viernes, 19 de junio de 2020

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Acordaos ¡oh Sagrado Corazón de Jesús! de todo lo que habéis hecho por salvarnos. Acordaos del eterno e inmenso amor que habéis tenido por todos los hombres; que tu Corazón acoja a los que a ti acuden y se conmueva ante nuestras debilidades. Llenos de confianza y amor, venimos a tu Corazón, como el corazón del mejor de los padres, del más fiel y bueno de los amigos. Recíbenos, ¡oh Corazón sagrado! en tu infinita ternura; haznos sentir los efectos de tu amor; se nuestro apoyo, nuestro mediador ante nuestro Padre, y concédenos la fuerza en nuestra debilidad, consuelo en nuestras penas, y la gracia de amarte en el tiempo y de poseerte en la eternidad. Corazón de Jesús, acudo a Ti porque eres mi refugio, mi esperanza; el remedio de todos mis males, el alivio de mis miserias, la reparación de todas mis faltas, la seguridad de todas mis peticiones, la fuente inagotable para mí, y para todos la luz, fuerza, constancia, paz y bendición. Estoy seguro que no te cansarás de mí y que no cesarás de amarme, protegerme y ayudarme, porque me amáis con un amor infinito. Ten piedad de mí, según tu gran misericordia, y haz de mí, por mí, y en mí todo lo que quieras, porque yo me abandono a tu Corazón con la entera confianza de que no me abandonarás jamás. Así sea.



¡Oh niño milagroso Jesús!
Vengo ante tu imagen sagrada, conmovida
 por el amor y la esperanza, y 
Te suplico que mires misericordiosamente
 a mi turbado corazón.
Deja que tu propio amor tierno
Siempre inclinado a la compasión,
 mitigar mis problemas y aliviar mis sufrimientos.
Toma de mí si es tu voluntad, 
todas las aflicciones insoportables y
déjame nunca rendirme a la desesperación.
Concédeme, querido niño Jesús,
la gracia especial que te pido hoy 
con toda humildad y con 
una confianza amorosa,
y por el bien de Tu Sagrada Infancia, 
escucha siempre mis oraciones.
Sé generoso con tu ayuda y consuelo, 
para que pueda alabarte a ti,
 al Padre y al Espíritu Santo.
Amén.


Oración de  la Madre M. Angélica (EWTN) 

Pensamientos al Sagrado Corazón de Jesús

"...Las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "Delicia de todos los santos". Es ya visión del paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del Cielo: es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna...Por eso el Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos. En Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del Cielo son amados por el Padre, que los une a Si con el vínculo del Espíritu Santo. En Cristo y por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu.


El Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos permanecen en el Amor (Jn 15,9), sacando de Él gozo perenne y sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el Corazón divino de Cristo..." (San Juan Pablo II)








































miércoles, 17 de junio de 2020

Nuestra Señora de las flores de Bra (Italia)

Aparición a Egidia el 29 de diciembre de 1336


Era la tarde del 29 de diciembre de la lejana 1336 cuando una joven novia embarazada, una cierta Egidia Mathis, que regresaba a su casa, caminaba por un sendero cubierto de nieve que cruzaba un bosque de espinas salvajes cerca de la ciudad de Bra, llegó a un pilar votivo consagrado a la Virgen. Ella se detuvo para rezar cuando de repente fue atacada por dos soldados de la fortuna.
Sintiéndose perdida y preocupada por el bebé, Egidia invocó a la Virgen, y apareció una Dama que brillaba con luz, los soldados huyeron y la mujer cayó al suelo por el dolor, la misteriosa Dama ayudó a Egidia en el parto y luego desapareció en el aire. .
Egidia se encontró con su espléndido bebé en brazos y corrió a su casa para anunciar el evento extraordinario.
Egidia, con amigos y familiares, quería regresar al lugar del milagro y todos quedaron asombrados al ver que las espinas silvestres estaban cubiertas de flores blancas a pesar de la estación fría.
Desde entonces, la extraordinaria floración invernal siempre se ha repetido en el mismo período y en los raros momentos en que no ha ocurrido, han sucedido eventos dañinos.
Desde el siglo XVIII, los botánicos y académicos han estudiado el fenómeno sin llegar a una explicación científica.

Oración

Santísima Virgen María, Madre de Jesús, a quien te dignaste a dar una señal de tu protección celestial haciendo florecer plantas silvestres en tu santuario todos los años en la mayoría de los días de invierno, ¡oh, querida flor del cielo, haz eso, en nuestro estéril corazón y planta las flores de las virtudes más queridas para ti, con las cuales podemos agradar a  tu Hijo y para hacerte un día una corona hermosa en la patria celestial. Amén

Beata Alfonsa Clerici

Alfonsa nació en Linate el 14 de febrero de 1860. A los 15 años entró al colegio de las Hermanas de la preciosísima Sangre en Monza. En 1879 consiguió el diploma de maestra en grado superior y comenzó a enseñar en la escuela pública de Linate.

A los 23 años ingresó en la comunidad del colegio donde había estudiado: "Yo que tengo el honor de llevar el nombre de Hermana de la Preciosísima Sangre", escribió la religiosa cuando emitió sus votos temporales, "estaré contenta donde haya más sacrificio, estaré contenta de derramar la sangre de la voluntad, del amor propio", dijo.

La congregación a la que perteneció la hermana Alfonsa tiene el carisma de la vida comunitaria intensa, así como la educación en la que resaltan a sus alumnos la dignidad como hijos de Dios. También se dedican a la asistencia a los enfermos y a la promoción de la mujer. Actualmente se encuentran en Italia, Brasil, Kenya, Timor Oriental y Myanmar.

Luego de emitir sus votos, la hermana Alfonsa enseñó en el colegio donde había estudiado. Allí fue también la directora de 1898 a 1907. El principal desafío que enfrentó fue la solución de una gran crisis económica que sufrió su instituto. Ella misma admitió que se trataba de "una comunidad que reordenar, que reformar pero no que deshacer".

La hermana Alfonsa fue llamada en 1911 a dirigir el colegio Retiro de la providencia, ubicado en Vercelli. Se trataba de un instituto de acogida de personas huérfanas o que vivían en una situación familiar difícil.

"Era el consejo de administración el que guiaba y seguía este colegio, pero tenían pocos recursos", dijo a ZENIT su postuladora la hermana Santina Dino.

"Encontraron estos chicos, algunos pequeños que no lograban tener una educación completa porque faltaba el dinero. Ella buscaba mejorar la situación", comentó la religiosa.

Su santidad se fue forjando en pequeñas acciones de caridad que tenía con sus alumnos y con las personas más necesitadas que llegaban a este instituto.

