domingo, 27 de septiembre de 2020
Oración a San Vicente de Paúl
jueves, 24 de septiembre de 2020
Nuestra Señora de la Merced
ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Virgen y Señora nuestra de la Merced, a ti suplicamos que, mediante tu maternal intercesión ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que experimentemos en nosotros la alegría de la salvación. Amén
María, Merced de Dios, regalo de Cristo a los hombres. La Trinidad Santa te envió a Barcelona, mensajera de libertad y misericordia, para, por medio de Pedro Nolasco, mostrarte corredentora, mediadora, Madre de todos, ternura de Dios para los pobres. Madre de la Merced, enséñanos a valorar nuestra fe cristiana, haznos capaces de amar con caridad mercedaria, conviértenos en portadores de paz. Que tus besos derritan la violencia que nos envuelve, hasta que recuperemos, en tu regazo materno, la ilusión de familia, transformado el mundo en un hogar. Bendice esta ciudad tuya, que te proclama patrona y princesa y gusta, enamorada, de llamarte madre.
Madre de la Merced, danos un corazón... que salte de alegría, que sepa compartir,
que goce con los que gozan,
que sufra con los que sufren,
que entienda de audacia para “dar” con nuevos caminos,
que sea experto en humanidad,
que se prolongue hacia los últimos,
que anuncie a Jesús de Nazaret,
que esté a favor de los cautivos,
que critique las injusticias,
que se deje inflamar por el Espíritu,
que tenga entrañas de misericordia,
que escuche los problemas de las personas oprimidas y tenga un trato exquisito con ellas,
que mire al interior del ser humano,
que logre curar sus propias heridas,
que sepa trabajar en grupo,
que tenga detalles pequeños para hacerse grande,
que sea libre para liberar.
Madre, dánoslo para construir una sociedad más liberadora.
Amén
Oración al Santo Padre Pío de Pietrelcina por los enfermos
ORACIÓN AL PADRE PÍO POR LOS ENFERMOS
Santo padre Pío, ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufren.
Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación; consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores; protege a quienes no pueden atenderse o medicarse por falta de recursos materiales o ignorancia.
Alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar; vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa; acompaña a quienes pasan las noches insomnes; visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos.
Alumbra a quienes pasan una “noche oscura” y desesperan; toca los miembros y músculos que han perdido movilidad; ilumina a quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los atormentan.
Apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran; calma a quienes se estremecen por dolores y calambres; concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan; devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia; disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos.
Vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento; guía a los moribundos al gozo eterno; conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios; y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor, los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.
domingo, 20 de septiembre de 2020
Santa Apolonia, mártir
San Dionisio, obispo de Alejandría, fue testigo de la muerte de Apolonia quien era para entonces una diaconisa de edad avanzada. La describió en una carta a Fabio que fue preservada por Eusebio, obispo de Antioquía.
Estalló una persecución de los cristianos por el populacho pagano de Alejandría en el último año del reino del emperador Felipe. Los cristianos eran arrastrados fuera de sus casas y asesinados, sus propiedades saqueadas. La persecución comenzó cuando un poeta de Alejandría profetizó desastre por la presencia de los cristianos a los que consideraba impíos por no adorar a los dioses.
La primera víctima fue un anciano venerable llamado Metras o Metrius, a quien trataron de obligar a proferir blasfemias contra Dios. Cuando se negó, lo azotaron, le clavaron astillas de caña en los ojos, y lo mataron a pedradas.
La siguiente persona que aprehendieron fue a una mujer cristiana, llamada Quinta, a quien llevaron a uno de sus templos para forzarla a adorar al ídolo. Ella se dirigió al falso dios con palabras de desprecio que exasperaron tanto al pueblo que la arrastraron por los talones por encima del empedrado, la azotaron y le dieron muerte a pedradas. Por esos días, los alborotadores habían llegado al colmo de su furor. Los cristianos no ofrecían resistencia, sino que se daban a la fuga, abandonando todas sus pertenencias, sin quejarse, porque sus corazones estaban despegados de la tierra. Su constancia era tan general, que San Dionisio no supo de ninguno que hubiera renunciado a Cristo.
Se apoderaron de Apolonia y la golpearon en la cara, le tiraron todos los dientes, y después, prendiendo una gran hoguera fuera de la ciudad, la amenazaron con arrojarla dentro si no pronunciaba ciertas palabras impías. Les rogó que le dieran unos momentos de tregua, como si fuera a considerar su posición. Entonces, para dar testimonio de que su sacrificio era perfectamente voluntario, tan pronto como la dejaron libre, se lanzó dentro de las llamas.
Luego descargaron su furia sobre un santo hombre llamado Serapión y lo atormentaron en su propia casa; después lo tiraron de cabeza desde la azotea.
En la mayoría de las regiones de la Iglesia occidental se encuentran iglesias y altares dedicados en honor de Santa Apolonia, pero no se la venera en ninguna iglesia oriental, aun cuando sufrió en Alejandría.
