Bernardo Francisco Solano Casey, el sexto de diez y seis hermanos, nació en Prescott, Wisconsin (EE.UU.) el 25 de noviembre de 1870 hijo de Bernard James Casey y de Ellen Elisabeth Murphy, inmigrantes de Irlanda.
De carácter fuerte y voluntarioso, dotado de espíritu altruista y una dosis agradable de buen humor. Amaba los deportes, sobre todo distinguiéndose en el béisbol. Antes de convertirse en religiosa era un trabajador agrícola, madereros, panaderos, custodio de la cárcel, conductor del tranvía. En 1892, a la edad de veintidós años, entró en el seminario diocesano de San Francisco de Sales en Milwaukee. Al no ser capaz de pagar los gastos internos, se comprometió a hacer de peluquero entre sus compañeros. Debido a su edad no tan joven y la inadecuada preparación previa, se encontrará con enormes dificultades para los estudios de manera que después de cinco años los superiores del seminario le aconsejaron abandonar la idea del sacerdocio y sugirieron hacerse religioso.
Bernardo Francesco aceptó su consejo con humildad y confianza vistiendo el hábito capuchino el 14 de enero de 1897 en el convento de San Buenaventura en Detroit. Al concluir el noviciado emitió la profesión el 21 de julio de 1898, continuando sus estudios teológicos en el Seminario Seráfico en Milwaukee. Los idiomas que se utilizan para la enseñanza, alemán y latín, no facilitaron el aprendizaje. Sin embargo, a pesar de esta dificultad, los superiores decidieron ordenarlo sacerdote bajo las palabras del Director de estudios: "Vamos a ordenar a fr. Francisco Solano y, como sacerdote, será para el pueblo una especie de Cura de Ars". El 24 de julio de 1904 recibió la ordenación como un simplex sacerdote, con la pesada cláusula de no confesar y no predicar en público.
Siempre tuvo tareas reservadas ordinariamente a los hermanos laicos, por lo que se le confió inmediatamente el oficio de sacristán, director de monaguillos y más tarde portero. Después de estar en diferentes casas de la Provincia, fue asignado por último al Convento de San Buenaventura en Detroit, como portero, donde durante veinte años atrajo una avalancha de personas que acudían a él, atraídos por la fama de sus virtudes y las extraordinarias gracias atribuida a sus oraciones.
Pasaba hasta diez horas al día en la portería, sin darse nunca un descanso o vacaciones, ejercitando su apostolado con la buena palabra, la caridad, la paciencia y la obediencia.
El 28 de julio de 1954 el padre Francesco Solano celebró sus cincuenta años de sacerdocio. Su salud, sin embargo declinaba lentamente, y después de repetidas hospitalizaciones, el 31 de julio de 1957 murió en el convento de San Buenaventura en Detroit.
Se espera la pronta fecha para su beatificación, tras la aprobación del milagro por su intercesión.
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