jueves, 30 de abril de 2020

Devoción a los Dolores del Corazón de Jesús

Era un Jueves Santo, 9 de abril de 1857, entre las dos y tres de la madrugada que la ahora Beata Sor María Encarnación Rosal se disponía a orar pero, al momento de hincarse, sintió que le jalaron el velo que la cubría oyendo, al mismo tiempo, el sonido de una campanilla de oro; un suave tañido que pasó desapercibido para la religiosa. Sin distracción, continuó su oración meditando, específicamente, en la traición de Judas y más aún, en cómo se sentiría el Corazón de Jesús con ese acto hecho por uno de sus discípulos cuando una voz interior le dijo: “No celebran los dolores de mi corazón”.

Luego de esto, Madre Encarnación consultó con su confesor Monseñor Piñol sobre lo sucedido así como con el arzobispo Fray Francisco de Paula García y Pelaez, arzobispo de Guatemala, pero ninguno le hizo mayor caso. Los siguientes quince días, la voz continuó resonando en el interior de Sor Encarnación.

La época de lluvia inició, en los alrededores del mes de mayo, cuando, nuevamente entre las dos y tres de la mañana Sor Encarnación atraviesa el Claustro de las Beatas de Belén y, al entrar a la capilla para orar, nota que está inundada de una luz, que no lastima la vista, y entre dicha luz, se presenta Jesús Resucitado. Madre Encarnación dice que de todos los poros del cuerpo de Jesús brotaba sangre y, sacándose el corazón, se lo mostró traspasado por diez dardos crueles, debido al quebrantamiento de los diez mandamientos.

Para el mes de julio del mismo año, una epidemia de cólera azotaba a Guatemala; en el Beaterio de Belén dos hermanas fueron víctimas de esta epidemia y otras más estuvieron gravemente enfermas.

Llego una noche en que Madre Encarnación sintió una amargura de corazón, como agonía de muerte y, sintiendo otras angustias, pensó en promover la celebración de los dolores del Corazón de Jesús y le ofreció trabajar por ello; en ese momento volvió la calma a su corazón.

Una segunda noche Madre Encarnación volvió a sentir la amargura en su corazón, pero ella nuevamente le promete a Jesús comunicar a su confesor la promesa hecha y la paz regresa a su interior.

A la tercera noche vuelve a sentir lo mismo, y ella le promete al Señor que pasaría por vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades para establecer y promover la devoción a los Dolores  del Corazón de Jesús.

Tal como lo había prometido, Madre Encarnación comenta a su confesor y director espiritual lo ocurrido. Es Monseñor Piñol quien le otorga el permiso, con el apoyo de los padres Taboada y Miguel Muñoz por lo que comenzó a pedir limosnas para organizar un pequeño altar y celebración en honor a los Dolores internos del Corazón de Jesús, pensando en realizarlo el día 25 de agosto de ese mismo año. El señor Arzobispo, primero nacido en Guatemala, le otorgó la licencia para dicha celebración y ordenó también que todos los 25 de cada mes se realizara un acto de desagravio en el Beaterio de Belén.

Madre Encarnación notó que, pasado el 25 de agosto, la epidemia de cólera, así como sus estragos, fueron disminuyendo en el país hasta que desapareció en su totalidad.

La beata explica que fue el Señor quien le inspiró sobre la imagen de los Dolores internos del Corazón de Jesús, por lo que manda a pintar un cuadro; debía llegar un Corazón con diez dardos, siete alrededor y tres al centro, entendiéndose que dichos dardos en general significaban los diez mandamientos quebrantados, además de diez dolores particulares.

Sobre estos dolores particulares, ella explica que los dardos externos son:

+ Ver a su Eterno Padre gravemente ofendido
+ Las herejías esparcidas por todo el mundo
+ La apostasía de los malos cristianos
+ El olvido de sus promesas y beneficios
+ El desprecio de sus gracias y sacramentos
+ La frialdad e indiferencia de los suyos
+ La poca implicación de su fe en la vida diaria de muchos que dicen ser sus amigos.

Sobre los tres dardos que están en el centro del corazón nos explica que representan:

+ El escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes
+ El violar sus votos las esposas de Cristo
+ La persecución de los justos.


Madre Encarnación mostró a Monseñor Piñol la pintura de los Dolores Internos del Corazón de Jesús y se la mostró también al Padre Muñoz quien, a su vez, mandó a hacer una imagen en madera, originaria de Guatemala. Fue el canónigo don Manuel Espinoza quien mandó a hacer una imagen aún más grande del Sagrado Corazón de Jesús, que se cree que es la que se encuentra en veneración en el Beaterio de Belén de la Ciudad de Guatemala.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario