Amalia Andreoli nació en Agugliano (Vicenza-Italia) en el seno de una familia de trabajadores, compuesta por el matrimonio entre Marco e Margherita Ferraretto de Lonigo (Vicenza). Marco abandona la familia cuando Amalia contaba con apenas cinco años de edad. Margherita para garantizarle una educación cristiana y cultural, se trasladó a Este (Padua) y la deja en manos de las religiosas canosianas. Allí nace en cierto modo la vocación de Amalia, quien a los 17 años ingresa a las Hermanas de la Caridad, Canosianas, las cuales abandona para pasar a las Siervas de María de Galeazza, por su identificación con la espiritualidad servita.
Aconsejada por el presbítero Giovanni Dalla Costa, de Monte Berico, Amalia, pide dispensa de la congregación, y junto a su madre se dedicarán a trabajar con la precaria fundación de Vidor (Treviso), de la nueva escuela de Giovanni Battista Mander. Allí las dos y otras dos compañeras hacen sus votos como terciarias laicas servitas y en adelante se dedicarán a la educación en la escuela. En 1902, se traslada a Andria para hacerse cargo de un orfanato y de los niños de la escuela materna. Poco a poco, va adquiriendo nuevas responsabilidades como la educación de jóvenes.
Madre Andreoli consigue la aprobación de su obra como congregación religiosa de derecho diocesano (1903) y la agregación a la Orden de los Siervos de María (1910), desde entonces cambiará su nombre por el de Maria Elisa. Tiempo en que asumen la espiritualidad de la reparación mariana, razón por la cual desde 1913, asumirán el nombre de Siervas de María Reparadoras. Mientras contaba con vida, Maria Elisa llevó a la consolidación su proyecto.
Con las primeras hermanas, epromueve el conocimiento y el amor por la Virgen María; responde a las numerosas necesidades educativas y caritativas emergentes y a muchas solicitudes de la Iglesia en Italia; animada por un espíritu misionero, en 1921 envió a sus hermanas al Amazonas (Brasil) para tranquilizarlas con estas palabras: "Cuanto más lejos estás, más pienso en ustedes y las abrazo a mi corazón". Ama a sus hermanas con ternura: "mi felicidad, dice, reside en la bondad de mis hijas".
En una de sus recientes fundaciones, Rovigo, murió el 1 de diciembre de 1935. El 10 de diciembre de 2010, el papa Benedicto XVI, reconociendo sus virtudes heroicas, declaró su veneración; El proceso de beatificación ya está en marcha.
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