Cada vocación es una llamada. Dios llama porque quiere intensificar su pacto y su amistad con una persona específica, consagrándolo a sí mismo. Pero también requiere una misión específica, consagrando el llamado a servir a los demás. Las dos son inseparables.
Julio Chevalier era un hombre que entendió que Dios lo estaba llamando a una misión: Comunicar el amor de Dios a todos.
Nació en Richilieu (Francia), el 15 de marzo de 1824. En sus estudios de seminario descubrió la espiritualidad del Sagrado Corazón, una espiritualidad centrada en el amor misericordioso de Dios por los hombres. Ordenado sacerdote el 14 de junio de 1851, dedicará su vida a extender la devoción del Corazón de Cristo, como remedio para los males de su tiempo, entre ellas la indiferencia y el egoísmo. En Cristo-Amor descubrió su compasión y su preocupación por la humanidad. En él, que nos ama con un corazón humano, descubrió que es el Redentor, el Libertador, la única solución válida. Su propia sensación de impotencia desaparecería con la sensación de que fue llamado a trabajar como instrumento salvador de Cristo.
En 1854, Fundó la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y en 1874, Funda la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús
Para Julio Chevalier, la devoción al Sagrado Corazón era un compendio de toda la vida cristiana. El Corazón de Cristo representa a su persona, su Amor por la humanidad. Lo que más lo atrajo de Cristo fue su compasión por el ser humano, su misericordia, su amor y fortaleza y la figura del Buen Pastor. Estos son los aspectos que trató de vivir y que aquellos que comparten su carisma también tratan de vivir.
Murió en Issoudun (Francia) el 21 de octubre de 1907. Su lema expresa bien su actitud: "¡Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús! ¡Para siempre!"
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