Hace muchos años, en Savona, una ciudad italiana de la costa de Liguria. Vivía en un sencillo labrador, llamado Antonio Botta.
Era un hombre sencillo y de gran corazón, especialmente con los más necesitados.
El 18 de marzo de 1536, Antonio Botta, muy temprano en la mañana se dirigía a visitar a un pariente que estaba muy enfermo.
Mientras se lavaba las manos, en las aguas del rio Letimbro, un brillo insólito lo deslumbró y en el resplandor vio a una hermosa mujer.
Lleno de miedo, Antonio quiso escapar, fue entonces cuando la misteriosa mujer le dice:
“No temas, soy la Virgen María”.
Sin duda la Santísima Virgen tenía un importante mensaje que darle.
La Santísima Virgen le pide Antonio que vaya a Savona y pida a la comunidad cristiana que por tres sábados consecutivos hagan sacrificios y procesiones, y que el cuarto sábado regresara al mismo lugar.
Antonio cumplió lo pedido por la Santísima Virgen, fue donde el párroco y contó lo sucedido.
La ciudad de Savona, impactada por el maravilloso acontecimiento aceptó el pedido de la Virgen.
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