"Muchos pobres y atribulados iban diariamente al Instituto para obtener un pedazo de pan o un vestido y, sobre todo un poco de amor, que la hermana Alfonsa sabía dan con alegría. Ninguno se iba desilusionado, todos recibían algo de ella, sea material o espiritual", asegura su postuladora.

Una caridad que se fundaba en una vida espiritual muy profunda y particular. Por ello su biografía se titula Con la fronte per terra, (Con la frente por tierra n.d.t), "Oraba de rodillas y ponía su frente en la tierra", indicó su postuladora.

La hermana Santina cuenta que un día, durante la Primera Guerra Mundial, un soldado fue a pedirle dinero. La hermana Alfonsa sólo tenía la cantidad exacta para comprar una lámpara para el Santísimo. Ella le dijo que no lo podía ayudar económicamente. En la noche no pudo dormir y decidió darle ese dinero al soldado.

Al día siguiente fue una condesa a visitarla y a darle una ofrenda. "Era la misma cantidad que le había dado al soldado. ¡El Señor se lo había devuelto!", cuenta su postuladora.

Entre el 12 y el 13 de enero de 1930, la hermana Alfonsa sufrió una fuerte hemorragia cerebral mientras que oraba con su habitual posición de la cabeza en el suelo. Así fue encontrada. Murió al día siguiente.

Durante su proceso de beatificación, cinco de sus alumnas, cuyas edades oscilaban entre 85 y 87 años, dieron su testimonio sobre los actos de caridad de esta religiosa: "Lo más bello es que todas las interrogadas decían lo mismo: eran bien tratadas, ella sabía estar cercana a todas y buscar para cada una la mejor solución, sea llevarlas de vacaciones, ayudar a resolver su situación familiar. Ella vivió en el silencio y en la pobreza en este instituto", concluyó su postuladora.

fuente: catholic.net

Hermano Roger de Taizé

Nació el 12 de mayo de 1915 en Jura (Suiza).

Hijo de un pastor protestante. De muy pequeño, fue acogido en casa de su abuela, de confesión evangélica y atormentada por la I Guerra Mundial.

Recién ordenado pastor, hizo un viaje en bicicleta por la Francia de 1940 pensando en cómo ayudar a las víctimas de la guerra. Una noche llegó a una aldea de la Borgoña situada junto a la línea que dividía la Francia de Vichy de la ocupada por Hitler. La aldea se llamaba Taizé.

Allí levantó una comunidad abierta a miembros de todas las iglesias cristianas. Nunca hizo distingos entre jóvenes de distintas religiones. Luteranos, calvinistas, evangélicos, ortodoxos o católicos acudían a él. Roger se instaló con su hermana en una casa abandonada hasta la que la guerra les fue haciendo llegar judíos, refugiados políticos y desertores nazis. A todos les acogía sin tener en cuenta su credo ni su nacionalidad en aquella casa ruinosa y sin agua corriente.

Roger solía irse a rezar al bosque para que los refugiados judíos o agnósticos no se sintieran incómodos u obligados a acompañarle. En los años 50, Roger empezó a enviar a hermanos de la comunidad a vivir en lugares especialmente castigados por la miseria y la violencia, con el objetivo de estar al lado de las personas que más sufren y de ser testimonios de paz.

Taizé acoge cada año a miles de personas de todos los credos en busca de una experiencia mística y de una espiritualidad sin fronteras. Cuando le preguntaban sobre los orígenes de Taizé, Roger siempre recordaba a su abuela, una mujer protestante que en los peores días de la I Guerra Mundial iba cada tarde a rezar a una iglesia católica como símbolo de unidad en una Europa dividida por la guerra.

Conocido como Hermano Roger, murió en Taizé a los 90 años el 16 de julio de 2005 apuñalado durante un oficio al que asistían 2.500 jóvenes. La mujer que lo mató, una rumana llamada Luminita, intentaba en vano conseguir una entrevista con él desde hacía meses, le propinó tres puñaladas en el cuello y el religioso murió pocos minutos después.

Oraciones del Hno. Roger

“Dios de paz,
aunque seamos frágiles,
querríamos seguirte
por el camino que nos conduce
a amar como Tú nos amas”.

(Hermano Roger, Comunidad de Taizé, “Orar en El Silencio del Corazón”).


“Dios de misericordia,
Tú iluminas nuestras almas
con una luz inesperada.
Entonces descubrimos que,
aunque pueda permanecer en nosotros
una parte de oscuridad,
en cada uno habita sobre todo,
el misterio de tu presencia”.

(Hermano Roger, Comunidad de Taizé, “Orar en El Silencio del Corazón”).


“Dios de consolación,
por tu Espíritu Santo
vienes a transfigurar nuestro corazón.
Incluso en nuestras pruebas
haces crecer
la comunión contigo”.
(Hermano Roger, Comunidad de Taizé, “Orar en El Silencio del Corazón”).

Venerable Marie Madeleine d'Houet

Marie-Madeleine nació en 1781, como Marie-Madeleine-Victoire de Bengy en Châteauroux, en la Provincia de Berry en el Reino de Francia (Departamento de Indre). Ella era la segunda de cinco hijos.


En 1800, su familia se mudó a Issoudun, después de que su padre, Monsieur de Bengy, fuera liberado de la prisión, fue condenado por ser católico, cuando estalló la Revolución Francesa. En estos nuevos lugares, Marie-Madeleine continuó brindando ayuda a los pobres y enfermos, como voluntaria en el Hospicio local de St. Roch.


En 1804 se casó con Joseph de Bonnault d'Houët. Tenían una vida feliz y juntos visitaban a los enfermos. Desafortunadamente, Joseph murió menos de un año después de la boda como resultado de haber contraído fiebre tifoidea durante estas visitas. Su hijo Eugene nació tres meses después de este triste evento.


El deseo de Marie-Madeleine de dedicar toda su vida a Dios y al servicio de los demás. Ella siguió creciendo espiritualmente y descubre que estaba siendo llamada a vivir en la mayor confianza de Dios. En 1809, cuando estaba de vuelta en Bourges, Marie-Madeleine empezó a acompañar a un grupo de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul en visitar los mismos prisioneros españoles que su marido había cuidado. Contrajo fiebre tifoidea pero sobrevivió, a diferencia de su difunto esposo.


Se convenció de que Dios la estaba llamando a fundar una orden de mujeres apostólicas que se inspirarían en María, la Madre de Jesús y las santas mujeres de los evangelios. Estaba decidida a que la sociedad tomara el nombre de Jesús y siguiera las Constituciones de los jesuitas. Con dos compañeras, comenzó su trabajo en Amiens, en el norte de Francia, en 1820. Durante los siguientes diez años, el apostolado se expandió: otras mujeres se unieron a ella y se establecieron nuevas fundaciones en Francia.


Marie-Madeleine había viajado a Roma en 1826 para buscar la aprobación del Papa León XII para su orden, que él dio debidamente. El decreto de aprobación fue otorgado por el papa Gregorio XVI al año siguiente.


Las primeras Compañeras no se limitaron a trabajar con los niños pobres de su zona. Marie Madeleine vio la necesidad de ayudar a las familias, especialmente a las madres. Era práctica, astuta y compasiva, reconoció el sufrimiento de estas pobres mujeres e hizo algo para aliviarlo.


El Lunes de Pascua, día antes de su muerte, Marie Madeleine recibió la visita de uno de sus nietos, León de Bonnault. El Lunes de Pascua, Marie Madeleine murió rodeada del cariño de sus hermanas – las miembros de su todavía joven Sociedad. La enterraron en el pequeño cementerio adjunto al orfanato que había fundado en Gentilly, al suroeste de Paris, el 05 de abril de 1858.

Su cuerpo permaneció en Gentilly hasta 1904. Después, debido al anti-clericalismo de Francia y la consiguiente supresión de las casas religiosas, fue llevado, con el permiso de las autoridades civiles y eclesiásticas, al Convento FCJ de Upton Hall, cerca de Birkenhead en Inglaterra.

Allí permaneció hasta junio de 1980, cuando fue trasladado otra vez, ahora a petición del postulador de su Causa de Beatificación y Canonización. El cuerpo de Marie Madeleine fue enterrado en la capilla del convento de Stella Maris, Broadstairs, Inglaterra.

Beatas mártires Terciarias Capuchinas

El 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil española, que durará hasta abril de 1939. Se caracterizó por una sangrienta persecución religiosa y odio a la fe. Como consecuencia se profanaron y quemaron los templos y murieron varios obispos, muchos sacerdotes, religiosos/as y laicos comprometidos sólo por el hecho de profesar su fe.

Entre esta pléyade de mártires se encontraban Rosario, Serafina y Francisca quienes en ese momento estaban al frente de la Congregación y no tuvieron miedo a confesar su fe.

Se vieron obligadas a abandonar el convento y refugiarse en casas particulares. El 21 de agosto de 1936 fueron detenidas y sometidas a duros trabajos, malos tratos, desprecios y vejaciones. Al día siguiente, Rosario y Serafina fueron fusiladas en la carretera de Puzol. La Hna. Rosario, siempre animosa hasta el martirio, se dirigió a su verdugo y sacándose el anillo de dijo: “TOMA, TE LO DOY EN SEÑAL DE QUE TE PERDONO”. El miliciano regresó impresionado diciendo: “Hemos matado a una santa, hemos matado a una santa”.


La Hna. Francisca fue fusilada el 27 de septiembre en el cementerio de Gilet, después de haber pasado por humillaciones y sufrimientos. Antes de recibir el tiro de gracia les dijo a los verdugos: "ESPERAOS UN MOMENTO, OS VOY A DECIR UNAS PALABRAS, QUE DIOS OS PERDONE, COMO YO OS PERDONO" y al grito de "VIVA CRISTO REY" cayó gloriosamente.


Hna. Rosario de Soano (Petra María Victoria Quintana Argos) Nace en Soano, Cantabria, el 13 de mayo de 1866. A los 13 años queda huerfana de madre. Su contacto con los capuchinos de Montehano le hace ingresar en las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia de Valencia.
Siendo Vicaria General de la Congregación la sorprendió la persecución en la casa noviciado de Massamagrel, Valencia. Expulsadas del convento, hallo refugio en hogar amigo, pero al poco fue detenida y trasladada violentamente al Sindicato de Punzol.


Hna. Serafina, nació el 6 de agosto de 1872 en Ochovi, Navarra, España, hija de Hilarión Fernández y Juana Francisca Ibero. De familia numerosa, profundamente cristiana y sencilla, pobre y trabajadora. Tuvo otros dos hermanos Capuchinos y dos Terciarias Capuchinas.

A los 15 años ingresó en la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas recién fundada por el P. Luis Amigó. Hizo su profesión temporal el 14 de mayo de 1891. Trabajó en la educación de las niñas huérfanas, en la recolección de limosnas para el sostenimiento de las mismas, y los trabajos domésticos, fue superiora local y por treintaiséis años consejera general. Ejemplar en su consagración, paciente, comprensiva, humilde, amante de los pobres, siempre disponible para el servicio, justa, firme y sincera, muy devota del Santísimo Sacramento.

Cuando estalló la guerra civil vivía en Masamagrell. Organizó refugio seguro para las postulantes y novicias y luego, apresada con Sor Rosario, con ella sufrió el martirio.


Hna. Francisca Javiera, nació en Rafelbuñol, Valencia, España, el 24 de mayo de 1901, hija de José Fenollosa y María Rosa Alcaina, campesinos terciarios franciscanos. Eran 10 hijos, familia cristiana, piadosa. Devota de la Sma. Virgen, perteneció a la Asociación de las Hijas de María, a diario rezaba el Rosario y leía el Evangelio, en medio de sus ocupaciones domésticas. Para hacerse religiosa debió vencer la oposición de su madre, que la consideraba su brazo derecho en el hogar. Ingresó en la Congregación de Hermanas Terciarias Capcuhinas en 1921, profesó el 11 de mayo de 1924. Enseñaba música a las niñas de la casa-familia y al mismo tiempo era maestra de novicias. Afable, simpática, alegre y devota. Se distinguía por su prudencia, ecuanimidad, simplicidad y humildad. Respetuosa de todos y de iniciativa. Cuidadosa en el cumplimiento de sus deberes, dada a la oración silenciosa, devota de la Eucaristía y de la Sma. Virgen. Aprovechaba las vacaciones en familia para hacer algún apostolado entre los jóvenes.

Venerable Luis Amigó y Ferrer

Luis Amigó y Ferrer nació el 17 de octubre de 1854 en Masamagrell (Valencia), donde su padre trabajaba como secretario del ayuntamiento. Su nombre de pila, en realidad, era Jose María, pero al hacerse fraile lo cambió –como era la costumbre entonces- por el de Luis.

Su infancia y juventud pasan en Valencia donde empieza sus estudios hacia el sacerdocio en el Seminario Conciliar de la ciudad. Siendo todavía casi un niño, comenzó a dar tempranas muestras de esa sensibilidad para percibir y atender los problemas de los demás. Acompañado de otros amigos -adolescentes también como él- empezó a dedicar parte de su tiempo libre y de ocio a los marginados de su entorno. Iba por los hospitales visitando a los enfermos y atendiéndoles en sus necesidades. Frecuentaba las barracas, alquerías y demás casas aisladas de la huerta valenciana, acompañando a sus habitantes, y en particular a los niños y jóvenes. Y, sobre todo, se acercaba a las cárceles para consolar e instruir a los presos allí recluidos.

