Nació en 1579, en la aldea de Pibrac, cerca de Toulouse, en el seno de una familia de pastores. Con sólo dos años perdió a su madre. Su madrastra, que era la mujer de su hermano mayor (según otros autores era la segunda o la tercera mujer de su padre), la trató muy mal mandándola al campo a pastorear ovejas en el bosque de Bouconne, y por la noche dormía en el corral o debajo de la escalera con una escasa comida. Era escrofulosa y de complexión débil, y tenía impedida la mano derecha. En su oficio de pastora de ovejas llegó a un alto grado de santidad. Desheredada del mundo, su herencia fue Dios, en la oración y ante el sagrario.
Sus horas transcurrieron haciendo el bien a todos y sin temor a burlas. Se la tuvo separada de la familia para evitar contagios, y dormía aparte en un hueco de la escalera cerca de los establos, comiendo las sobras de la comida. Una sirvienta de la casa, la instruyó en los rudimentos de la fe cristiana, al mismo tiempo que velaba por ella.
El cura de Pibrac le confió labores de catequista en la que puso la misma dulzura y paciencia con que soportaba los malos tratos, que ofrecía como reparación de los sacrilegios cometidos por los protestantes. Murió sin que nadie se diera cuenta en la soledad de su establo, a los 22 años, acostada en su yacija bajo la escalera; fue después de su muerte cuando todos la echaron en falta, un 15 de junio de 1601.
Cuarenta años después se halló su cuerpo incorrupto y muchos testimonios de milagros que se realizaron por su intercesión. Su tumba es lugar de peregrinación y de realización de muchos milagros.
Esta circunstancia y los milagros que se le atribuyeron, fueron las razones por las que se pidió un reconocimiento oficial de su culto. Sin embargo, debido a la Revolución Francesa y otros obstáculos, se postergaron su beatificación y su canonización hasta el pontificado de Pío IX (29 de junio de 1867).
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