jueves, 24 de octubre de 2019

Madre Mercedes del Carmen Pacheco

Mercedes Pacheco nació en Ciudacita (Tucumán) el 10 de Octubre de 1867, hija de Carmelo Pacheco y Justina Díaz. La familia gozaba de una excelente fortuna; hasta que, al morir el padre, la madre volvió a casarse. El nuevo esposo no solo la maltrataba, sino que también dilapidó buena parte de sus bienes. Por eso Mercedes escribió: “Los recuerdos de mi niñez son muy tristes, porque crecí viendo sufrir a mamá y sufriendo yo también”.

Dada la difícil situación familiar, la madre puso a la niña como interna en la Hermanas de Jesús y, más tarde, en el Colegio del Huerto, pasando días felices. Siempre se destacó como una alumna aventajada. Allí no solo adquirió formación espiritual, sino también el manejo de una institución educadora de la niñez. En los tiempos de su juventud, estalló el cólera en la ciudad y en la campaña. Mercedes fue a refugiarse en casa de su madre, en el campo, hasta que, muy pronto, sintió el llamado de la fraternidad y solidaridad y salió a curar a sus vecinos. Todos se curaron y ninguno murió. No pudiendo soportar más la convivencia familiar, madre e hija se fueron a la ciudad, donde alquilaron una humilde vivienda. Al no tener ingresos Mercedes, ya de dieciocho años, buscó un trabajo para mantenerse y mantener a su madre. En un primer momento fue modista y después cigarrera.

Asesorada por sacerdotes y en compañía de piadosas damas, Mercedes fundó una sociedad para la enseñanza de la doctrina cristiana, lo cual fuel el germen de la futura congregación. Sus planes de trabajo eran muy ambiciosos: enseñar el catecismo a los niños y prepararlos para la Primera Comunión, proporcionando el ajuar conveniente para los más pobres; fomentar la regularización de los matrimonios; ayudar a los misioneros en sus actividades, incluso costeando los gastos; atender a los enfermos a domicilio, proporcionándoles los remedios. Mercedes, a pesar de todo esto, no tenía resuelto todavía su problema vocacional. No faltaron vaivenes entre una congregación y otra, según el consejo de los confesores. Mientras tanto se hizo fuerte en ella la inspiración de fundar un asilo-taller, para la formación y la promoción de las niñas.

En Agosto de 1895, pudo abrirlo y hacerlo funcionar. Por cierto no le faltaron recias oposiciones ni dificultades económicas. En un viaje que hizo a Buenos Aires, se encontró con el Padre Bustamante, hombre sabio y santo, quien la iluminó y le brindó seguridades que le disiparon todas sus dudas. Volvió a Tucumán y el Obispo, monseñor Padilla, la autorizó a buscar compañeras, a reunirse, a practicar la vida religiosa y a formular los estatutos que debía regir a la nueva comunidad.

El 1º de Enero de 1914, Mercedes y varias compañeras tomaron el hábito y a partir de allí se la comenzó a llamar Madre. Así nació el Instituto de las Misioneras Catequistas de Cristo Rey, el cual en el año 1942,fue aprobado como Congregación Diocesana y desde el año 1987, Congregación de Derecho Pontificio.

La Madre Mercedes, siempre había sufrido malestares físicos, aunque nada le impedía trabajar incansablemente por la causa de Cristo. A principios de 1941, comenzó a sentir los síntomas de una seria enfermedad. En 1942 los médicos le diagnosticaron cáncer y en febrero del mismo año fue operada en el Sanatorio Anchorena de Buenos Aires. En el año 1943, su salud mejoró un tanto, pero luego decayó.

El 26 de Junio de ese mismo año, antes de entrar en un profundo sopor, le dijo al Señor que lo había amado durante toda su vida, no tal vez como Él lo merecía y lo proclamó: “Mi primer y último Amor”. El 30 de Junio, a la tarde, llegó el padre Enrique Bessero. Ella oyó su voz que rezaba, lo miró e hizo lo mismo con las religiosas que la acompañaban, y con lágrimas expiró. La Madre nunca se quejaba de sus dolores. Solo pedía que, en esos lugares, le hicieran la señal de la Cruz. Miraba el Crucifijo colocado frente a su cama y decía: “Hágase tu Voluntad”. “La madre Mercedes Pacheco acariciaba un ideal: Evangelizar a los pobres. Su sueño era extender el Reino de Cristo. Transparentaba en su acción el lema de hacer el bien sin hacer ruido”

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