Cuando contaba diecinueve años, tomó la decisión de hacerse fraile capuchino. Era el 12 de abril de 1874 cuando vistió el hábito franciscano en Bayona (Francia) con el nombre de Fray Luis de Masamagrell. Cinco años después, el 29 de marzo de 1879, y residiendo ya en Montehano (Cantabria), fue ordenado sacerdote, con tan sólo veinticuatro años.

También entonces, fue San Francisco de Asís el que le ayudó a entender y seguir con radicalidad el mensaje del evangelio y a darse cuenta de que el sacerdocio, cristianamente entendido, es una vocación de servicio. Y Luis Amigó vivió desde el primer momento su sacerdocio como un verdadero servicio a los demás y, particularmente, a los jóvenes y al mundo de la marginación. Con el fin de colaborar activamente a la educación integral de los jóvenes de los pueblos cercanos a su convento, fundó para ellos distintos movimientos de carácter juvenil en los que se conjugaba lo cultural, lo religioso y lo recreativo. Otro de los ministerios a que se dedicó con entusiasmo, recién ordenado sacerdote, fue la visita y asistencia de los encarcelados del vecino penal del Dueso, en Santoña.

En agosto de 1881, Luis Amigó regresó a Valencia y fue destinado a un convento en Masamagrell, donde nació. Allí se encargó de reorganizar la Tercera Orden Franciscana Seglar en los pueblos de la comarca: un movimiento de cristianos laicos comprometidos a vivir el espíritu franciscano en medio de sus quehaceres familiares y sociales. En poco tiempo, eran más de cinco mil los terciarios franciscanos -hombres y mujeres- que él acompañaba en los distintos pueblos cercanos a su convento.

Fruto de todo ese intenso trabajo que el P. Luis Amigó venía realizando con los seglares fue el nacimiento de las dos congregaciones religiosas que fundó. Primero, con tan sólo 30 años de edad, fundó -el 11 de mayo de 1885- la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. Posteriormente -el 12 de abril de 1889-, cuando aún tenía 34 años, fundó la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores.

En 1907, cuando contaba 52 años de edad, recibió la noticia de que el Papa lo había nombrado Obispo. Fue obispo primero de Solsona (1907-1913) y, posteriormente, de Segorbe (1913-1934). En ambas diócesis siguió sintiendo predilección por los jóvenes, la gente sencilla y trabajadora y los marginados de la sociedad. Acogió a los pobres con generosidad y siempre mantuvo abiertas para ellos las puertas de su casa, de su corazón y de su bolsillo. Sentó a su mesa a gente modesta y obreros ocupados temporalmente en alguna de sus obras. Continuó ocupándose, con entrañas de misericordia, del mundo de la marginación.

El P. Luis Amigó murió el 1 de octubre de 1934 en Godella (Valencia), en la casa madre de los Hermanos Terciarios Capuchinos. Fue enterrado en Masamagrell, en la capilla de la casa madre de las Hermanas Terciarias Capuchinas y su tumba es lugar de peregrinación y veneración por parte de muchos feligreses.

El 13 de junio de 1992, el Papa San Juan Pablo II lo declaró Venerable y la Iglesia se pronunció sobre él definiéndole como "Gigante de la santidad, modelo y prototipo de religioso, sacerdote, fundador y obispo". Actualmente está en proceso de beatificación.

San Andrés de Soveral y compañeros mártires

La Iglesia del Brasil recuerda con emoción los primeros días de su establecimiento cuando determinados colonizadores querían establecerse en las tierras salvajes de la selva en busca de beneficios materiales y de mejor estilo de vida. Eran los días en los que desde Europa llegaban grupos de diversas creencias y actitudes religiosas. Con frecuencia coincidían en los mismos destinos colonizadores sin escrúpulos, resentidos contra los católicos si eran protestantes, y contra los cristianos si eran de otras religiones. Aconteció en América del Norte y también en Brasil.

El 25 de diciembre de 1597, solemnidad de Navidad, llegaron por primera vez al Brasil los miembros de una expedición colonizadora, acompañada por cuatro misioneros -dos jesuitas y dos franciscanos-, pioneros de la evangelización del Río Grande del Norte. Se establecieron en un lugar que llamaron Natal (Navidad) que hoy es próspera capital de la provincia de Río Grande del Norte. Poco a poco se dedicaron al trabajo; a la siembra del Evangelio en las tierras habitadas por los indios «potiguares».

Pronto surgió una cristiandad floreciente y los misioneros, además de predicar el mensaje cristiano, se dedicaron a proteger a los indígenas ante la voracidad de los colonizadores. Medio siglo después llegaron también colonos holandeses. Fue en diciembre de 1633 cuando la capitanía de Río Grande del Norte cayó en poder de los advenedizos y se produjo, por algún tiempo, la llamada «invasión holandesa de Brasil». Los recién venidos traían las consignas de su metrópoli de Europa, pues desde 1637 a 1644 Mauricio de Nassau había decretado la tolerancia religiosa, a pesar de las protestas del Sínodo de la reforma calvinista. Mas en las colonias tardaban en llegar y en cumplirse las órdenes de Europa y las decisiones emanadas de la autoridad se burlaban si otros intereses arrastraban a los aventureros de fortuna.

Por eso llegaron entre los «invasores» de Río Grande nutridos grupos de calvinistas, sobre todo reclutados como soldados sin entrañas, deseosos de enriquecerse y de combatir con cierto fanatismo contra los católicos portugueses ya establecidos en la región. Las tensiones entre portugueses y holandeses, entre los católicos y los calvinistas, estuvieron en la base de las matanzas que acontecieron en Río Grande.
Martirio de Cunhaú

El 16 de julio de 1645, los holandeses que ocupaban el nordeste de Brasil, llegaron a Cunhaú, en Río Grande del Norte, donde varios colonos residían en los alrededores del Molino, ocupados en la plantación de la caña de azúcar. Era un domingo. La hora de la misa, 69 personas se reunieron en la capilla Nuestro Señora de Candeias. La capilla fue rodeada e invadida por soldados e indios que eliminaron a todos los que allí estaban, incluyendo al párroco sacerdote Andrés de Soveral que celebraba la misa. Ellos no opusieron resistencia a los agresores y entregando sus almas piadosamente al Creador.
Martirio de Uruaçu

Aterrorizados por lo acontecido en Cunhaú, muchos habitantes pidieron asilo en el Fuerte Reis Magos (“Reyes Magos”), o se refugiaban en lugares improvisados. El 3 de octubre, cerca de 80 fueron llevados a los márgenes de Río Uruaçu, donde los esperaban soldados holandeses e indios armados. Los holandeses, calvinistas de religión, que eran acompañados por un pastor protestante, les ofrecieron a quienes apostataban el perdonarles la vida, todos los que se resistieron a esta oferta fueron bárbaramente sacrificados. Entre ellos estaba Mateo Moreira que, cuando le arrancaban el corazón por la espalda, murió exclamando: "Alabó es Sagrado Sacramento".

