La Venerable Madre Úrsula Benincasa nació en Nápoles el 21 de octubre de 1547, pocos meses después de la muerte del Patriarca San Cayetano, al que emuló más tarde en el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas, orando y sufriendo continuamente por la reforma de costumbres en la Iglesia y en el mundo de su tiempo.
En 1582, a través de una revelación, Dios le confió la misión de presentarse, primero ante el Arzobispo de su ciudad y después ante el Papa para transmitirles un mensaje de reforma para toda la Iglesia.
Bendecida por el Arzobispo de Nápoles, salió de allí el 29 de abril, acompañada de algunos familiares, y llegó a Roma el 3 de mayo. Unos días más tarde se presentó ante Gregorio XIII que la recibió amablemente y escuchó de sus labios el mensaje que Dios le mandaba. Más con el fin de asegurarse de la veracidad de dicho mensaje, encargó al Cardenal de Santa Severina que formara una comisión de hombres doctos en materia de espíritu, entre los que figuraba San Felipe Neri.
Después de siete meses de duras pruebas, la Comisión nombrada por el Papa reconoció, unánimemente, que el espíritu que animaba a la Vidente era el Espíritu de Dios.
Una vez aprobada la autenticidad del mensaje, dejaron que Úrsula volviera a Nápoles y le dieron permiso para que se retirara a la soledad de Santelmo viviendo en Comunidad con algunos familiares y jóvenes que deseaban estar en su compañía.
Los meses pasados en Roma había purificado fuertemente su alma disponiéndola para la misión que Dios le tenía preparada, pues " aunque nunca fue intención suya fundar Congregación ", el Señor hizo que la fama de sus virtudes atrajera un gran número de jóvenes napolitanas, deseosas de perfección, y así, en 1583 fundó la Congregación de Oblatas de la Santísima Concepción. En aquella época la Iglesia no permitía otro tipo de vida religiosa en la que no se pronunciaran votos solemnes y, por tanto, sometida a rigurosa clausura papal, pero M. Úrsula quería que sus hijas de la Congregación pudieran estar en contacto directo con las jóvenes que acudían al monasterio en calidad de educandas. Por eso no quiso que se ataran con votos, sino con una simple oblación, ofreciéndose a servir a Dios y a su Santísima Madre " sólo por amor ".
El día 2 de febrero de 1617 - cuenta ella misma por medio de su secretaria - tuvo un éxtasis después de la Comunión, en el que vio a la Santísima Virgen con su Hijo en los brazos; éste le pidió que fundara un monasterio de clausura en aquel lugar, en el que las religiosas - a las que llamaron romitas - vistieran de azul y blanco, como su Madre, y se dedicaran a la oración en completo retiro del mundo. De ahí tuvo origen, después el Escapulario Azul como signo de agregación espiritual a estas Religiosas de Madre Úrsula.
Después de haber vivido en la Congregación durante más de treinta años " SIN MÁS REGLA QUE EL AMOR ". Unos meses antes de morir dictó, por inspiración divina, un doble Regla: para las Hermanas de la Congregación - Oblatas - y para las monjas del futuro monasterio. Esta Regla fue aprobada el 7 de abril de 1623 por S.S. Gregorio XV con el nombre de Constituciones, y refrenada más tarde por el Papa Clemente IX.
Antes de morir, siendo ya su confesor el P. Santacroce, C.R.. la Madre confió su obra al gobierno y dirección espiritual de los Padres Teatinos, a los que apreciaba desde antiguo por su santidad de vida, y les entregó, por manos del P. Santomagno C. R., sus Reglas para que ellos se hicieran cargo tanto de la Congregación como del Monasterio.
Este deseo encontró una gran resistencia por parte de los Padres, pues no era conforme a sus Constituciones. Finalmente, en el Capítulo del año 1633 en que fue nombrado Prepósito General el P. Santomagno, los Teatinos se hicieron cargo de las dos fundaciones aceptando a las religiosas bajo su gobierno. Desde este momento, Congregación y Monasterio de la Madre Úrsula se convirtieron oficialmente en Teatinas de la Inmaculada Concepción.
La Madre murió en Nápoles el 20 de octubre de 1618, llena de méritos y llorada no sólo por sus hijas sino por toda la ciudad que ya antes la había elegido como protectora, en reconocimiento a su incansable celo apostólico a favor de esta ciudad por la que ella oraba sin cesar.
El 7 de agosto de 1793, en la basílica teatina de S. Andrés " della Valle " de roma, Pío Vi proclama ante toda la Iglesia la heroicidad de sus virtudes.
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