María Evangelista Quintero Malfaz nació en Cigales (Valladolid) el 6 de enero de 1591. Formada en sólida piedad, en 1608 ingresó en el Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid, cuna de la reforma recoleta cisterciense española. Por razones incomprensibles, pero sin duda providenciales, se le impuso el hábito de hermana lega el 10 de mayo de 1609, profesando como tal en 1610. Tras años de oposición por parte de sus superiores, profesó como monja de coro en 1627.
Comenzó a relacionarse con un matrimonio que deseaba emplear su hacienda en una obra piadosa fundando una capellanía. La Madre, guiada por inspiración divina, les sugirió la fundación de un monasterio cisterciense en Casarrubios del Monte (Toledo). Hacia allí se dirigió, desde Valladolid, con otras dos monjas el 25 de octubre de 1634, poniendo los cimientos del Monasterio de Santa Cruz, no sin antes vencer la fuerte oposición de las gentes de la villa.
Allí se entregó de lleno a secundar los planes de Dios en su alma, siendo un auténtico modelo de toda virtud, una verdadera madre para las monjas, llena de ternura y delicadeza, que las arrastraba con su ejemplo y las animaba a vivir en hondura su consagración a Dios. Fue un alma enamorada de Cristo, mereciendo la gracia de ser distinguida con los estigmas de la pasión. En más de una ocasión tuvo la dicha de recibir la comunión de manera milagrosa, cuando no podía recibirla de manos del sacerdote.
Falleció santamente el 27 de noviembre de 1648 en el Monasterio de Santa Cruz, dejando tras de sí una estela luminosa de grandes virtudes. Cinco años más tarde, se encontró incorrupto su cuerpo. Por su mediación se han obtenido numerosos favores, tanto en vida como después de muerta.
El 26 de noviembre de 2012 se abrió el proceso de beatificación y canonización de la Madre María Evangelista, en un solemne acto presidido por el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo, y Hermano de Honor de nuestra Cofradía.
Oración:
Dios Padre Misericordioso, que te has dignado comunicar dones inefables a tu sierva María Evangelista, haciéndola copia viva de Jesús Crucificado y revelándole secretos celestiales, concédenos, por su intercesión, la gracia de imitar su amor a Cristo y su entrega generosa por la salvación de las almas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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