San Andrés de Soveral

Nacido en São Vicente, hoy el Estado de São Paulo, alrededor del año 1572. Ingresó en la Compañía de Jesús el 6 de agosto de 1593, en Bahia; estudió latín y Teología Moral. Sabiendo muy bien el idioma indígena, estaba a cargo de de la conversión del Indios en los territorios dependientes de la escuela de Pernambuco, en la ciudad de Olinda.

En 1606 viaja a Río Grande en una misión. Probablemente entre 1607 y 1610 pasó al clero diocesano, regresando a Rio Grande en 1614 ya como sacerdote secular y quedándose esta vez como parroco de Cunhaú. El tendría 73 años cuando fue martirizado mientras celebraba la misa en su iglesia parroquial:


“La figura del P. Andrés de Soveral, el pastor del pequeño rebaño de Cunhaú, despunta como el gran héroe que, no sólo ofreció su vida por la fe en el momento sublime del sacrificio eucarístico, sino que también exhorto a sus feligreses a que hicieran lo mismo, aceptando voluntariamente el martirio” (PEREIRA, F. de Assis. Protomártires de Brasil, p. 17)

San Domingo Carvalho

Además del San Andrés, Domingo es el único nombre conocido de entre todas las víctimas de la masacre de Cunhaú. Después de la matanza, los asesinos empezaron a hacer fiesta y a robar las pertenencias de los cadáveres. Se dice que en uno de los cuerpos, el de Domingo Carvalho, quien era uno de los principales del lugar, encontraron cierta cantidad de oro que fue distribuido entre en los asesinos.

San Ambrosio Francisco Ferro

La primera información que se tiene del P. Ambrosio data de 1636, consistiendo aquella en que él era el vicario de Río Grande. Aparentemente mantenía una relación amistosa con los holandeses, ya que les pidió asilo en la Fortaleza. Otro mártir, el San Antonio Vilela Cid, estaba casado con la hermana de P. Ambrósio, Inés Duarte, “açoriana”. Se deduce por lo tanto que él era “açoriano” que es decir portugués.

La lista de los demás canonizados es la siguiente:
San Juan Lostau Navarro;
San Antonio Vilela Cid;
Santos Antonio Vilela hijo y su pequeña hija;
Santos Estaban Machado de Miranda y sus dos pequeñas hijas;
Santos Manuel Rodrigues de Moura y su esposa;
San José do Porto;
San Francisco de Bastos;
San Diego Pereira;
San Vicente de Souza Pereira;
San Francisco Mendes Pereira;
San Juan de Silveira;
San Simón Correia;
Santos Juan Martins y siete compañeros;
La Santa hija de Francisco Días;
San Antonio Barrocho;
San Mateo Morreira.

A estos mártires se los recuerda en las dos fechas de sus martirios: 16 de julio y 3 de octubre.

Venerable Pierre Toussaint

Pierre Toussaint nació esclavo el 27 de junio de  1766 en la colonia francesa de Saint Domingue, que es la actual Haití. Su bisabuela había nacido en África y fue  vendida como esclava en el Caribe. Pierre trabajó como esclavo en una plantación propiedad de Jean Berard. Fue educado por los tutores de la familia, lo cual era muy inusual para la época.

Cuando los disturbios políticos llegaron a la isla, su amo envió a su esposa  a  Pierre y su hermana, Rosalie, a  Nueva York. A Pierre se le permitió aprender el oficio de peluquero. Ganó su propio dinero, y cuando la familia de su dueño cayó en tiempos difíciles, usó ese dinero para cuidarlos. Madame Berard prometió liberarlo cuando muriera, lo que hizo en 1807, cuando Pierre tenía 41 años.

Pierre trabajó muy bien como peluquero entre los ricos de Nueva York. Compró la libertad de otra esclava, Juliette Noel, y se casaron y adoptaron una hija. Desde el principio, la pareja era muy consciente de las necesidades de los pobres. Abrieron su hogar a los huérfanos y como refugio para los necesitados. Sin embargo sufrieron mucho  cuando su hija murió a la edad de 14 años.

Pierre vivió en una época en la que no solo era menospreciado como un esclavo liberado, sino que el anticatolicismo era fuerte en Nueva York en ese momento. Esto no le impidió que Pierre profesara su fe católica. Asistió a misa todos los días durante más de 60 años y  al  rezo del Rosario. También era un maestro de la fe y podía explicar las enseñanzas de la iglesia bien y de manera simple.

Además de ayudar a otros con el dinero que ganó, dio una gran cantidad  para ayudar a financiar la construcción de la Catedral  de San Patricio en la calle Mulberry. La historia cuenta que el día que se dedicó la catedral, Pierre fue a la iglesia para la celebración. Pero como era negro,  no le permitiría entrar. Pierre, que había pagado gran parte del edificio de la catedral, se disculpó y se volvió para irse. Pero otro acomodador lo reconoció e inmediatamente lo llevó a un asiento de honor.

Cuando Pierre murió el 30 de junio de 1853, fue enterrado en el cementerio de la catedral. Pero en 1990, el cardenal de Nueva York hizo que sus restos fueran trasladados a la cripta de la Catedral de San Patricio, donde solo están enterrados cardenales y arzobispos. Pierre es el único laico en ser tan honrado.

En 1996, el Papa San Juan Pablo II declaró a Pierre Toussaint "venerable".

Beato José María Escoto

El beato mártir mexicano, asesinado en la Guerra Civil española, nació en El Agua Caliente, municipio de Atotonilco el Alto (Jalisco, México) el 10 de agosto de 1878. Fue bautizado dos días después con el nombre de Gabriel. Sus padres, Anastacio Escoto Herrera y María Ruiz Pérez, tuvieron doce hijos. Gabriel fue confirmado junto con su hermano Pascual el 8 de febrero de 1882. Su madre, moriría al dar a luz a su hermano Ramón, el 16 de febrero de 1884; así que Gabriel quedó huérfano a los cinco años y medio; su padre Anastacio murió el 31 de julio de 1900.

Gabriel hizo sus estudios en Atotonilco, donde su padre tenía un comercio. Gabriel trabajó con él, y cuando su padre murió, vivió sucesivamente con tres hermanas casadas. En el año 1900 se fue a vivir a la Ciudad de México, y luego a otros puntos del país. Poco después estuvo trabajando en Saint Louis, estado de Missouri (EEUU), e incluso vivió cinco años en Argentina. Regresó a los Estados Unidos, a Chicago; allá se estableció y estudió inglés, mientras trabajaba en la casa comercial Montgomery. Fue la Montgomery quien lo envió como su agente comercial a Guadalajara (México), donde vivirá con una de sus hermanas. Luego partió hacia México con su hermana Beatriz; Gabriel daba clases de inglés y escribía en el periódico “El Demócrata”.

Regresó a Guadalajara, donde conoció a la señorita Rosa Orozco, y se enamoró de ella. Rosa no quiso casarse antes de que él hiciera Ejercicios Espirituales con los padres jesuitas. Gabriel asistió con el padre Castro, la gracia de Dios tocó en el fondo de un hombre que, a sus 48 años había dejado de frecuentar los sacramentos en sus largas estancias fuera del país, si bien nunca perdió la fe en Cristo ni la devoción a la Virgen María.

Contrajo matrimonio el 30 de julio de 1926, justo un día antes de la suspensión de cultos en todo el país. Precisamente cuando la persecución religiosa, conocida como de los cristeros, estaba llegando a su apogeo, Gabriel se fue acercando cada vez más a Cristo; poco a poco fue intensificando su vida de piedad, hasta llegar a ser hombre de comunión diaria; a los dos esposos se les veía rezando largas horas en el templo, y practicando otros actos de piedad.

Seguramente Gabriel se estremeció con el boicot tapatío; con el levantamiento armado en Los Altos; con el martirio del beato Anacleto González Flores y sus compañeros, en abril de 1927; con los crímenes de guerra de los federales; y los enormes sufrimientos de la población civil en el occidente del país. Fue testigo también de la reapertura de cultos y de los posteriores ataques oficiales a la libertad religiosa.

En 1934, ocho años después de casados y no teniendo hijos, los esposos Escoto Orozco decidieron abrazar la vida religiosa: él quería hacerse jesuita y ella religiosa de la Visitación (salesas), ya que en Durango (España) tenía tres hermanas en esa congregación. Informados de que necesitaban el indulto apostólico (un privilegio concedido por el Santo Padre), decidieron viajar a Roma para obtenerlo. En la Ciudad Eterna Gabriel expuso su situación en la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús; desconsolado por lo que él interpretó como una negativa, se dirigió a la Curia General de los Carmelitas, donde habló con un sacerdote español, el P. Bartolomé Xiberta. Aconsejados por él, se dirigieron a Barcelona. Allí los atendieron y el 4 de marzo de 1935 se abría en la Curia Diocesana el proceso del indulto apostólico. Rosa entró con las salesas, y el 19 de marzo de 1935, a sus casi 57 años, Gabriel, como postulante en la Orden de Carmelitas de la Antigua Observancia (Calzados) y recibió el nombre de José María.

De la Comunidad de Carmelitas de Tárrega (Lérida) pasó a Olot (Gerona) el mismo mes de marzo; allí José María, que continuaba siendo muy piadoso y puntual, pidió permiso al padre Prior para hacer una hora extra de adoración ante el Sagrario. Siete meses después regresó a Tárrega, donde vistió el 14 de octubre el hábito de novicio; José María estaba contento, se le veía siempre amable y sonriente, colaborando con humildad en los servicios de la casa, como lavar platos o barrer; su paz sólo la turbó el saber que Rosa Orozco no se encontraba a gusto con las salesas; ella decidió pasar al monasterio carmelita de Vic (Barcelona) a principios de enero de 1936; así los dos fueron del Carmelo.

La profesión religiosa de José María estaba prevista para el 15 de octubre de 1936, pero la persecución y la muerte se lo impidieron, apenas un año y cuatro meses después de entrar en la comunidad carmelita. A sus 58 años fue agraciado con el don del martirio con sólo diez meses de noviciado carmelita.

Al presentarse los revolucionarios en el convento de los Carmelitas a mediodía del 28 de julio, el superior, P. Ángel María Prat, les dijo: “-¿Qué vais a hacer con nosotros? ¿Matarnos? Si es así, matadnos sólo a los mayores; dadme a mi todas las muertes que queráis, pero dejad libres a estos jóvenes, que les están esperando en sus casas”.

Su ofrecimiento no fue aceptado, y los doce carmelitas fueron conducidos al cuartel de milicias, “a declarar”. Entre empujones, palabrotas, blasfemias y culatazos, les hicieron subir a un camión, vigilados por milicianos armados. Vecinos, ocultos tras las persianas del balcón, presenciaban los hechos. Dijeron que los llevaban a Igualada o a Barcelona. Se sabe que primero intentaron matarlos junto al cementerio, donde les robaron, pues allí aparecieron sus maletas descerrajadas.

Como las dos de la madrugada del ya 29 de julio, atados de dos en dos, bajaron a los carmelitas en el Clot dels Aubens, a dos kilómetros de Cervera, hoy justo bajo la autovía Barcelona-Lérida. Allí los fusilaron, echando sus cuerpos a un estercolero. Los rociaron con gasolina y les prendieron fuego. Colocaron encima el cadáver del Prior, P. Ángel María Prat. Uno de los escopeteros pregonaba por los bares de Lérida: “¡Hay que ver cómo se resistían estos frailes a dejarse quitar los Crucifijos!”.

Los campesinos Santiago Fábregat y Juan Bravo presenciaron la cremación, y éste último declara que pudo oír los leves quejidos de algún carmelita en estertores de muerte. También vio cómo “al que estaba encima de la pira -de buena talla, traje azul y zapato marrón (P. Prat) se le prendía la pantorrilla, quedando el hueso al descubierto”.

Doña Concepción Tomás de Bosquet declara que en la mañana del día 29 de julio iba a la era, y se cruzó con dos milicianos que volvían del Clot dels Aubens, y que les oyó decir lo mismo: “¡Hay que ver cómo se resistían a dejarse quitar los Crucifijos!”.

Sor Margarita Fargas, que se encontraba en el Hospital de Cervera aquella noche, declara que dos individuos que estaban de guardia en el mismo Hospital fueron a ver lo que pasaba con los frailes detenidos, y que al volver refirieron que los Padres Ángel María Prat y Eliseo María Maneus animaban a los a los más jóvenes a gritar: “¡Viva Cristo Rey!”.

Echaron sobre los cadáveres quemados carros de estiércol para que se pudrieran. Pero como los cadáveres no se consumían, en días sucesivos repitieron las cremaciones, alimentando la hoguera con gavillas. Esta quema duró más de tres semanas. Un día después apareció en medio del camino una cabeza con los sesos estrellados por una gran piedra. Nadie les dio sepultura. El hedor de los cadáveres insepultos atufaba la zona, y ante las protestas de los vecinos que temían una infección, el Ayuntamiento mandó a dos basureros a recoger los restos con el carro de la basura. Se negaron a cargarlos diciendo: “Quienes han hecho la fechoría que se lleven los muertos”.

