domingo, 29 de marzo de 2020

Santas Mártires Franciscanas Misioneras de María

En 1898, monseñor Francisco Fogolla, obispo coadjutor en Chan-Sí (China), viene a Roma. Desea llevar una comunidad de religiosas misioneras a su lejana misión de ese inmenso país de Asia, en donde crece un pequeño núcleo de nuevos cristianos. Hace falta la presencia de la mujer para expresar, de alguna forma, el misterio del Amor del Dios revelado en y por Jesús, desconocido aún para ese pueblo numeroso, el más numeroso de nuestro planeta.

Encuentra a la Madre María de la Pasión, Superiora general y fundadora de una Congregación nueva y que se dice específicamente misionera, es decir, que su razón de ser es llevar a los lugares más lejanos y difíciles la Buena Noticia de la salvación. 

El obispo misionero expone las necesidades: organizar un pequeño hospital para los enfermos, ¡que son tantos...!; hacer del orfanato, que ya recoge varios centenares de niños, un espacio educativo más válido; enseñar y promover a las mujeres en lo referente al hogar, la higiene, la alimentación, la dignidad del trabajo... y, desde luego, la catequesis, la oración, el canto. ¡Tantas cosas muy concretas, urgentes e importantes! Habrá que aprender bien el chino para que la comunicación pueda darse normalmente, las costumbres del pueblo... Esto no será fácil; el camino para llegar al Chan-Sí es largo, peligroso, toda una aventura. 

Madre María de la Pasión escucha, siente que Dios está deseando enviar allá a sus hermanas. Y después de reflexionarlo largamente, su respuesta es afirmativa: acepta el desafío. Busca entre sus hermanas y propone a algunas la nueva misión. Poco a poco, se va formando el "rostro" del grupo, el cual, como siempre que es posible en el Instituto de las Franciscanas Misioneras de María, se verá constituido por hermanas de diferentes nacionalidades.

Después de un largo viaje vivido con valentía, admiración y mucho humor franciscano, a pesar de los riesgos y sufrimientos, las siete FMM llegan a Taiyuan-fou el 4 de mayo de 1899. Desde el día de su llegada, se dedican al cuidado de unas 200 niñas huérfanas, un grupo de laicos consagrados y el servicio del dispensario, en espera que se realice el proyecto de la construcción del hospital. Con tacto, paciencia y creatividad, entran poco a poco en ese universo nuevo y complejo, y se dedican con amor y tenacidad a mejorar la calidad de vida de todos. Un año después de su llegada, el 4 de mayo 1900, la misión está floreciente. 

Sin embargo, desde hace algunos meses, una ola de violencia amenaza al país. Las causas son numerosas, complejas y a veces contradictorias, que se manifiestan de distintas maneras, pero principalmente van contra las comunidades cristianas y los misioneros. Las amenazas son cada vez más evidentes. Los actos de violencia se multiplican en la región. 

El 27 de junio, los acontecimientos se precipitan. Los Obispos temen por las Religiosas y les piden que se vistan con trajes chinos e intenten salvarse. María Herminia, en nombre de todas, responde: 

«! Por amor de Dios, no nos impidan morir con ustedes! Si nuestro valor es demasiado débil para resistir, dios – que permite la prueba – nos dará la fuerza necesaria para salir victoriosas. No tememos la muerte y la tortura, vinimos para amar y, si es necesario, para dar la vida por amor de Cristo.» 

El 5 de julio, son encarcelados obispos, religiosos/as, seminaristas, laicos y nuestras siete jóvenes hermanas. Saben que la muerte esta cerca, y la esperan en paz: ¿No han vivido con el deseo de transformar la vida en don?

Finalmente, el 9 de julio, hacia las 4 de la tarde, son arrastradas por las calles de la ciudad hasta el tribunal, donde serán martirizadas por orden del gobernador. Las FMM fueron las últimas; se abrazaron y entonando el Te Deum, canto de alabanza, presentaron la cabeza a los soldados. 

«Puedo decir con Francisco: ahora tengo siete verdaderas Franciscanas Misioneras de María» Beata María de la Pasión, el 22 de septiembre 1900 (cuando recibió la noticia)

Fueron beatificadas el 24 de noviembre de 1946 en Roma por el Papa Pío XII y canonizadas el 1º de octubre 2000 en Roma por el Papa San Juan Pablo II. 

He aquí el nombre de las siete que llegan al Chan-Sí y entregaron su alma al Señor son:


María Herminia de Jesús, francesa, 33 años, responsable de la comunidad.
María de la Paz, italiana, 24 años, la más joven.
María Clara, italiana, 27 años.
María de Santa Natalia, francesa, 35 años.
María de San Justo, francesa, 33 años.
María Adolfina, holandesa, 33 años.
María Amandina, belga, 27 años. 


Siete mujeres, de carne y hueso como nosotros, que salieron de Francia, Bélgica, Italia, Holanda... enviadas a China, al servicio de sus hermanos, por los cuales dieron sus vidas el 9 de julio de 1900. 

Siete religiosas con deseos de servir a Dios, a la Iglesia, a la misión... con sus dones, sus límites, su temperamento, su historia. 

Siete Franciscanas Misioneras de María que tenían una característica común: el inmenso deseo de abrir sus vidas al Espíritu para responder, hasta el final, a la llamada de Dios.

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