A comienzos del siglo XIX vivía en Sotaquí (Chile) una anciana llamada Antonia Pizarro, "La Naranjo", que por ese nombre la conocían, era señora muy piadosa y tenía fama como "meica" de yerbas y otros remedios de naturaleza.
Cierto día, al visitar a un enfermo en la estancia "El Romeral", cerca del río Hurtado, divisó desde lejos a dos niños que pastoreaban una majada de cabras. Al acercarse vio que jugaban con un tercer niño casi desnudo. Era la pequeña estatua del Niño Dios.
Doña Antonia llevó la imagen a su casa para rendirle culto. El Niño se convirtió en milagroso protector del pueblo y su fama se extendió por toda la provincia.
Al morir doña Antonia, la imagen pasó en herencia a su hija, doña Dolores Rojas, a cuya casa acudían devotos y promeseros para implorar la ayuda del Divino Infante.
La última heredera fue la señora Josefa Torres de Toro, quien le construyó un altar en su casa situada en la "Quebrada de los Naranjos", a medio camino entre Sotaquí y Ovalle
Por disposición testamentaria y gracias a los buenos oficios del obispo de La Serena, la imagen fue entregada a la iglesia de Sotaquí y el 10 de diciembre de 1873 entraba en solemne procesión a la parroquia, siendo cura vicario el presbítero Pablo Laforge.
La estatua del Niño es de madera y tiene unos cuarenta centímetros de altura. Lleva las manos extendidas. En la derecha tiene un mundo representado por una esfera de plata de cinco centímetros de diámetro; en la izquierda sostiene un corazón labrado en plata.
Los regalos y las mandas de los fieles sirvieron para erigirle un trono y un altar, y después un hermoso templo de estilo corintio que fue bendecido el 1° de Octubre de 1898. Más tarde se encargó el altar mayor de estilo gótico a Berlín, que fue bendecido en enero de 1907.
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