Como acudían los perros a cebarse con los cadáveres, pasado un mes, el dueño del terreno tuvo que recoger los restos junto con el estiércol, y esparcirlos como abono en una viña aledaña de su propiedad. Años después, al formarse la nueva comunidad Carmelita en Tarrega, los hermanos indagaron sobre el lugar del martirio, conocido como “Clot dels Aubins” y recogieron los restos que pudieron encontrar. Se conservan en la capilla de la comunidad.

Los mártires Carmelitas de Tárrega, fueron beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007, durante el pontificado del papa Benedicto XVI. En la parroquia de la Sagrada Familia de El Agua Caliente (Atotonilco, Jal.) se le tiene en gran veneración, por ser su hijo predilecto.

lunes, 15 de junio de 2020

Beato Bernardo Francisco de Hoyos

Nació en Torrelobatón (España) en 1711. Su padre don Manuel de Hoyos era secretario del ayuntamiento de Torrelobatón, pero su familia era originaria de Hoyos. Su madre doña Francisca de Seña, nació en Medina del Campo. El niño fue bautizado a los 16 días con el nombre de Bernardo por deseo de sus padres (nació un 20 de agosto, memoria litúrgica de San Bernardo deClaraval), y también con el nombre de Francisco, a propuesta del Párroco de la Iglesia de Santa María de Torrelobatón donde fue bautizado, poniendo al niño bajo la protección de San Francisco Javier.A los 9 años Bernardo recibió la confirmación en Torrelobatón, a los 10 años fue a estudiar en el colegio de los Jesuitas de Medina del Campo, y a los 11 años al colegio de los Jesuitas de Villa García de Campos. A los 14 años, con el permiso de su familia, fue admitido en el noviciado de los Jesuitas en Villa García de Campos.


Terminó el noviciado con casi 17 años, y emitió los votos simples perpetuos. Desde los 17 hasta los 20 años, Bernardo estudió filosofía en el colegio de los santos Pedro y Pablo en Medina del Campo. A los 20 años Bernardo comenzó los estudios de teología en el colegio de San Ambrosio de Valladolid. Cuando Bernardo tenía 13 años, murió su padre don Manuel de Hoyos. Este es un fragmento del testamento de don Manuel: "A mis hijos recomiendo que sean temerosos de Dios y de la propia conciencia, obrando y procediendo bien según sus obligaciones, porque así merecerán el mayor alivio y, sobre todo, el agrado de la misericordia de su Majestad que les guiará y les iluminará para su santo servicio y para permanecer en él hasta la muerte, guardando obediencia, respeto y veneración a su madre, abuelo, tío, y todas las otras personas, a fin de que consigan en esta vida el afecto de todos y en la otra el eterno descanso".

Sobre su madre doña Francisca, podemos leer estas palabras: "crió a Bernardo su madre doña Francisca con especial esmero y cuidado, diciendo algunas veces que tendría gravísimo escrúpulo del menor descuido, porque si perdía aquel hijo, la daba a conocer el cielo, que le quitaba un santo grande". En el siguiente fragmento, se indica como era el joven Bernardo de Hoyos en el colegio: "era muy puntual a las confesiones y comuniones, que los estudiantes de nuestras aulas de gramática practican todos los meses, y recibía con suma docilidad los buenos consejos de sus maestros, cuando exhortaban a sus discípulos a la devoción a María Santísima, a la frecuencia de los sacramentos, a evitar toda culpa aunque fuese venial, y a los demás ejercicios virtuosos que inspiran los maestros a sus discípulos al tiempo mismo que les enseñan las letras".

VOTOS SIMPLES PERPETUOS

Cuando pronunció la fórmula de los votos simples perpetuos, con casi 17 años, escribe el mismo Bernardo lo que sintió en ese momento: “Al empezar a leer la fórmula de los votos ví en la sagrada eucaristía al mismo Jesucristo, que me oía, como juez en su trono, muy afable. Quedé al principio como fuera de mí, al ver tan gran Majestad, mas no fue tanto, que se conociese en lo exterior. Vile venir, y entrar en mi dichosa boca: causó mayor reverencia amorosa, y amor reverente, al verle entrar y estar en mi lengua. Después que pasó la Sagrada Forma, me dijo el Señor estas palabras intelectuales: “desde hoy me uno más estrechamente contigo por el amor que te tengo ". Contexto histórico durante la vida de Bernardo de Hoyos durante toda la vida de Bernardo de Hoyos reinaba en España y en la América Española el rey Felipe V, de la familia Borbón, que era nieto del rey de Francia Luis XIV. En Francia, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se había extendido mucho con los escritos de Santa Margarita María de Alacoque, y su confesor, san Claudio de la Colombière. Sobre la importancia de la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, escribe Santa Margarita María de Alacoque: “... cuando nos hemos consagrado y dedicado por completo a este Corazón adorable, para honrarle y amarle con todos nuestros medios, abandonándose del todo a él, él se cuida de nosotros y nos hace arribar al puerto de salvación, a pesar de las borrascas ".

NADA SABIA DEL CULTO AL CORAZÓN DE JESÚS

De esta etapa de su vida, recogemos un hecho importante. En 1733, cuando Bernardo tenía 21 años y era estudiante de teología en el colegio de San Ambrosio de Valladolid, recibió una carta de su amigo Agustín Cadaveraz que era sacerdote y profesor de gramática en Bilbao. A Agustín le habían pedido un sermón para la octava de Corpus, y recordaba Agustín que en Valladolid había leído un libro escrito en latín cuyo título era ´de cultu Sacratissimi Cordis Iesu´, del P. José de Gallifet, sobre la devoción al Corazón de Jesús. Para preparar el sermón, Agustín le pedía a Bernardo que copiase determinados fragmentos de ese libro y que se los enviase. Bernardo tomó el libro de la biblioteca y lo llevó a su habitación para copiar los párrafos pedidos.

HABLA DIOS

Esto es lo que relata Bernardo: "Yo que no había oído jamás tal cosa, empecé a leer el origen del culto del Corazón de nuestro amor Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar cuanto pudiese a lo menos con oraciones a la extensión de su culto". "No pude echar de mí este pensamiento hasta que, adorando la mañana siguiente al Señor en la Hostia Consagrada, me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón Sacrosanto, para comunicar a muchos sus dones por su corazón adorado y reverenciado, y entendí que había sido disposición suya especial que mi hermano el P. Agustín de Cardaveraz me hubiese hecho el encargo para arrojar con esa ocasión en mi corazón estas inteligencias. Yo, envuelto en confusión renové la oferta del día antes, aunque quedé algo turbado, viendo la improporción del instrumento y no ver medio para ello".

