Nació en 1858 en Filadelfia (Estados Unidos) Su padre fue un famoso banquero y filántropo. En un viaje que hizo con sus padres al oeste de los Estados Unidos, pudo comprobar la situación de abandono y degradación en que vivían los nativos americanos.
Esta experiencia fue el inicio de su compromiso personal y financiero con esta gente, que durará toda su vida. Pero fue en una audiencia con el Papa León XIII cuando sintió con más claridad la llamada de Dios para entregarse a esta tarea.
Fue a pedirle que enviara misioneros a estas regiones indígenas, con la financiación de su familia, y él le dijo que ella misma debería llegar a ser misionera. Estas palabras tuvieron en ella un eco especial y la impulsaron a entregarse completamente al servicio de los indígenas y afroamericanos. Ellos estaban muy lejos de ser libres y se les negaban muchos derechos constitucionales, en especial, el de la instrucción.
Las plantaciones eran instituciones sin ningún sentido social. Comprendió que era urgente cambiar en los Estados Unidos la mentalidad racista y ofrecer a esta gente una educación de calidad que les abriera la posibilidad a una vida en libertad.
Fue la fundadora de la Congregación de las Hermanas del Santísimo Sacramento, la cual estaba abierta para todas las personas, sin distinción de color. Así logró crear 60 escuelas en el Oeste de los Estados Unidos, que ella financió directamente, y una universidad en Luisiana.
A esta intensa actividad, conjugó la oración y una dependencia total a la divina providencia. En la Eucaristía, encontró la fuente de amor por esta pobre gente y el valor para combatir el racismo. Su gran alegría fue ver que la Iglesia de los Estados Unidos gradualmente se estaba siendo consciente de la necesidad de un apostolado directo con los más marginados socialmente.
Murió el 3 de marzo de 1955 en la localidad de Conwells Heigths (Filadelfia, Estados Unidos). Fue canonizada por el Papa Juan Pablo II en el año 2000.
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