viernes, 15 de noviembre de 2019

Sor María Martha Chambón y la Devoción de Las Santas Llagas

                 
María Francisca Chambón nació el 6 de Marzo de 1841 en Croix-Rouge una pequeña región cercana a Chambéry, cuando ésta formaba parte del Reino de Saboya con capital, Torino. Hija de pobres campesinos, en una familia compuesta por sus padres y ocho hermanos, de condición humildísima, logró realizar su vida de unión con Cristo, a través de una experiencia de inmensa profundidad y trabajo espiritual.

Era pobre, de escasa inteligencia, de aspecto poco agradable, sin saber leer ni escribir, y sin embargo, sabía el Catecismo a la perfección y era muy piadosa; tal vez por eso es escogida por Jesús para hacerla Su confidente privilegiada y mostrarle los tesoros de Su Amor, porque se había entregado por completo a Él; Sor María Martha como una enamorada vivía continuamente en la presencia de su Esposo: desde pequeña había recibido frecuentes visitas del Niño Jesús que conversaba con ella, la ayudaba, la reemplazaba en sus labores más humildes. Era una sustitución íntima, radical, en la cual su alma se hacía una con Cristo. Cuando era una niñita, la mandaban a pastorear la única cabra que sus padres poseían. Aquellos momentos eran una posibilidad de estar en la presencia de Dios. Siempre sola con el Señor.

Después de la Primera Comunión, el Niño Jesús en persona la acompañaba en los trabajos del campo y pasaba con ella las jornadas cómo hacemos con los compañeros de juegos. Y, era precisamente cómo un juego alegre, aquel permanecer en compañía del Divino Niño, con el trabaría una amistad de niños, sincera y alegre.

A los 18 años entró a la Orden de la Visitación de Santa María (Salesas) porque en el Carmelo no la habían recibido a causa de su débil salud; allí le darían el nombre de María Marta, en honor de las piadosas hermanas que atendían a Nuestro Señor; fueron frecuentes sus íntimos coloquios con San Francisco de Sales, durante los cuales él la animaba a ser fiel a la Regla de la Orden.

En la Visitación fue acogida como conversa, y le fue confiado el encargo del pensionado, destinado a las alumnas que a causa de los sucesos políticos franceses, las monjas se vieron obligadas a abrir, no de buen agrado, para poder continuar como comunidad religiosa, después de la supresión.

El 2 de Agosto de 1864, Sor María Martha sellaría su desposorio con Cristo emitiendo los votos perpetuos; tenía entonces 23 años.

A partir de Mayo de 1866, empezaría a recibir frecuentes comunicaciones celestiales con Nuestro Señor, que le revelaría Su deseo de dar a conocer la Devoción por Sus Santas Llagas. Sin embargo, Sor María Martha permaneció siempre sin relevancia y oculta; sólo los superiores estaban al tanto cuánto sucedía en su alma, mientras toda la comunidad desconocía tantas gracias, y sólo después de su muerte los manuscritos sobre sus experiencias fueron revelados a sus compañeras. Es éste un hecho bellísimo, que sólo una espiritualidad fuerte puede permitir: que un alma viva en dulcísimos coloquios con Su Señor, mientras las demás, las circunstantes, permanecen a oscuras en medio de tanta luz, que se difunde sobre todos y por todas partes.

De aquí en adelante, toda la comunidad se sintió más unida al recibir y transmitir el Mensaje recibido y vivido verdaderamente por la humilde conversa, e hizo propia su misión, la de difundir la Devoción a Las Santas Llagas. 

A semejanza de Santa Margarita María Alacoque, Apóstol del Sagrado Corazón, Sor María Martha no salió del convento, ni siquiera habiendo recibido de Dios un Mensaje importante para la Iglesia entera. 

Durante cuatro años, desde Enero de 1869 hasta Septiembre de 1873, viviría sostenida sólo con la Sagrada Eucaristía: Jesús Sacramentado fue para ella alimento no sólo del espíritu, sino también del cuerpo; cuando sus fuerzas la abandonaban, se confiaba en el Poder de Dios; cuando la debilidad se apoderaba de su físico, ella invocaba el Auxilio de Dios y cuando el demonio la asaltaba, ella se refugiaba en las Santas Llagas del Señor.

Las Llagas del Señor eran su única defensa, la riqueza de su vida, su salvación permanente. Es este el camino del amor: anhelar totalmente el Amado, quererlo, conocerlo, experimentarlo completamente, no aceptar ningún otro fuera de Él, vivir siempre y únicamente en espera del encuentro, sufrir terriblemente por cada retardo. Desesperar de su posible ausencia o distanciamiento. Ni siquiera el enemigo podía abrirse caminos en aquella alma bendita y perfectamente rendida a su único Señor.

Y el Señor mismo reveló a la Hermana María Martha las grandes potencialidades de las Santas Llagas, tanto para los pecadores cómo para la Iglesia y para las Almas del Purgatorio. Se complacía contemplándolas y honrándolas en la siguiente forma: Primero, la llaga de los pies, después el Costado, enseguida la mano izquierda, la mano derecha y por último, la cabeza coronada de espinas. 

El 12 de Junio de 1874 recibiría el don de los Sagrados Estigmas en sus pies. Cristo Nuestro Señor la hacía así partícipe de Su Pasión. Pronto le revelaría:

“Yo concederé todo cuánto se me pida por la invocación de Mis Santas Llagas. Hay que difundir la Devoción”, y ella fiel a la solicitud del Señor por toda la vida tendrá en sus labios la invocación enseñada por Él mismo: “Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de Tus Santas Llagas”. 

El Señor enseñó a la hermana a valorizar todas las pequeñas cosas cotidianas, los sencillos trabajos domésticos, como atender el refectorio del pensionado o recoger las frambuesas del huerto, todo se convertía en un momento de glorificación a Dios, sea por Su Presencia, sea por la alabanza que ofrecía al Señor. El trabajo, la oración, la meditación, los quehaceres diarios: todo puede ser camino hacia lo eterno.

La Santa Sede concedió pronto a las religiosas de la Visitación 300 días de indulgencia por el rezo del Rosario de las Santas Llagas. El 16 de Enero de 1924 y por indulto de la Sagrada Penitenciaría, estas indulgencias se extendieron a todos los fieles.

Sor María Martha Chambón entró en la Vida el Jueves 21 de Marzo de 1907, a las ocho de la tarde, después de recibir los Santos Sacramentos y el consuelo de su Comunidad.

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