Santa María Josefa nació en Vitoria, el 7 de septiembre de 1842, Sus padres Bernabé Sancho y Petra de Guerra, quienes la educaron según los principios del Evangelio. A los 7 años experimenta su primer gran dolor, la muerte de su padre.
Poco se sabe de su infancia y adolescencia. A los 18 años decide ser religiosa contemplativa, pero una enfermedad será el signo providencial que precisará su camino. En Madrid ingresa en el convento de las Siervas de María fundadas poco antes por Santa Soledad Torres Acosta. Pero Mª Josefa tiene tremendas dudas sobre si el camino escogido es el que debe seguir, a pesar de la certeza de su vocación.
Aconsejada por la Madre Soledad, acude a San Antonio Mª Claret que le dice: “En nombre de Dios profese en el Instituto al que pertenece, porque Dios la tiene reservada para lo que menos piensa”, vaticinando sin duda, con estas palabras el posterior destino que el Señor se había dignado reservarle, escogiéndola para Fundadora de este nuevo Instituto de Siervas de Jesús de la Caridad.
Del Corazón de Jesús recibió sentimientos de bondad y misericordia para cuidar a los enfermos, a los necesitados y a todos los que sufren material y espiritualmente, al estilo de Cristo en su vida apostólica.
Su caridad se prolongó en toda clase de obras asistenciales y de beneficencia donde había alguien con su salud quebrantada. Esta caridad que abrasó el corazón de nuestra Madre Fundadora en el misterio de Cristo, es la forma de vivir el carisma de la Congregación, que tiene su base y encierra toda su espiritualidad y todo su apostolado en el lema: “Amor y Sacrificio”.
Estuvo 12 años gravemente enferma. En estas circunstancias gobernó la Congregación con gran fortaleza especialmente a través de sus cartas, amor, sacrificio y oración. Murió el 20 de marzo de 1912.
La causa de canonización de María Josefa Sancho comenzó en 1951, siendo declarada beata en 1992. En el año 2000, el Papa Juan Pablo II la declaró santa.
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