San Agustín explica por qué razón anticipó su muerte. El santo supone que obró por una dirección particular del Espíritu Santo, porque de otra manera no sería lícito hacerlo; nadie puede apresurar su propio fin.
Se la invoca contra el dolor de muelas y todas las enfermedades dentales, y se la presenta con un par de pinzas que sostienen un diente o si no, suele distinguirse por un diente de oro pendiente de su collar.
Fuente: aciprensa
Santa Catalina de Alejandría
Santa Úrsula de Colonia
Sor María Angélica Álvarez Icaza
San José Benito Cottolengo
Beata María Carola Cecchin
Madre Marianna Nasi
Anna Maria Pullino nació en Turín el 6 de julio de 1791 y fue bautizada el mismo día en la parroquia de San Felipe , hija única de Antonio Pullino y Francesca Demateis, ambos padres adinerados. Creció en su infancia y adolescencia en la paz doméstica, una ayuda preciosa para su madre, aprendiendo a trabajar con agujas y bordados y al mismo tiempo creciendo en un espíritu religioso y devoto, participando con fervor en los servicios religiosos y oraciones en el hogar, como era la buena costumbre. en aquellos tiempos. Habiendo alcanzado la edad para contraer matrimonio, cumplió con los consejos y deseos de los familiares y parientes y se casó con el joven Carlo Nasi, el 4 de julio de 1812 en la parroquia de las SS. Proceso y Martiniano.
sábado, 19 de septiembre de 2020
Beato Luis Bordino
Hermano Luigi della Consolata, Bordino, Andrea Bordino (Castellinaldo , 12 de agosto de 1922 - Turín, 25 de julio de 1977 ), fue un religioso italiano congregación de los Hermanos de San José Benito Cottolengo , venerado como Beato por la Iglesia Católica .
Beato Francesco Paleari
Nacido en 1863 en Pogliano Milanese, en una casa donde es fácil reunir el almuerzo con la cena (se come una sola vez cada día), pero en la que los padres comulgan todos los domingos (¡en esos tiempos!), y nunca vuelven a casa sin haber invitado a algún pobre a almorzar. Porque están convencidos, y así lo enseñan a sus hijos, que no se puede recibir a Jesús sin abrir la puerta a los pobres. Por ello no es de extrañar que de entre los cinco hijos sobrevivientes de los ocho que tuvieron, uno eligiera el camino de Cottolengo de trabajar entre "los más pobres entre los pobres".
Beata María Serafina del Sagrado Corazón
Clotilde Micheli nació en Imer (Trento) el 11 de septiembre de 1849, de padres profundamente cristianos, como era costumbre entonces a los tres años, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Príncipe-Obispo de Trento. Monseñor Tschiderer, a los 10 años recibió su Primera Comunión.
San Juan de Sahagún
“¡Padre, no has sabido frenar tu lengua! Señor Duque, dígame para qué he subido al púlpito, ¿para anunciar la verdad a cuantos me escuchan o para adularlos vergonzosamente?”. Este tenso diálogo tuvo lugar entre el indignado duque de Alba, presente en la función religiosa, y el agustino fray Juan de Sahagún, que había pronunciado el sermón. Aquel día el P. Juan, aprovechó la presencia en la iglesia de muchos nobles de la ciudad y de las autoridades civiles para denunciar el mal gobierno de la administración y las injusticias perpetradas por los poderosos con daño de las personas más débiles, los latrocinios más o menos encubiertos, los fomentadores de banderías, y la opresión a los súbditos. En Salamanca Juan se había convertido en punto de referencia segura para todos. El público se sentía atraído por el predicador “amable”, pero a la vez valiente y justo.
Beata Zofia Czeska-Maciejowska
Beato Pedro Vigne
Pedro Vigne nació el 20 de Agosto de 1670 en Privas (Francia), pequeña ciudad muy marcada aún por las consecuencias de las guerras de religión del siglo anterior, entre católicos y protestantes. Su padre Pedro Vigne, honrado comerciante en textil, y su madre, Francisca Gautier, casados en la Iglesia Católica, han hecho bautizar a sus cinco hijos en la parroquia católica de Santo Tomás de Privas. Dos hijas murieron muy temprano. Pedro y sus dos hermanos mayores, Juan Francisco y Eleonora, viven con sus padres en una relativa comodidad.
Beata María Crucificada del Divino Amor
Maria Gargani nació en la tarde del 23 de diciembre de 1892 en Morra de Sanctis, fue la última de ocho hijos de Rocco Gargani y Angiolina De Paola. Su devoto padre instruyó a los niños en el catecismo y fue por él que la fe de María crecía con el tiempo.
San Lorenzo Justiniano
Beata Antonia María Verna
Antonia María Verna nace el 12 de junio de 1773 en Pasquaro, pequeña localidad de la fértil y delicada llanura Canavese (en el Piamonte italiano), tierra regada por el río Orco a pocos kilómetros de Rivarolo (Turín). Sus padres son Guillermo Verna y Doménica María Vacheri, unos pobres campesinos, ella es su segunda hija y la bautizan el mismo día de su nacimiento.