jueves, 5 de febrero de 2015

San Luis Orione


San Luis Orione, nació en Pontecurone, Italia. El 23 de junio de 1872, el cuarto hijo de Vittorio Orione y Carolina Feltri. La pobreza y los enormes sacrificios de su familia humilde y trabajadora experimentados desde edad temprana, y la fe sencilla pero firme transmitida por su madre, fueron moldeando un corazón que Dios preparaba para una misión grande.
Consciente que Dios lo llamaba a ser sacerdote, pasó por los franciscanos y más tarde por los salesianos de Turín, donde conoció personalmente a Don Bosco, de quien fue discípulo y extrajo gran parte de su formación religiosa, aunque comprendió que no estaba allí su vocación. Después entró al seminario de Tortona, donde se formó para ser sacerdote en 1895. En esos años fue descubriendo poco a poco lo que Dios le pedía, primero reuniendo a algunos niños de escasos recursos para catequizarlos y luego ayudándolos a estudiar en un colegio, que fue su primera fundación.
Esos fueron los comienzos de una congregación que iba asomando, como un sueño envuelto por el manto de la Santísima Virgen, que contenía a hombres y mujeres de distintas nacionalidades en una gran obra: la Obra de la Divina Providencia, que es formada por los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores), y los ermitaños de la Divina Providencia (1899)
Don Orione fundó además la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad (1915). En ese último año se abrió el primer Pequeño Cottolengo en Italia, al cual siguieron otros.
De gran corazón, Don Orione se dedicó a socorrer a los más necesitados, ya sea aquellos que fueron víctimas de los terremotos que asolaron Italia a comienzos del siglo veinte, como así también a los abandonados de la sociedad de aquella época.
Posteriormente viajó a América del Sur en dos oportunidades, en los años 1921 y 1934, viviendo en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile.
En 1927 tuvo lugar la fundación de las Hermanas Adoratrices Sacramentinas no videntes y en 1931 la del Santuario Nuestra Señora de la Guardia.
Su entrega total a Dios y a los hombres la llevó hasta el último momento de su vida. Cuando supo que Dios lo llamaba, también allí respondió con prontitud: “Jesús, Jesús, Jesús, voy”, fueron sus últimas palabras, aquel 12 de marzo de 1940, en San Remo (Italia).
Es beatificado por el Papa Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980. Y canonizado el 16 de mayo del 2004 por el mismo Juan Pablo II

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