ORACIÓN A SOR MARÍA LUDOVICA
Padre, rico en misericordia, que llamaste y elegiste a la Beata María Ludovica, para ser visible en ella tu amor misericordioso por su total consagración a los pobres y a los niños, en los cuales veía a tu Hijo conforme a sus enseñanzas:
"el que recibe a un niño en mi nombre a Mi me recibe".
Tú le comunicaste la fuerza del Espíritu Santo para que cumpliera su vocación hospitalaria sirviendo con alegría y sin descanso a los enfermos, pobres y necesitados.
Tú la hiciste una mujer fuerte, piadosa y fiel al Evangelio de tu Hijo en el trabajo cotidiano y en la ofrenda de su quehacer humilde y silencioso como María, Madre de Misericordia.
Te pedimos por su intercesión, alivies y sostengas los corazones afligidos por enfermedades físicas, espirituales y morales.
Concédenos también que por su intermedio alcancemos la gracia que hoy te pedimos para gloria de la Trinidad y de la Santa Iglesia. Amén.
Apóstol de la Caridad
La Hna. Ludovica De Angelis nació el 24 de octubre de 1880 en San Gregorio, L´Aquiña, Italia. Ingresó en el Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona y el 3 de mayo de 1906 hizo sus votos religiosos. En 1907 fue enviada como misionera a la Argentina y destinada al Hospital de Niños de La Plata. Se desempeñó primero en la cocina y en la despensa, luego fue administradora del hospital y Superiora de la comunidad religiosa. Fue rápidamente reconocida y estimada por su sencillez, responsabilidad, espíritu de sacrificio, oración y colaboración con médicos y enfermeras. Se destacó por su amor a Dios y al prójimo.
Sus predilectos, los niños más pobres y desamparados. Incansable en el ejercicio de las obras de misericordia. Murió el 25 de febrero de 1962. El 20 de diciembre de 2001 el Papa Juan Pablo II la declaró Venerable.
En el Archivo de la Curia Arzobispal de La Plata, se encuentran los originales de las gracias recibidas por intercesión de la Sierva de Dios Ludovica de Angelis, de las que fueran enviadas copias autenticadas junto con la Copia Pública, con nota dirigida por el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de La Plata Monseñor Antonio Quarracino a su Eminencia Reverendísima Cardenal Angelo Felici.
EL MILAGRO DE LA BEATIFICACIÓN DE SOR MARIA LUDOVICA DE
La niña Antonella nace en el mes de mayo de 1988, con una anomalía llamada mielomeningocele a nivel de la columna lumbar, por tal motivo debido a las grandes lesiones padecidas es intervenida desde el segundo día de vida en varias oportunidades.
Dentro de sus secuelas presentaba una parálisis en sus miembros inferiores, junto con un grave problema neurológico (vejiga neurogénica hipertónica)
En ese momento el pediatra de cabecera Doctor Rubén Di Renta que era concurrente del Hospital de niños comenta este grave caso con la Hermana Emilia, quien le ofrece las llaves de la Bóveda donde descansaban los restos de Sor María Ludovica para llevar a la niña.
Dicho profesional accede y concurren con la paciente y la madre para pedir la sanación de Antonella. Ese mismo día comienza el milagro cuando la bebé de nueve meses que habían puesto en el suelo, se toma del ataúd de la Superiora Ludovica y se pone de pie por primera vez, quedando éstos atónitos por este suceso.
En el año 1992, quedaba aún por solucionarse el problema más grave y casi sin chances de solución médica, como era su problema urinario, ya que tenía una vejiga muy pequeña y además no orinaba por sí sola, por estos motivos el Doctor Alfredo Bertolotti, médico urólogo del Hospital, decide intervenirla quirúrgicamente para tratar de reparar esta patología y es aquí en el quirófano del Hospital de Niños, en su propia casa donde hace su primer y verdadero milagro.
El 27 de octubre de 1992 se va a realizar el cierre de la vesicostomía y el reimplante ureteral en una vejiga pequeña y de alta presión por lo cual había que ampliar esta vejiga; en el momento de la operación los médicos se encuentran con una vejiga de baja presión lo cual permite reimplantar los uréteres; ampliándose en el post operatorio hasta obtener una capacidad vesical que se triplica a los treinta y ocho días a ciento veinte centímetros cuadrados de agua hasta llegar a cuatrocientos centímetros cuadrados de agua pudiendo orinar por sí sola cosa que nunca había podido hacer por su grave patología.
Cabe destacar que la niña siempre fue encomendada por sus familiares y médico de cabecera a la sierva de Dios María Ludovica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario