martes, 10 de febrero de 2015

Santa Genoveva Torres Morales

Genoveva Torres Morales nació el 3 de enero de 1870, en Almenara, España. Era la menor de una humilde familia de labradores. Sufrió la muerte de su padre cuando ella tenía un año, luego murieron cuatro de sus hermanos y cuando tenía ocho años, su madre también voló al cielo. A tan corta edad, quedó sola con su hermano José en medio de la pobreza y el abandono.

El dolor hizo fuerte su corazón y gracias a su sintonía con la fe, todas estas experiencias tan tempranas de dolor no le amargaron el corazón, sino que la hicieron una mujer más recia y más creyente. Le tocó asumir entonces todas las tareas de la casa: bordaba, limpiaba, cocinaba, etc. Asistía siempre al catecismo y como era muy pobre y no tenía para el traje de la Primera Comunión, cuando tenía diez años, se confesó y se puso a la cola de los que iban a comulgar y así recibió al Señor por primera vez en su corazón. Esta experiencia no la olvidaría nunca.

No pudo ir a la escuela varios años, pero en su casa, su madre había dejado varios libros espirituales y ella se aficionó a leerlos una y otra vez. Tantas carencias sufridas, aceleraron la formación de un tumor maligno en su pierna izquierda que se gangrenó y tuvo que ser amputada. Todos pensaron que moriría pero gracias a Dios recuperó la salud y la fortaleza del corazón.

Ahora nadie podía velar por ella, así que se le internó en el orfanato “Casa de la Misericordia” de Valencia, donde pasó nueve años. Allí se hizo muy devota de la Eucaristía, al Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen y los Ángeles. Ella quería ser religiosa, pero no podía ser aceptada a causa de su minusvalía. No perdió por ello la serenidad y más bien comenzó a atender a mujeres que estaban solas o abandonadas. Con dos compañeras iban por aquí y por allá averiguando donde vivían este tipo de mujeres y se las llevaban a la Casa de la Misericordia.

El día 2 de febrero de 1911 en Valencia, apoyada por un par de sacerdotes, fundó su primera “Casa Hogar”, constituyendo la “Sociedad Angélica” de la cuál surgiría el instituto de Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles. Estas religiosas se dedicarían a “aliviar la soledad de las personas que, por diferentes circunstancias, viven solas y necesitadas de cariño, de consuelo, de amor y de cuidados en su cuerpo y en su espíritu”.

La nueva comunidad crecía rápidamente y al poco tiempo se abrieron nuevas casas y más mujeres querían consagrar su vida a este trabajo iniciado por Genoveva. La Iglesia reconoció a esta comunidad y la Madre Genoveva fue elegida como Superiora General. Durante la persecución desencadenada contra la Iglesia por la República, sus casas fueron devastadas, pero Dios había templado el corazón de esta mujer y estos acontecimientos no lograron desesperanzarla. De su corazón sencillo brotaron frases como: “Nada es pesado para el que ama” o “El amor nunca dice basta”.

A finales de 1955 su salud empeoró. A los ochenta y seis años de edad, el 5 de enero de 1956 falleció en Zaragoza, admirada y reconocida como el “Ángel de la soledad”.

Fue beatificada en 1995 y canonizada en el 2003, por San Juan Pablo II.

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