La vida de Mª Antonia París comienza en medio de una situación muy adversa. Las tropas francesas habían entrado en Cataluña y la guerra de la Independencia se extendía por el país. Su padre había muerto dos meses antes de su nacimiento. Su madre, Teresa Riera, llegó a Vallmoll, viuda y con una hija de tres años, huyendo de los soldados franceses y en avanzado estado de gestación. El 28 de junio de 1813 nace María Antonia.
Su vocación religiosa nació en la adolescencia, a raíz de una misión predicada por los franciscanos del monasterio de Escornalbou en Tarragona. Decidida, ingresa en 1841 en la Compañía de María como postulante en la comunidad de la ciudad. Es una situación en la que se mantiene durante nueve años a causa de la legislación civil que impedía a las órdenes religiosas admitir novicias.
El año 1850 sería decisivo para la vocación religiosa de la joven. Por un lado, recibe permiso especial para iniciar el noviciado al que se incorporar con el nombre de Mª Antonia París de San Pedro, y por otra, conoce a Antonio María Claret, misionero de gran actividad fundacional que visitaba Tarragona. A él le desvela el anhelo que íntimamente había forjado de fundar una nueva institución destinada al apostolado y a la enseñanza basada en la vida religiosa fundamentada en la pobreza y fidelidad al evangelio. Cree firmemente que los problemas que tiene la Iglesia en España provienen del poder y la riqueza terrenal que había acumulado durante siglos, hechos contradictorios con el espíritu evangélico.
Dos años más tarde, Antonio María Claret fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba y llama a María Antonia a aquel país americano para llevar a término la tarea misionera y docente que la novicia deseaba. Su inquietud por iniciar una actividad religiosa diferente y de acuerdo con su concepto de práctica evangélica, de una nueva forma de vida religiosa en la Iglesia va a ser más fuerte que la incógnita de un país desconocido y las dificultades de un largo viaje. El año 1852 junto a cuatro compañeras, inicia la travesía del Atlántico rumbo a la isla del Caribe. Los inicios fueron duros, las fiebres enferman y causan la muerte de la hermana Florentina a los tres meses de llegar a la isla.
Al año siguiente comienza a funcionar en Santiago de Cuba la escuela de niñas blancas y negras. María Antonia París se rebela contra la legislación vigente en la isla que era discriminatoria según la cual se prohibía la asistencia de niños de ambas razas a un mismo colegio. Sus aulas también acogen a niñas pobres de forma gratuita. Las religiosas se movían en el principio fundacional “vivir con fidelidad los consejos evangélicos y trabajar para enseñar a toda criatura la ley del Señor”. La comunidad iba creciendo.
Para consolidar este proyecto, María Antonia eleva la propuesta fundacional al Papa Pío IX, el 25 de agosto de 1855, el arzobispo Claret firma la constitución de la Congregación con el nombre de Instituto Apostólico de la Inmaculada Concepción de María, que, con el tiempo, se convertía en Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas, de acuerdo con la idea que ambos fundadores habían proyectado hacía tiempo de difundir el mensaje cristiano en tierras de América como misioneros.
Eran dos religiosos convencidos que la Iglesia había de abordar una reforma fundamentada en la pobreza que solamente mediante hombres y mujeres comprometidos en una vida religiosa de sencillez y la práctica fiel del Evangelio y el trabajo, el servicio y la educación en favor de los pobres.
La acción de la fundadora iniciada en Santiago de Cuba se concentró en la educación de las niñas que serían futuras mujeres. En la formación de la mujer tenía depositadas grandes esperanzas como un medio de promoción y dignificación de la condición femenina en la sociedad cubana.
En diferentes capítulos de las constituciones fundacionales, expresó el método que se aplicaría a las aulas. Así, propuso una estrecha relación con los padres de los alumnos, y en relación al contenido de las materias impartidas “se enseñará a las jóvenes a trabajar toda clase de labores, a leer y escribir, cuentas y gramática y todo aquello que requiere la buene educación de una doncella que ha de llevar adelante su familia” . También insistió en la necesidad de incentivar a las niñas con premios y reconocimientos “a fin de estimularlas y tenerlas a todas contentas“. Se dirige a las maestras diciendo “han de procurar con todo su esfuerzo personal ganarse el corazón de sus discípulas” y que “su forma de actuar, la caridad, la paciencia, la dulzura, la afabilidad, la prudencia y la modestia, sean las primeras lecciones que las alumnas han de poder aprender de sus maestras“.
En 1859 vuelve a España y funda un noviciado en Tremp. Consolidó aquella comunidad y colegio. En 1867 funda una nueva comunidad en Reus, con el nombre de Instituto de María Inmaculada de la Enseñanza, que estaría dedicado a la enseñanza de las jóvenes.
Afirmada la comunidad de Reus, María Antonia París continuó fundando diversos centros en las poblaciones de Carcaixent, Vélez-Rubio y otra casa en Cuba, en Baracoa.
Los últimos años, como Priora de la comunidad de Reus fueron difíciles. Después de 35 años de intensa vida apostólica, de nuevas fundaciones, de superación de problemas y adversidades y el sufrimiento de una enfermedad, abandonaba la vida en la tierra el 17 de enero de 1885, rodeada de las hermanas de su comunidad. Su cuerpo fue sepultado en la cripta de la iglesia del convento de Reus.
En la actualidad la fundadora María Antonia París tiene abierto un proceso de beatificación que está pendiente en Roma. San Juan Pablo II , el 23 de diciembre de 1993 declaró la heroicidad de las virtudes de la religiosa-fundadora que es considerada en la Iglesia Católica como Venerable. Los numerosos escritos que dejó son los mejores documentos que revelan su personalidad religiosa y humana: Autobiografía, Recuerdos y notas, Diario, Puntos para la Reforma de la Iglesia, El Misionero Apostólico, Constituciones, Reglas de 1862, Testamento y Epistolario.
Actualmente, las religiosas herederas de María Antonia París continúan fieles a la inspiración fundacional. Nos encontramos por toda la geografía: Argentina, Brasil, Bélgica, Colombia, Congo, Corea, Cuba, España, Estados Unidos, Filipinas, Honduras, India, Italia, Japón, México, Panamá, Polonia, Santo Domingo, Sri Lanka, Venezuela, El Salvador, Ucrania, Camerún, Nigeria, Indonesia … Las nuevas generaciones de la congregación han sabido adaptar su tarea a las necesidades y demandas concretas del momento. Reparten su asistencia y servicio entre la educación, las obras sociales a los más desfavorecidos, la evangelización en comunidades parroquiales.
En el año 2005 conmemoramos el 150 aniversario de la fundación de las Misioneras Claretianas. Junto con las demás ramas de la Familia Claretiana recordamos aquellas frases de Maria Antonia París: “Los segundos apóstoles han de ser copia viva de los primeros, así en el nombre como en las obras. Con la antorcha del Evangelio en la mano han de iluminar a los hombres más sabios y a los más ignorantes”.