sábado, 4 de abril de 2020

Beatas Josefa y Dolores, Hermanitas Mártires de los ancianos desamparados

Sor Josefa de San Juan de Dios Ruano y Sor Dolores de Santa Eulalia Puig pertenecen a la primera generación de hermanitas; fueron modeladas y convivieron con Santa Teresa Jornet, la fundadora.

Josefa María Ruano García nació o9 de julio de 1854, en el municipio de Berja, en la provincia de Almería (España), en el seno de una familia obrera. Sus padres fueron Antonio Ruano y María Raimunda García. En 1877 ingresó a la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en Valencia. Allí tomó el hábito en 1880, tomando el nombre de Josefa de San Juan de Dios. En la misma comunidad hizo su profesión temporal en 1880 y su profesión perpetua en 1895.

En la congregación, desempeñó los cargos de superiora en las comunidades de Cascante, Requena y Alcira. Los últimos años de su vida los pasó como superiora, en un segundo mandato, de la casa de Requena. Estando de servicio en el asilo que llevaban en este lugar, recibieron la orden de desalojarlo, el 29 de julio de 1936.


Dolores Puig Bonany nació en Berga, provincia de Barcelona (España), el 11 de julio de 1857, en el seno de una familia obrera cristiana. Fue bautizada el mismo día de su nacimiento. Ingresó en la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en el asilo de Valencia, el 25 de septiembre de 1886. Al año siguiente vistió hábito, tomando el nombre de Dolores de Santa Eulalia. Profesó sus votos temporales el 27 de enero de 1889 y los perpetuos el 9 de marzo de 1892.

Sus servicios como religiosa del instituto los ofreció en la casa de Requena hasta el día de su muerte. Fue fusilada por los milicianos del bando republicano, por su condición de religiosa, en el pueblo de Buñol, en Valencia, el 8 de septiembre de 1936, junto a una de sus hermanas de comunidad, Josefa de San Juan de Dios.

Las dos estaban destinadas en la casa de Requena (Valencia). Recibieron el martirio durante la Guerra Civil Española (1936-1939).

Desde el inicio de la guerra, la comunidad de Requena quedó en situación comprometida. En cuestión de días, abiertamente amenazada. Conforme se iba agravando la situación, las hermanitas, percibían la probabilidad de sufrir el martirio.

Ellas se iban preparando espiritualmente, conscientes de la seriedad del peligro. Así lo afirman varios testigos: “Viendo los hechos que sucedían en Requena y conociendo la situación en que se encontraba España, las hermanitas tenían conciencia de la posibilidad de ser mártires y lo aceptaban conscientemente, preparándose a ello en la oración: Decían: ‘Si el Señor lo quiere, aceptémoslo y sepamos perdonar para que estas almas se salven’. Sor Josefa, la superiora, repetía: ‘tenemos que estar preparadas en estos tiempos que estamos y ser fieles ante lo que pueda ocurrir”.

De las 8 hermanas que formaban la comunidad 5 se fueron con los familiares quedando en Requena Sor Josefa, Sor Dolores y Sor Gregoria que tras una semana de penoso cautiverio, el 8 de septiembre sobre las 6 de la tarde las hicieron subir a un coche y en la carretera de Buñol las obligaron bajar, mandándolas poner juntas e inmediatamente dispararon. Murieron en el acto Sor Josefa y Sor Dolores; Sor Gregoria, la más joven, (33 años) quedó herida, fue recogida por un alma caritativa y llevada al Hospital de Valencia llegó a recuperarse. Le quedó como secuela la invalidez de un brazo. Vivió lo bastante para poder testificar en el proceso de beatificación de sus compañeras.

De este modo culminó el supremo testimonio de Sor Josefa y Sor Dolores. Esa tarde del 8 de septiembre de 1936 se anegaban en lo infinito; para ellas el tiempo desembocaba en un hoy eterno. Podían decir: “los dolores de muerte sobrehumanos dan a luz el vivir tan esperado”.

Fueron beatificadas el 11 de marzo de 2001, por San Juan Pablo II. 

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