Teresa Mira nace en Algueña (Alicante) el 26 de septiembre de 1895, de una familia numerosa y humilde.
En 1912 la familia se traslada a Novelda y allí conoce a las Carmelitas Misioneras Teresianas, en las que ingresa tres años más tarde, el 5 de abril, de 1915. Comenzó el noviciado en Tarragona, donde profesó el 13 de octubre de 1916. Y aquí, en la Casa Madre, permaneció hasta 1918, año en que fue destinada a Alcalá de Chivert (Castellón).
En Alcalá fue la encargada de los párvulos. Entre ellos se encontraba francamente feliz. Aquí hizo sus votos perpetuos el 19 de octubre de 1921 en la capilla del colegio.
Tres años más tarde fue trasladada a San Jorge (Castellón) donde permaneció doce años. En San Jorge se ocupó también de los párvulos, aunque su apostolado y servicio alcanzó a un sinfín de personas.
La Guerra Civil española de 1936 la sorprende en el colegio de San Jorge. Dada la situación política, debe abandonar la comunidad y desplazarse a Novelda.
Teresa prodigó serenidad y valor en medio de la gran tensión que reinaba en el pueblo. Trataba de confortar a sus familiares y amigos, estando dispuesta incluso a sufrir el martirio. Las calles de Novelda fueron testigos de sus incontables gestos de caridad.
Durante estos tres años de exclaustración tuvo ocasión de hacer realidad el lema de su vida: «hagamos siempre el bien atodos». Su apostolado durante este periodo puede ser comparado con el de los primeros cristianos que llevaban la comunión a los enfermos durante las persecuciones, poniendo en serio peligro su vida. Siempre estuvo al lado de los más necesitados.
Murió en Novelda (Alicante), el 26 de febrero de 1941 y desde el primer momento el pueblo la consideró un alma santa y a ella acudía en sus necesidades.
El 17 de diciembre de 1996. el Papa Juan Pablo II la declaró venerable.
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