"Todo el día anduve en notables afectos al Corazón de Jesús, y ayer estando en oración, me hizo el Señor un favor muy semejante al que hizo a la primera fundadora de este culto, que fue una hija de nuestro santo director, San Francisco de Sales, la venerable madre Margarita Alacoque, y lo trae el mismo autor en su vida: “mostróme su Corazón todo abrasado en amor, y condolido de lo poco que se le ama. Repitióme la elección que había hecho de este su indigno siervo para adelantar su culto, y sosegó aquel generillo de turbación que dije, dándome a entender que yo dejase obrar a su providencia, que ella me guiaría, que todo lo tratase con el P. Juan de Loyola que sería de singular agrado suyo, que esta provincia de su compañía tuviese el oficio y celebrase la fiesta de su Corazón, como se celebra en tan innumerables partes”.

“El domingo pasado (dice) inmediato a la fiesta de nuestro San Miguel, después de comulgar, sentí a mi lado a este santo Arcángel que me dijo cómo extender el culto del Corazón de Jesús por toda España, y más universalmente por toda la Iglesia, aunque llegará día en que suceda, ha de tener gravísimas dificultades, pero que se vencerán, que él, como Príncipe de la Iglesia, asistirá a esta empresa; que en lo que el Señor quiere se extienda por nuestro medio, también ocurrirán dificultades, pero que experimentaremos su asistencia". "Después de esto quedé un poco recogido, cuando por una admirable visión imaginaria, se me mostró aquel divino Corazón de Jesús todo arrojando llamas de amor, de suerte que parecía un incendio de fuego abrasador de otra especie que este material". "Agradecióme el aliento con que le ofrecí hasta la última gota de mi sangre en gloria de su Corazón, y para que yo experimentase cuán de su agrado es esta oferta, por lo mucho que se complacía en los deseos solos, que yo tenía de extender por el mundo, cerró y cubrió mi corazón miserable dentro del suyo, donde por visión intelectual admirable vi los tesoros y riquezas del Padre depositadas en aquel sagrario, el deseo y como ímpetu que padecía su corazón por comunicarlas a los hombres, el agrado en que aprecien aquel Corazón, conducto soberano de las aguas de la vida, con otras inteligencias maravillosas en que por modo más especial entendí lo que San Miguel me había dicho.

Pues las dulzuras, los gozos, suavidades y celestiales delicias que allí inundaron mi pobre corazón sumergido en aquel océano de fuego de amor, sólo el mismo Jesús lo sabe, que yo no"."Desde este punto he andado absorto, y anegado en este Divino Corazón; al comer, al dormir, al hablar, al estudiar y en todas partes parece que no palpa mi alma otra cosa que el Corazón de su Amado, y cuando estoy delante del Señor Sacramentado, aquí es donde se desatan los raudales de sus deliciosísimos favores, y como este culto mira al Corazón Sacramentado, como a su objeto, aquí logra de lleno sus ansias amorosas”. "Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mi sólo, sino para que por mi las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en que ni aun memoria parece hay de ella, me dijo Jesús: “reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes’ “yo no salgo del Corazón Sagrado; allí me encontrará v. r. (Bernardo escribe al P. Juan de Loyola); quiere este Divino Dueño que yo sea discípulo del Corazón Sagrado de Jesús, y discípulo amado: así la obra de Bernardo de Hoyos. En sus pocos años de vida escribió varios centenares de cartas principalmente a su director espiritual, el p. Juan de Loyola, con el fin de difundir por toda España la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, entre ellos: escritos espirituales, apuntes y sermones.

EL REINADO DEL SAGRADO CORAZÓN

En una carta del día 28 de octubre de 1733, Bernardo de Hoyos decía: en la acción de gracias después de haber comulgado "pedí la extensión del reino del mismo Corazón Sagrado en España, y entendí que se me otorgaba. y con el gozo dulcísimo que me causó esta noticia quedó el alma como sepultada en el Corazón Divino, en aquel paso que llaman sepultura. Muchas y repetidas veces he sentido estos asaltos de amor en estos días, dilatándose tanto en deseos mi pobre corazón que piensa extender en el nuevo mundo el amor de su amado Corazón de Jesús, y todo el universo se le hace poco".

La principal fuente para conocer estos escritos de Bernardo es el libro "vida del angelical joven P. Bernardo Francisco de Hoyos de la Compañía de Jesús" escrito por Juan de Loyola. Dice el propio p. Loyola: “Todos estos papeles han estado a mi vista al tiempo de escribir esta historia; y todos están hoy en este colegio de nuestro S. Ignacio de Valladolid, noticia que puede satisfacer a cualquiera que dudase de algún hecho particular de lo que escribo”.

BERNARDO CONSAGRADO SACERDOTE

A los 23 años le correspondía a Bernardo comenzar el cuarto curso de teología, y aunque no tenía edad para ordenarse, sus superiores pidieron dispensa para que pudiese hacerlo durante ese curso, y con esta dispensa pudo ordenarse de diácono. Poco después se ordenó de Presbítero, y unos días después celebró la primera misa en el colegio de san Ignacio de Valladolid. A los 24 años, pocos meses después de haber sido ordenado sacerdote, enfermó de tifus y falleció, habiendo recibido el viático y la santa unción.

CAUSA DEL PADRE HOYOS

En 1961 fue aprobada la investigación histórica o positio, y el 12 de enero de 1996 el papa Juan Pablo II leyó el decreto que declaraba heroicas las virtudes del desde entonces venerable Padre Hoyos.

En lo que respecta a la Causa del Padre Hoyos, en marzo de 2008 "... la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos ha reconocido por unanimidad que el caso de la curación de María de las Mercedes Cabezas no puede ser explicado en base a los datos de la ciencia médica". Nos encontramos ante una "curación instantánea, completa y duradera, científicamente inexplicable".

Mercedes Cabezas Terrero, de 23 años, hija de labradores de San Cristóbal de la Cuesta (Salamanca), tenía una tumoración de grandes proporciones, y quedó curada instantáneamente el 23 de Abril de 1936, después de rezar una novena y de pedir con frecuencia la intercesión del P. Bernardo de Hoyos para su curación.

Cumplidos así todos los requisitos, el 16 de enero de 2009 el papa Benedicto XVI firmó el decreto que reconocía el citado milagro y admitía la beatificación, que, siguiendo los procedimientos en vigor, se celebró en la Archidiócesis de Valladolid, donde se promovió la causa, el 18 de abril de 2010, en el paseo Central del Campo Grande de Valladolid, y fue presidida por Mons. Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, como representante pontificio.