martes, 17 de febrero de 2015

Beato Monseñor Oscar Romero


Oscar Arnulfo Romero y Galdámez nació un 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, Departamento de San Miguel, en el oriente de la República de El Salvador. Su padre era telegrafista y su madre ama de casa, de orígenes muy humildes y ciertamente muy buenos católicos.


El inicio de sus estudios fue en San Miguel hasta la edad de doce años. Abandonó la escuela y se dedicó al aprendizaje de carpintería y a la música. Fue durante este tiempo, en 1930 y a los trece años de edad, que Oscar percibió la llamada de Dios. Ingresó en el seminario menor en San Miguel y luego, en 1937, se marchó a Roma donde terminó sus estudios teológicos en la Universidad Gregoriana. Los fines de semana se dedicaba a enseñar catecismo en las parroquias populares de la ciudad eterna. Por motivos económicos y a causa de la segunda guerra mundial, sus familiares no pudieron viajar a Roma para asistir a su graduación. El joven sacerdote regresó a El Salvador en 1943, con una breve parada en Cuba, ya que el entonces presidente, Fulgencio Batista, lo detuvo y lo internó en un campo de concentración organizado por el gobierno cubano. Por fin, regresó a su natal San Miguel y el obispo le confió la parroquia de Anamorós, un pueblo cerca de San Miguel donde se venera la patrona de El Salvador, Nuestra Señora de la Paz.

En 1966, es nombrado secretario de la Conferencia episcopal en El Salvador, cargo en el cual permaneció durante once años. En este tiempo, Oscar difundió centenares de charlas espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica. En 1970, Oscar es nombrado obispo y ejerce al lado del entonces arzobispo de San Salvador, Monseñor Chávez y González. También desempeñó su ministerio en la parroquia de Santiago de María, en el Departamento de Usulután.

El 3 de febrero de 1977, el Vaticano, con Pablo VI, le nombró arzobispo de San Salvador, sólo unas semanas antes de las elecciones presidenciales en las que salió elegido presidente de la república el general Carlos Humberto Romero. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los tres años que sirvió como obispo de San Salvador

En enero de 1979, Monseñor Romero se unió al resto de los obispos de Latinoamérica en Puebla, México, para discutir el futuro de la Iglesia. El nombramiento de Juan Pablo II no hizo más que reforzar la importancia de este encuentro. En Puebla, Monseñor Romero recibió el reconocimiento y el apoyo que buscaba para fortalecer su posición dentro de la Iglesia salvadoreña y hacer frente a un gobierno corrupto que intentaba silenciar su voz. Cuarenta obispos de Latinoamérica firmaron una carta de solidaridad, alabando su lealtad al evangelio y a la teología de la liberación. La Teología de la liberación se basa en la palabras de Cristo: "Pónganse de pie y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Esta teología pretende liberar a los pobres de la injusticia social, del hambre y de la miseria.

Durante la guerra civil de este país que daba comienzo en 1979, Monseñor Romero se convirtió en la "voz de los sin voz" y en"el pastor del rebaño que Dios le había confiado" por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados. Tras el asesinato de su colega y buen amigo, el sacerdote Rutilio Grande, Monseñor Romero cita las enseñanzas de su Papa favorito, Pío XI: "La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la política toca el altar, la Iglesia defiende el altar." Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. Dio noticias de las desapariciones de la población civil, de las torturas y matanzas de las Fuerzas Armadas y se atrevió a seguir denunciando el gobierno corrupto. Se atrevió a dar nombres y apellidos para describir esa opresión de los pobres que clama venganza ante Dios. Son muchos los militares y periodistas que asistieron a sus sermones que siempre trataron de la actualidad del país y Monseñor Romero recurrió a las palabras de san Agustín y santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para juzgar la política.

Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador. Fue en este día que los corazones salvadoreños se manifestaron y se dividieron. Mientras unos lloraban la muerte de Monseñor ante el cuerpo sacrificado a los pies del altar, otros celebraban y brindaban por "la ejecución de ese comunista hijo de puta". Su muerte martirial sancionó para siempre su vida y lo ha convertido en una buena noticia para los hombres de nuestro mundo contemporáneo. Es el símbolo real de muchos mártires, sobre todo de la multitud de mártires anónimos, porque su disposición fue siempre la de dar su vida por Dios y por los hermanos.

La figura y el legado de Monseñor Romero sigue generando simpatía entre la población salvadoreña, especialmente entre los pobres. Pero también su figura es rechazada por los poderosos, quienes siempre le criticaron su posición en contra del gobierno y de las fuerzas armadas de El Salvador que cometían actos de brutalidad entre la población campesina. En medio de una historia de dolor, vivió y compartió con los pobres su fe inquebrantable en el Señor de la Vida, la esperanza de ver realizada en El Salvador la realidad cristiana de unos cielos nuevos, de una tierra nueva, y una caridad no sólo anunciada, sino encarnada en el destino de los pobres. Con ellos, desde ellos y para todos proclamó los grandes valores que Dios ha dado a la humanidad.

Para muchos, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más grande del país y, desde su asesinato, su legado ha traspasado fronteras y se ha convertido en un símbolo universal de la justicia y de la paz. Su proceso de beatificación y canonización se inició el 24 de marzo de 1994. El 03 de febrero su santidad el Papa Francisco, aprobó el decreto que Monseñor Romero fue asesinado "en odio a la fe". Fue beatificado el 23 de mayo de 2015.

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