sábado, 21 de marzo de 2020

Santa Brígida de Suecia

Nació por el año 1303 en Finsta, región de Suecia. Sus padres Birger e Ingerborg fueron ricos terratenientes. Como suele suceder en estas vidas abundan las leyendas de su infancia porque es poco lo que de ella sabemos críticamente: Su madre salvó milagrosamente del peligro de muerte al dar a luz a Brígida; las varas con que intentaban castigar a la niña se rompían antes de herirla, etc...

Lo que parece ser cierto es que sus padres eran muy buenos cristianos y que educaron en esta fe y piedad a la pequeña Brígida. También tuvo una tía muy piadosa y un hermano a quien llamaba «el novio de la Virgen» por su gran bondad y piedad hacia la Virgen María.

Como sucedía por aquellos tiempos, la casaron con un noble caballero a la tierna edad de catorce años. Con él tuvo ocho hijos que muy poco se parecieron entre sí ya que unos arribaron a la santidad y otros recorrieron caminos nada dignos de ser imitados. Brígida se preocupó grandemente de la educación de sus hijos y trataba de inculcar en ellos el santo temor de Dios y la práctica de las virtudes humanas.

Fue llamada por la reina doña Blanca a formar parte de las damas de su corte y en esta nueva misión trató de implantar e influir una auténtica vida cristiana.


Estaba de moda en tiempos de Brígida hacer la Peregrinación a Santiago de Compostela, cosa que hizo la santa acompañada de su marido durante dos años. En este tiempo pudo apreciar dos grandes calamidades que asolaron la cristiandad durante tanto tiempo: La Guerra de los Cien años y el tristemente célebre Destierro de los Papas en Aviñón. Al volver de Compostela su esposa, Ulf Gudmarsson, murió, dejando libre a su esposa Brígida para que se entregara a sus apostolados que ya venía haciendo con permiso de aquél.


Un día, estando en oración, le pareció oír la voz de Dios que le hablaba de la misión que le iba a confiar. Le pide el Señor que funde un convento y que invite insistentemente al clero, a los príncipes y a todo el pueblo en general a que vivan diñamente la vida cristiana, a que se corrijan de sus pecados y a que hagan penitencia si no quieren recibir duros castigos de parte del Señor...

Brígida pone manos a la obra y con ayuda del rey da comienzo a la construcción del Monasterio. Pronto el rey se opone y hasta llega a derribar cuanto se había edificado. Brígida no cede. Insiste en las órdenes recibidas de parte del Señor. Escribe la Regla para su Monasterio y marcha a Roma -no a Aviñón-, para ganar el Jubileo del Año Santo y presentar su Regla para que sea aprobada por el Papa. Santa Brígida se hace rodear de almas buenas «los amigos de Dios» los llamaba ella, entre los que se encontraba su misma hija Catalina que también sería canonizada después por la Iglesia... y pide al Papa que apruebe su Regla y su Orden... Pide al Papa también que vuelva a Roma y que abandone el destierro de Aviñón... Lo consigue, pero de nuevo el Papa vuelve a su sede de Francia. La aprobación no llega hasta después de veinte años de confiada espera.

Acompañada de «los amigos de Dios», marchó en peregrinación a la Tierra del Señor, donde permaneció medio año recibiendo grandes gracias de parte de Dios. Tanto aquí, como en Roma y durante su peregrinación, iba obrando prodigios la gracia de Dios por su medio.

Brígida maceraba bárbaramente su cuerpo con duras penitencias y se entregaba todo el día a la oración y obras de caridad. Poco después de volver de su dura peregrinación, moría santamente en Roma el 23 de julio de 1373.

Además de la célebre Orden Brigidiana fundó la Orden del Santísimo Salvador que llegó a disfrutar de gran esplendor. Tuvo célebres revelaciones de parte de Dios, aún hoy muy conocidas.

Dieciocho años después, el 7 de octubre de 1391, Brígida es canonizada por el papa Bonifacio IX. « ¡Qué bueno eres. Señor, con quien te busca! », escribe en el himno Jesu dulcis memoria Bernardo de Claravalle. « ¿Pero qué serás para quien te encuentra? / Ninguna boca puede decir. / ninguna palabra puede expresar: /solo quien lo ha experimentado puede comprender / qué significa amar a Jesús». En estas palabras, que Brígida repetiría infinidad de veces, se encierra toda su vida.

Dieciocho años después, el 7 de octubre de 1391, Brígida es canonizada por el papa Bonifacio IX.  En 1999 fue declarada Copatrona de Europa por San Juan Pablo II.

« ¡Qué bueno eres. Señor, con quien te busca! », escribe en el himno Jesu dulcis memoria Bernardo de Claraval. « ¿Pero qué serás para quien te encuentra? / Ninguna boca puede decir. / ninguna palabra puede expresar: /solo quien lo ha experimentado puede comprender / qué significa amar a Jesús». En estas palabras, que Brígida repetiría infinidad de veces, se encierra toda su vida.

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