BENDICIÓN DE SAN JUAN DE DIOS a los bienhechores de los pobres
¡Oh buen hermano, oh buena hermana! Bendito seáis de Dios de vosotros, y toda vuestra generación. Desde aquí no puedo veros, os echo mi bendición, aunque indigno pecador, Dios que os hizo y os crió os de gracia con que os salvéis. Amén Jesús. La bendición de Dios Padre, y el amor del Hijo, la gracia del Espíritu Santo sea siempre con vosotros y con todos y conmigo. Amén Jesús. De Jesucristo seáis consolados y socorridos, pues por Jesucristo me ayudaste y socorriste hermano y hermana mía en Jesucristo.
(De la carta tercera del Santo a doña María de Mendoza de Sesa)
Allí oye predicar a San Juan de Ávila, el Maestro de Ávila, y tiene tan extraordinaria conmoción espiritual que da voces y gritos, lo que le llevaría a ser juzgado por loco y ser recluido en el Hospital Real granadino. Juan sufre en propia carne el trato que se da a los internados.
En su encierro toma conciencia de su misión. Logra salir y asume el compromiso de atender a los enfermos, los pobres y todos los necesitados practicando, a su vez, un intenso apostolado.
Comienza a recibir a pobres y enfermos y a pedir limosnas en Granada para sostenerlo y atendiéndolos con extrema caridad. Se le unen algunos compañeros. Sin embargo, el destino hace que tras rescatar a un muchacho que se estaba ahogando, fuera víctima de una fuerte pulmonía que iba a debilitar gravemente su salud, por lo que muere el ocho de marzo de 1550. Fue canonizado en 1690. Fue declarado Patrono de los enfermos y hospitales.