Nació en Bienno, Val Camónica (Brescia) Italia, el 18 de enero de 1847. El mismo día sus padres, Carlo y Anna Maria Milesi, llevaron a la fuente bautismal a su niña, la quinta de diez hijos, a la que le dieron el nombre de Caterina.
En su infancia Caterina conoció las alegrías de la inocencia y las despreocupaciones de la edad. Frecuentemente el Señor le hacía sentir el deseo de unirse a El más íntimamente y la pequeña era transportada a menudo por una fuerte necesidad de recogerse en la oración y en la meditación. A quien le preguntaba, ¿qué haces?, ella respondía : « Pienso ».
Hacia los siete años, no resistiendo ya al urgente llamado de Jesús, una mañana muy temprano, envuelta en el amplio chal negro de su madre, fue a la Iglesia de S. María, y estando de pie en la balaustrada, recibió a escondidas su Primera Comunión. La pequeña gustó anticipadamente momentos de cielo y juró eterno amor a Jesús.
Al crecer Caterina se hizo cada vez más seria y más recogida, absorbida por el solo pensamiento de Jesús presente en la Eucaristía. Y se dio cuenta de que el Maestro queda largos días abandonado.
Con el pasar de los años se volvió un apóstol de la Eucaristía. Quería llevar a Jesús Sacramentado sobre una alta montaña para que todos lo vieran y lo adoraran.
Instituyó entre sus mejores compañeras la Guardia de Honor, y elaboró el programa de su vida : « Jesús, amarte y hacerte amado ». Pues, su ideal es Jesús.
Atraída hacia una vida más perfecta, dejó la familia y entró en el Instituto de Hijas de la Caridad, fundado por Santa Bartolomea Capitanio, en Lovere (Brescia).
Caterina hizo entender las mejores esperanzas sobre su persona, pero las admirables y misteriosas vías de la Providencia eran distintas: la Postulante, enferma, debió dejar el Instituto.
Regresó a su familia y encontró cambiadas las condiciones económicas, por esto abandonó el pueblo natal y entró en calidad de sirvienta, no casualmente, en la casa del Párroco de Chiari, el Padre Juan Bautista Rota, el cual, un año más tarde, fue elevado a la sede episcopal de Lodi. Así Caterina fue a servir en la casa de la condesa Fè-Vitali. Fueron encuentros y experiencias preciosas para la joven.
En la Navidad del 1876 reforzó su unión con Jesús y escribió de su puño y letra un comprometido método de vida, al que permanecerá siempre fiel.
En la fiesta del Corpus Christi del 1878, con el permiso de su confesor, hizo perpetuo el voto de virginidad, el mismo que había hecho el día de su Primera Comunión a escondidas.
Caterina, sin descuidar sus deberes de sirvienta, se dedicó a la educación de los niños de S. Gervasio (Bérgamo) y los guío por la vía de la honradez y de las virtudes religiosas y sociales.
Con la mortificación, la oración asidua, una intensa vida interior y el ejercicio de las obras de misericordia Caterina se preparó a acoger la voluntad del Señor.
Libre de los vínculos familiares, después de la muerte de sus padres, Caterina trató de concretizar su ideal eucarístico. Abrió su corazón a Mons. Speranza, entonces Obispo de Bérgamo el cual se encontraba en Bienno como huésped de los condes Fè-Vitali, y le contó el proyecto de fundar una Congregación. El Prelado la animó y le aseguró que ésta es la voluntad de Dios.
En el 1880 encontrándose en Roma con sus patrones logró hablar con el Papa León XIII del proyecto de fundar un Instituto religioso dedicado a la Adoración. El Papa lo modificó sugiriéndole de unir a la Adoración la educación a las jóvenes obreras. Sostenida por el nuevo Obispo de Bérgamo, Mons. Güindani y por su “Padre y Superior”, el sacerdote Francesco Spinelli, el 15 de diciembre de 1882, Caterina con otras dos jóvenes hizo la primera hora de adoración.
Así empezó la obra de las Hermanas Sacramentinas de Bérgamo.
Mas tarde, el 15 de diciembre de 1884, Caterina hizo la vestición religiosa y tomó el nombre de Sor Gertrudis del Santísimo Sacramento. La nueva Congregación se reveló obra de Dios. Y como todas las obras de Dios tuvo que atravesar el vendaval de las adversidades, que puso a dura prueba el pequeño árbol. Este sin embargo ha echado ya profundas raíces en el terreno fecundo de la oración, de la mortificación y de la humildad. No importa que Sor Gertrudis con las Hermanas debieran, siguiendo el consejo del mismo Obispo de Bérgamo, abandonar el primer nido y refugiarse en Lodi.
El Obispo de Lodi, Mons. Rota, acogió paternamente a aquellas hijas confiadas por el Obispo de Bérgamo. Con gesto magnánimo les donó una casa en Lavagna di Comazzo, que llegó a ser provisionalmente la Casa Madre del Instituto.
Superadas las pruebas, el 8 de septiembre de 1891, Mons. Rota, con decreto especial, erigió canónicamente el Instituto. El 28 de marzo de 1892 la Madre Gertrudis regresó a Bérgamo, cuna de la Congregación, a la cual dio un impulso decisivo y vital.
¡La obra de Dios está cumplida! La Fundadora ha dado todas las garantías de continuidad para la adoración pública perpetua a Jesús Sacramentado; ha transmitido a sus hermanas su precioso patrimonio espiritual: espíritu de oración, de sacrificio, de mortificación, de obediencia, de humildad, de caridad, sobre todo, hacia los pobres. Ya podía ir al encuentro del Esposo. El 18 de febrero de 1903, a medio día, inclinando la cabeza hacia la iglesia de la Adoración, Madre Gertrudis empezó la adoración eterna. La noticia de su muerte se difundió por toda la región. Cuántos la conocieron, especialmente los pobres y humildes, tan queridos por ella, unánimemente la declararon santa.
El 9 de agosto de 1926 el venerado cadáver fue transportado del cementerio a la Casa Madre, donde descansa en una capilla apropiada, contigua a la iglesia de la Adoración.
La Iglesia, escuchando el deseo de muchísima gente, el 18 de febrero de 1928 abrió el proceso diocesano sobre la santidad de su vida, de sus virtudes y milagros que concluyó positivamente en 1939.
En el mismo año durante el pontificado de Pío XII, se abrió el Proceso Apostólico. El 26 de abril de 1961, en presencia del Santo Padre Juan XXIII, tuvo lugar la Congregación General, después de la cual se dio lectura del Decreto sobre la heroicidad de las virtudes practicadas por Madre Gertrudis Comensoli.
De inmediato y por voluntad de Dios, fue declarada “Venerable”.
El 1 de octubre de 1989 Juan Pablo II la proclamó Beata.
El 26 de abril de 2009, Benedicto XVI la escribió en el libro de los Santos.