El Siervo de Dios Antonio Próvolo nació en Verona (Italia) el 17 de febrero de 1801 en el seno de una familia muy humilde. Su padre era vendedor ambulante de frutas y verduras, su madre lavandera.
Desde su adolescencia sintió la vocación religiosa que mantuvo llevando una vida inocente y virtuosa, secundado por expertos directores espirituales. A los 15 años falleció su padre, y él, ese mismo año, ingresó al Seminario Diocesano. Cursó sus estudios conjugando una conducta ejemplar con una vida de empeño en su carrera.
Con los grandes sacrificios de su piadosa madre y la ayuda de personas de bien, el 18 de diciembre de 1824 logró alcanzar la tan anhelada meta: “su consagración sacerdotal”.
En 1823, antes de ordenarse, fue nombrado profesor de literatura en el Seminario, en cuyo cargo se desempeñó también en el siguiente ciclo lectivo, destacándose pro su actitud y firmeza de carácter. Luego fue designado como coadjutor en la Parroquia de san Lorenzo, sobresaliendo en el ministerio sagrado por su celo en el confesionario, en el apostolado entre los adolescentes y jóvenes, en la enseñanza catequística y en la predicación de retiros y misiones en la Diócesis y también fuera de ella.
Fue en aquella época que Don Próvolo comenzó a dedicarse al apostolado entre los disminuidos del oído y la palabra, seres entonces sumamente marginados en la sociedad. El motivo de esta decisión se atribuye al siguiente hecho: Ludovico Besi era un sacerdote que se dedicaba a instruir, según sus posibilidades, a un grupo reducido de sordomudos de la ciudad, tarea que debió dejar por haber sido llamado a Roma para trabajar en el Colegio Propaganda Fide.
Al enterarse de esto Don Próvolo se sintió profundamente apenado porque aquellas criaturas iban a quedar abandonadas y resolvió hacerse cargo de ellas. Convencido de que ésta era la voluntad de Dios, decidió dedicar toda su vida para esta obra. En las dificultades y contrariedades decía: “Prefiero ir contra todas las contradicciones posibles haciendo la voluntad del Señor antes que tener a todo el mundo a mi favor pero obrando contra la voluntad de Dios”. Todo lo hacía para esta causa, con celo y dedicación admirables: “Si el Señor no quisiera de mí otra cosa que buenos deseos sin que pudiese tener la satisfacción de ver su realización, con su gracia espero tranquilizarme resignándome a su voluntad; me basta que perdone mis pecados y que me haga santo”. Es así, como el 30 de octubre de 1830, Don Próvolo inicia su Obra en su propia casa, sustituyendo de esta manera al Padre Besi.
En corto tiempo se puso a estudiar y profundizar el problema de los sordomudos, estableció contactos con algunas escuelas de Italia y también extranjeras habiendo llegado a la conclusión de que, para una más adecuada y eficaz integración de los sordos a la sociedad normo‐oyente, era necesarios instruirlos mediante la palabra hablada, cosa posible de lograr, no solamente con los más dotados y los de familias pudientes, sino con todos.
Con su tenaz labor, hecha de inteligencia y amor, como así también con el canto, para el cual tenía dones especiales, logró que sus alumnos mejoraran el ritmo y la entonación de la palabra, la cual se le tornó más fluida e inteligible.
De los resultados obtenidos por Don Próvolo son testigos varios ensayos a los cuales asistieron, entre otros, personajes como los emperadores de Austria. Así fue superando gradualmente el método mímico, generalmente usado en aquel entonces. Por todo esto, Don Próvolo mereció justamente ser proclamado en el Congreso Internacional para Maestros de Sordomudos, celebrado en Milán en el año 1880, “pionero del Método Oral en Italia”.
En 1840 hace imprimir el Manual para la Escuela de Sordo mudos y al año siguiente funda la escuela para niñas.
Sin embargo, todo ese corazón lleno de amor por el prójimo especialmente los sordomudos, deja de latir el 04 de noviembre de 1842, a la edad de 41 años.
El Padre Antonio Próvolo no dejó reglas escritas y fue su sucesor en la guía de la familia religiosa de la Compañía de María para la educación de los sordomudos, Luigi Maestrelli en la rama masculina, quien redactó las primeras constituciones de la compañía y Fortunata Gresner en la rama femenina.
Sus restos, en 1930, fueron trasladados bajo la iglesia de Santa Maria del Pianto de Verona. Concluida la investigación diocesana, el 23 de enero de 2008, estaba considerado Siervo de Dios por la Iglesia católica. El 27 de febrero de 2017, el Papa Francisco, reconoció las virtudes heroicas de Antonio Provolo por lo que desde ese momento es reconocido como Venerable.
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