritu de San Vicente de Paúl (27 de septiembre y 26 de abril, traslación de las reliquias).
Continuaron su trabajo un tiempo más, hasta que en 1792 las Hijas de la Caridad son acusadas de robo de bienes públicos (por aceptar limosnas). En diciembre de 1793 los revolucionarios se presentaron en el hospital y acusaron a nuestra Beata de “fanática” e “incívica”, por continuar una labor religiosa, no dejar de rezar y mantener documentos peligrosos a la Revoclución. Documentos que no eran más que estampas, libros de devoción, etc. No deja de ser irónico que los verdaderos fanáticos del control, la opresión, la injusticia, llamasen fanática a una mujer coherente con su fe y oficio.
El 23 de diciembre fue encarcelada, sin más razón que su fe católica y su condición de religiosa, que no hay otra. A principios de abril le confirmaron la acusación y la condena a muerte por contrarrevolucionaria. Margarita solo pidió perdón de Dios para aquellos que la condenaban injustamente. El 9 de abril de 1794 ella y el párroco de Gaube, un anciano sacerdote, fueron sometidos al escarnio público y atadas las manos a la espalda, fueron conducidos a la plaza principal de Dax, centro de las ejecuciones revolucionarias. La plaza estaba abarrotada de gente, mucha de ella asistida o visitada por la condenada. Dos soldados, apenados, se condolieron de la religiosa, y ella los animó, y a uno regaló su reloj y a otro su pañuelo. Subió a la plataforma de la guillotina, y antes de inclinar la cabeza, un soldado intentó quitarle la cofia atada al cuello, pero ella se le encaró y le espetó: “Déjame, ningún hombre me ha tocado jamás y tú tampoco lo harás mientras viva". Al ser decapitada, el infame tomó la cabeza y la abofeteó pretendiendo escarnecerla. En 1795, sustituido el Comité, el Consejo Administrativo de la ciudad reconoce que Sor Margarita había sido sacrificada injusta e inhumanamente. Y que fuera gente que llenaron Francia de absurdos cultos “a la diosa razón”, cambiaran el calendario gregoriano por referencias estacionales, y destruyeran tanto y tanto arte, pues tiene más ironía. En todo caso, si fanática fue, no derramó más sangre que la suya, en contraste con los “libertadores del pueblo”.
En 1907 Mn. Touzet, obispo de Aire inició el proceso de canonización, en el cual testificaron incluso juristas expertos en la Revolución Francesa, que dictaminaron que ni siquiera bajo las leyes inicuas y ridículamente fanáticas (esas sí) se podía acusar a Sor Margarita Rutan de delito alguno. En 1909 el proceso se reabrió a petición de Roma. En 1916la causa pasó a Roma, donde, a 24 de enero de 1917 Benedicto XV, firmó la apertura de la causa. En 1918 la Congregación de Ritos ratificó el “non cultu”, una verificación necesaria desde los tiempos de Benedicto XIV, que invalidaba cualquier proceso si el candidato había sido objeto de culto previamente y sin autorización. Esta norma ya no está vigente, pues ciertamente contradice el origen de las beatificaciones, que son precisamente la ratificación de este culto. De hecho, en 1994 la Iglesia de Dax celebró los 200 años del martirio de Sor Margarita Rutan. La Causa durmió en los archivos hasta 1999, en que una comisión histórica comenzó a remover las causas olvidadas. En 2000 el Abbé Devert se hace cargo de la Causa como postulador, para lograr que a 1 de julio de 2010, el papa Benedicto XVI firmara el Decreto de martirio de Sor Rutan. Y fue beatificada en la misma ciudad que la vio dar su vida por Cristo, el 19 de junio de 2011.
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