Sor Mercedes del Niño Jesús Guerra, nació en Salavina (Santiago del Estero) en Septiembre de 1817, hija de Antonio Guerra, español y de Inés Contreras, santiagueña. Siendo muy niña, perdió a su madre y su padre la condujo a Córdoba, donde procuró darle la educación que convenía a su situación social y a su familia.
Los Testimonios hablan que Mercedes, junto con su hermana mayor, Juana María, cosía y bordaba ropa para el Ejército de la Patria, a instancias de su cuñado Rafael Risco, antiguo amigo del general Manuel Belgrano. Allí pasó los años de la adolescencia y de la juventud, en la cual despuntó, desde temprano, un fervoroso anhelo de ser religiosa franciscana. Se hizo portavoz de la joven ante la abadesa de las Hermanas Capuchinas, el mismo padre guardián del convento franciscano de Buenos Aires, Nicolás Aldazor, pero su clara vocación fue rigurosamente probada. Solo después de mucho tiempo, su anhelo se vio concretado y el 3 de Marzo de 1858, fue admitida en el convento de Monjas Capuchinas de Buenos Aires. Tenía entonces cuarenta y un años. Muy pronto tuvo que abandonar el convento, ya que su salud débil y quebradiza no se avenía con la austeridad de la regla. Para empeorar las cosas, le salió un carbunclo (tumor virulento gangrenoso, de color negruzco) en la frente “y entonces las monjas le dijeron que no podía continuar en el convento”.
Al salir, Mercedes se encontró sola, desconocida y sin recursos, pero con amigas que la acogieron mientras ella buscaba vivienda en alquiler. Mercedes no abandonó la espiritualidad franciscana y se acercó al convento de San Francisco, donde pidió a la Ministra de la tercera Orden el ingreso. Desde ese día, la Iglesia de San Francisco fue su casa de oración y de meditación y los Hermanos Franciscanos, sus confesores y directores espirituales. Dice la crónica: “Al salir del monasterio alquiló una casa en la calle Chile, casi esquina Defensa. Allí recibía pensionistas, se ocupaba de cuidar enfermos y fue maestra a domicilio de alumnos incorregibles”.
Años después se declaró en Buenos Aires la epidemia de fiebre amarilla y Mercedes, olvidándose de si misma, del peligro de contagio y de su propia debilidad física multiplicó sus esfuerzos para asistir material y espiritualmente a los apestados con tanta generosidad que, después, nació el aplauso de la sociedad porteña y un premio que le otorgaron la Municipalidad y la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires.
Un día atendiendo un enfermo quedó repentinamente ciega debido aun glaucoma. Para esa época no se conocía ningún tratamiento curativo. Mercedes se somete a una operación para apaciguar los dolores, pero sin ninguna esperanza de recuperación visual. Durante dieciocho meses permanece en oscuridad y silencio, fomentando en profundidad su vida interior de fe y de amor a Dios. El Señor Domingo Eduardo Lezica, le trae de Francia un frasco con agua de la gruta de Lourdes. Ella lo usa con fe y promete a la Virgen que si recuperaba la vista, se dedicaría por completo al cuidado de los enfermos y que trataría de formar una sociedad con este fin. Ante el asombro de los doctores del Hospital de Clínicas que la operaron, Mercedes recupera la vista.
Desde ese momento todos los pensamientos y las actividades de Mercedes se encaminan a cumplir su promesa. Habló con sus amigas y ellas se mostraron dispuestas a compartir sus ideales y la Divina Providencia, le concede una suma de dinero muy importante, con un billete de lotería encontrado en la vereda. Solo le faltaba la aprobación y la bendición del Arzobispo Federico Aneiros, el cual se mostró durísimo con Mercedes, por ser anciana y con su joven asociada Paula Tello, por ser demasiado joven y delgada. Por tres veces volvieron al Arzobispado y fueron rechazadas. Finalmente, ante la perseverancia de las mismas y las peticiones de sus amigas, el Arzobispo les da su autorización y bendición.
El 13 de Abril de 1880, el mismo Monseñor Federico Aneiros y las autoridades de la orden, presidieron la fundación del nuevo Instituto, en que vistieron el hábito ocho señoritas, deseosas de consagrarse al servicio del Señor y de sus hermanos. Dicho Instituto se llamó “Instituto De las Hermanas Terciarias de la Caridad”, fruto del más acendrado amor a Dios y al prójimo. En el año 1884, al recrudecer nuevamente la epidemia del cólera, se fundaron lazaretos en Lobos y en Chacomús (Buenos Aires) y la municipalidad de esta localidad pidió Hermanas para asistir a los enfermos. El Arzobispo lo autorizó.
En el año 1888, sintiéndose enferma, Mercedes renunció a su cargo de superiora y solicitó trasladarse a Chascomús, al solar donado por la Sra. Elortondo, junto a las márgenes de la laguna. Reparadas en parte sus fuerzas, se dedicó con la ayuda de este pueblo a la fundación del asilo San José, destinado a niñas huérfanas y pobres. En el año 1900, cuando el Papa León XIII celebro el acontecimiento del nuevo siglo, invitando a la cristiandad al gran jubileo ella, llena de alegría, participó de la peregrinación argentina. Tenía entonces ochenta y tres años. Al verla a sus pies, el Papa con ojos de águila e intuición divina, exclamó. “¡He aquí el tipo de mujer fuerte”, y le obsequió una hermosa medalla. Ganó el Jubileo y recibió la bendición apostólica.
Extenuadas ya sus fuerzas, murió en Buenos Aires, el 31 de Julio de 1901, dejando a sus hijas y al pueblo argentino la antorcha perenne de sus virtudes de abnegación y sublime caridad. Todos deseamos vivamente que pronto llegue la exaltación, bien merecida, de sus virtudes.
Elsa Lorences de Llaneza
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