Nació en Andújar (Jaén) en 1522. Ya de pequeño, sus biógrafos hacen resaltar su piedad mariana. En la flor de su juventud pide ser admitido como religioso Trinitario en el convento que los Trinitarios calzados tenían en su pueblo. Allí se formó y fue ordenado sacerdote.
Se sentía especialmente llamado al ministerio de la predicación. Se ofrece como misionero: Por los años de 1560, los señores Obispos de Guadix y Almería pedían a los Trinitarios que les enviasen misioneros para predicar la fe cristiana a los moriscos. Se ofrecieron dos: los padres Pedro de San Martín y Marcos Criado. El P. Pedro falleció antes de iniciar la misión. Quedó solo el P. Marcos, quien partió hacia Las Alpujarras, región extremadamente difícil. Allí habían fijado su morada los moriscos. A pesar de las dificultades y amenazas, fray Marcos comenzó su misión consolando y dando ánimo a los cristianos e intentando anunciar el Evangelio a los que no creían en Cristo.
Las amenazas no tardaron en hacerse realidad. Los musulmanes le juraron venganza. Asechanzas, palizas, desprecios ... estaban a la orden del día. La última paliza le sobrevino el 21 de septiembre de 1569. Sus enemigos lo llevaron a un bosque. Lo ataron a un árbol. Entre los golpes le conminaban a renunciar de su fe cristiana. Fray Marcos respondía: ¿Renegar de Cristo? ¡Jamás! Entonces, llenos de odio, cuelgan al árbol, hasta que sus pies no toquen el suelo. Pasó toda la noche en esta posición. Por la mañana, viendo que todavía estaba vivo y cantaba las alabanzas del Señor, lo apedrearon hasta dejarlo por muerto. El 25, viendo que no moría, un morisco le abrió el pecho y le extrajo el corazón.
Los prodigios no terminaron. De su corazón salía un resplandor y en él se veía escrito el anagrama de Jesús (J.H.S.). Los moriscos retrocedieron y no sabían dónde meterse. Algunos se convirtieron a la fe cristiana. Corría el año 1569. Así terminó su vida el intrépido fray Marcos. Tenía 47 años de edad y 33 de profesión.
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