Domingo, nace el 2 de abril de 1842 en San Juan de Riva, cerca de Chieri (Turín, Italia). Era hijo de un campesino Carlos Savio, y de Brígida Galato. Desde niño manifestó deseos de ser sacerdote, a sus cuatro años Dominguito sabía rezar con fervor y a los cinco ya era monaguillo en todos las misas de la mañana, enla Primera Comunión, a los 7 años, esboza su proyecto de vida: "Me confesaré con frecuencia y haré la comunión todas las veces que el confesor me de permiso. Quiero santificar los días festivos. Mis amigos serán Jesús y María. La muerte antes que pecar”.
San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado. En pocos segundos se dio cuenta de que era un chico ejemplar, alegre y muy unido al Señor.Domongo ingresa al oratorio con tan solo 12 años, en octubre de 1854 y le pide a Don Bosco a le ayude “ a ser santo”. Sencillo, sereno y alegre, ponía gran empeño en sus deberes como estudiante y en ayudar de muchas maneras a sus compañeros, enseñándoles el catecismo, asistiendo a los enfermos, pacificando en las peleas...
Un día le dijo a un compañero recién llegado al Oratorio: "Tienes que saber que nosotros hacemos consistir la santidad en estar muy alegres. Intentamos sólo evitar el pecado, como un gran enemigo que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón, y cumplir exactamente nuestros deberes".
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: ‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
Muy fiel a su programa de trabajo, sostenido por una intensa participación en los sacramentos y por una filial devoción a María, alegre en el sacrificio, fue colmado por Dios de dones y carismas. El 8 de diciembre de 1854, proclamado el dogma de la Inmaculada por Pio IX, Domingo se consagró a María y comenzó a avanzar rápidamente en la santidad. En el 1856 fundó entre los amigos la Compañía de la Inmaculada para una acción apostólica de grupo.
Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios.”
Mamá Margarita, que había llegado a Turín para ayudar a su hijo sacerdote, un día le dijo: "Tu tienes muchos jóvenes buenos, pero ninguno supera el buen corazón y el alma de Domingo Savio". Y explicó: "Lo veo siempre rezar, permaneciendo en la Iglesia después que los otros. Cada día se va del recreo para hacer una visita al Santísimo Sacramento. Está en la Iglesia como un ángel que demora en el paraíso".
La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y, al anochecer del 9 de marzo, luego de recibir los últimos sacramentos, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... De repente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras. Murió en Mondonio el 9 de marzo de 1857. Sus restos mortales se veneran en la Basílica de María Auxiliadora en Turín.
Fue canonizado en 1954. Su fiesta se celebra el 6 de mayo.
Pio XI lo definió: "Pequeño, pero grande gigante del Espíritu". Es el patrón de los "niños cantores".
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