La Madre Antonia nació en el pueblo de Castellanza, Italia, el 13 de noviembre de 1839. Sus padres, Pablo Cerini y Angelina Muchetti, humildes y sencillos, se alegraron por el regalo de una hija, después de cinco varones. Le pusieron el nombre de Antonia Luigia, aunque siempre la llamaron cariñosamente "Luisina".
Fue bautizada en la parroquia San Julio, de su pueblo, el día 13 de noviembre del mismo año. Hija cariñosa y buena, llenó de gozo los corazones de sus padres, los cuales veían sus desvelos recompensados al observar a su hijita piadosa y amable. A los doce años hizo su Primera Comunión. Tenía dieciséis años cuando oyó la voz de Jesús invitándola a seguirlo e ingresó en una Congregación religiosa en Italia, llamada Ministras de los Enfermos, de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Se consagró por completo al servicio de Dios y del prójimo asistiendo a los heridos en los combates de 1859, junto a otras compañeras.
Incansable para todo apostolado, la buena religiosa pasaba sus días en la felicidad que se encuentra en el servicio de Dios y los hermanos, no pensaba en la gran pena que sufriría su corazón. Estalla la revolución antirreligiosa en Italia y las esposas de Cristo deben volver a sus hogares.
Dos años pasó otra vez en la casa de su niñez, más su corazón añora la vida de convivencia con Jesús y su comunidad religiosa, no aguanta más y... se embarca hacia remotas playas buscando el ideal de su corazón que en su patria, le impiden lograr.
En abril de 1874 desembarca en las costas argentinas la señorita Antonia Cerini, que tiene treinta y cuatro años, y viene a buscar dolores para aliviar desde una comunidad religiosa a la que intenta pertenecer. Y la hospitalaria Argentina la recibe generosa como lo hiciera con tantos inmigrantes europeos que en esos tiempos venían a esta tierra.
Pero el camino que el Señor le va mostrando a nuestra Antonia no es tan simple; al contrario, estará pleno de problemas. En primer lugar, no puede ubicar a sus cohermanas. Después ingresa en la congregación recién fundada por la Madre Benita Arias, Siervas de Jesús Sacramentado, y de esa Casa decide salir para ingresar a la también nueva congregación de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, fundada en Mercedes por la Madre Camila Rolón.
Tampoco encuentra en esa comunidad cuanto iba descubriendo en la búsqueda de la Voluntad de Dios. Por eso pasa algún tiempo en casas de familias que la quieren mucho y la ayudan, mientras gestiona ante el Obispo, el permiso para fundar una congregación que reúna las condiciones que su sueño ideal le presentaba.
El 13 de octubre de 1889, aunque según una reseña histórica fue el 4 de octubre de 1889, es una fecha magna en los anales del Instituto de las Hermanas de San Antonio de Padua. En esa tarde primaveral, Mercedes de Buenos Aires dio asilo generoso a una institución que se iniciaba. La caridad está impulsando a Antonia a estar de rodillas ante un altar improvisado, vestido de luces y flores y de blanco mantel, junto a unas imágenes muy pequeñas de la Virgen de las Mercedes y San Antonio. Y... ¿qué pide en esa actitud humilde? ¿Quiénes la acompañan? Espera el hábito religioso que Monseñor Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires, le ha de dar. Junto a ella dos compañeras participan de sus aspiraciones: "Fundar una Congregación de Hermanas Enfermeras de San Antonio de Padua". Y ese día se realizan sus deseos. Sor María Antonia Cerini (la fundadora), Sor María Mercedes y Sor María Socorro; he aquí los nombres de las primeras Hermanas de la Congregación, recibidos al pie del altar.
Monseñor Aneiros, en nombre de Dios, bendice la obra, anima a la Madre y a las Hermanas, las ayuda moral y materialmente y se declara su decidido protector, porque admira los fines que se proponen en la obra y simpatiza con ella; asistir a enfermos y amparar la niñez desvalida.
Pobre era la casa que anidó la naciente Institución. Eran sólo tres pobrísimas habitaciones; mas allí estaba el espíritu de Cristo, allí estaba Nazareth. Allí faltaba todo pero no faltaba nada; porque reinaba Jesús en el corazón de sus prometidas y la caridad las alentaba.
Apenas había el pan indispensable y el vestido imprescindible; pero la Madre tuvo siempre presente esta frase que se hará suya y la dejará como consigna: "Confíen ilimitadamente en Dios". Se pasaban los días y las noches a la cabecera de los enfermos, aliviándolos en sus dolores y ayudándoles a elevar su espíritu a quien los unía a su Pasión redentora. El pueblo de Mercedes las amaba. La vida que llevaban era vida de cielo, por eso los sacrificios eran nada para su entrega.
En la misma ciudad de Mercedes, después de poner en funcionamiento el hogar para hiñas, ve la necesidad de organizar una escuela para darles educación pública. Por eso funda el colegio San Antonio de Padua en el mismo lugar donde funcionaba el hogar. Y como su deseo es extender el fervor de su caridad a otros lugares, viaja a Dolores, provincia de Buenos Aires para llevar una comunidad de Hermanas Antonianas que atenderán el hospital de esa localidad. En Luján, las Hermanas tuvieron una casa para asistencia de enfermos a domicilio, lugar que frecuentaba la Madre Antonia.
Tiempo después, hace lo mismo con tres ciudades de la Provincia de Entre Ríos, La Paz, Colón y Nogoyá. Allí las Hermanas también atenderán el hospital y los enfermos que requieran su ayuda. En Rosario del Tala, de la misma provincia, primero llevará a las Hermanas para atención de la salud de los pobladores, y al poco tiempo para una escuela católica que inicia en esa localidad.
También fue lugar donde la Madre procuró llevar su caridad la Provincia de Santa Fe, en Esperanza y Cañada de Gómez. En esa Provincia pasará los años de su mayor crecimiento en la caridad, pues por razones de reorganización de la Congregación, el Director que asumió el gobierno de la misma en 1906, la enviará para atender un hogar para niños.
A pedido de las Hermanas residentes en Mercedes, la Fundadora regresa a la Casa Madre en enero de 1908, permaneciendo retirada, dedicada a la oración y al trato fraterno con sus hermanas, liberada de toda responsabilidad de gobierno. Su muerte ocurrió el 2 de noviembre de 1911, con expresiones previas de gratitud al Señor y a su Comunidad. Sus restos mortales están sepultados en la Casa Madre, en Mercedes.
La causa de canonización está iniciada en la Curia de la Arquidiócesis de Mercedes - Luján, en la Provincia de Buenos Aires.
Hoy la congregación de Hermanas de San Antonio procura vivir el Carisma que el Señor le regaló a la Madre Antonia y está con comunidades en Argentina, Colombia, Costa Rica y Bolivia.
La misión que tiene la Congregación abarca salud y educación y tiene como carisma el reunir hermanas en Comunidad para ser testigos del amor misericordioso de Jesús, con los enfermos, los niños, ancianos y pobres en general.
Las características del Ideario antoniano son: espíritu de familia, sencillez de vida, adaptación a los signos de los tiempos, inserción en la Iglesia local y preocupación misionera.
Los Patronos de la Congregación son San Antonio de Padua y Nuestra Señora de las Mercedes. La Casa Provincial está ubicada en la Capital Federal y la Casa Provincial Argentina, en Mercedes, provincia de Buenos Aires.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario