San Antonio María Claret nació el 23 de diciembre de 1807 en Sallent, pequeño pueblo de tejedores en Barcelona, Cataluña. Sus padres, muy cristianos, le inculcaron desde el principio gran amor a Dios y a la Virgen. Ellos tenían una pequeña fábrica de tejidos en el pueblo; con sus obreros rezaban el rosario todos los días, en la hora del trabajo: pronto el joven Antonio se puso a trabajar en los tejidos y a dirigir la oración.
Tanta fue la aptitud de Antonio que sus padres lo mandaron a Barcelona para que estudiara y se perfeccionara en la confección del tejido e hizo tales progresos que varias personas le propusieron a su padre una empresa de tejidos. Pero Antonio tenía en su mente otro camino para su vida: ser sacerdote. Fue consagrado sacerdote el 13 de junio de 1835. Pero no quiso quedarse en Parroquia o en lugar fijo sino que determinó ser misionero universal y viajó a Roma para que el Papa lo enviara a cualquier lugar del mundo. No resultando ese proyecto, volvió a España y, bajo las indicaciones de su obispo, se dedicó a misionar por toda Cataluña y por las islas Canarias. Como vio que no podía abarcar todo el mundo y todo el tiempo, fundó el 16 de julio de 1849 la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (o Misioneros Claretianos), para que continuaran la misión universal llevando su propio espíritu.
Al poco tiempo, el Papa Pío IX lo nombró Arzobispo de Santiago de Cuba. Y se trasladó a la isla para cumplir su misión. Lo que allí realizó en siete años sobrepasa muchas páginas: reformó el clero, fundó granjas agrícolas, cajas de ahorro, una congregación de religiosas para la enseñanza, defendió a los esclavos y a la raza negra, predicó y confesó con ahínco, recorrió varias veces su diócesis…
En esta labor se encontraba, cuando la Reina de España, Isabel II, le pidió trasladarse a España como su confesor, no era una tarea para Claret porque él era misionero, sin embargo, la llevó adelante del mejor modo posible. Siguió misionando, escribiendo libros, folletos, hojas sueltas, publicando la Biblia, el catecismo. Claret fue un gran misionero, un gran Obispo, un escritor fecundo, un predecesor de muchas obras actuales de la Iglesia. Una revolución en España, en 1868, lo desterró a Francia, ahí se encontró con sus Misioneros, también desterrados; asistió al Concilio Vaticano I en Roma.
Pero sus enemigos no descansaban y seguían persiguiéndolo por lo cual tuvo que refugiarse en un convento cisterciense en Fontfroide, Francia. Allí murió, entre los monjes y los misioneros, el 24 de octubre de 1870.
Fue beatificado en 1934 por el Papa Pío XI y el Papa Pío XII lo canonizó como Santo el 7 de mayo de 1950.
fuente: http://corazondemariaantofagasta.cl/resenas/antonio-maria-claret
No hay comentarios.:
Publicar un comentario