Hija de nobles y fervientes cristianos, nació en 1611 en las proximidades de la ciudad japonesa de Nagasaki. Los padres y hermanos de Magdalena habían sido condenados a muerte y martirizados por su fe católica cuando ella era todavía muy joven.
En 1624 conoció a los beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, agustinos recoletos, y atraída por su espiritualidad, se consagró a Dios como terciaria de su Orden. Los beatos le encomendaron la enseñanza del catecismo a los niños y pedía limosnas a los comerciantes portugueses para socorrer a los pobres.Tuvo que refugiarse en 1628 con los agustinos recoletos y miles de cristianos en las montañas de Nagasaki.Allí siguió ejerciendo su apostolado, primero bajo la coordinación y animación de los dos religiosos recoletos y luego por cuenta propia cuando fueron capturados ambos, en noviembre de 1629.
Vestida con su hábito de terciaria, en septiembre de 1634, se presentó valientemente ante los jueces.Al ver que era una joven de veinte o veintidós años, intentaron conquistarla con halagos que ella rechazó. La sometieron, entonces, a los peores suplicios. Finalmente, estuvo colgada trece días boca abajo con medio cuerpo metido en una hoya, hasta que una intensa lluvia inundó la fosa y Magdalena pereció ahogada. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar. Sus restos desaparecieron, pero, pasados los siglos, el juicio de Dios y de la Iglesia sobre su vida, ganó para siempre la partida al olvido.
Fue beatificada en 1981 y canonizada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987, coincidiendo con la Jornada Mundial de Oración por las Misiones.
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