Santa Josefina Bakhita nació en una tribu de Darfur, en Sudán, hacia el año 1869. Su historia es como la de otros muchos esclavos. Capturada por unos negreros siendo niña -aproximadamente con 9 años de edad-, fue vendida en el transcurso de algunos años a varios dueños, que la hacían trabajar duramente, apenas le daban comida y la maltrataban física y psicológicamente.
Su último patrón la vendió a un cónsul italiano en Sudán, quién la llevó a Italia y le dio mejor vida. Allí conocería a su “dueño” definitivo, uno bueno y justo, que siempre la amó: Jesucristo. En el país transalpino ingresó, tras algunos meses de catecumenado, en el Instituto de las Hermanas de la Caridad Canossinas de Venecia (Hermanas de Canossa). En este lugar se dedicó a las más variadas tareas: en la cocina, en la portería, en la sacristía, etc., destacando siempre por su piedad y su amor a los desamparados:
"Ellas -las religiosas de Canossa- me hicieron conocer a Dios, a quien sentía desde niña en mi corazón, sin saber quién era. Recordaba cómo viendo el sol, la luna y las estrellas, todas las bellezas de la naturaleza, me decía yo: ¿Quién es el dueño de todas estas cosas tan hermosas? Y sentía un gran deseo de verlo, de conocerlo, de honrarlo. Y ahora lo conozco. ¡Gracias, gracias, Dios mío!"
Esta santa mujer, sencilla y humilde, que tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Fortunata (“Bakhita”, nombre puesto al ser secuestrada, significa “Afortunada” en sudanés) no realizó hechos milagrosos en sí, pero su vida fue sobrenatural: llena de la gracia de Dios. Una vida de esperanza más fuerte que los propios sufrimientos de su esclavitud.
Sus superiores la animaron para dar a conocer su testimonio de vida al mayor número de personas posibles. Murió en Italia el 8 de Febrero de 1947, siendo sus últimas palabras: “¡Virgen, Virgen!”. Una multitud desfiló frente al féretro durante varios días para despedirse de su cuerpo.
San Juan Pablo II la beatifica el 17 de Mayo de 1992, y el mismo la canoniza el 1 de Octubre de 2000. Sin duda, un día importante para los cristianos de África, además de valioso estímulo para las víctimas de la esclavitud. Su cuerpo incorrupto se encuentra en la iglesia del Convento Canossiano de Schio, en la provincia de Vicenza, norte de Italia.
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