Juan Grande Román nació en Carmona, Sevilla, España, el día 6 de marzo de 1546 y fue bautizado a los pocos días en la parroquia de San Pedro. Fueron sus padres Cristóbal Grande e Isabel Román, matrimonio cristiano.
Su padre, artesano de oficio, falleció cuando Juan tenía 11 años. Juan recibió una esmerada educación cristiana en el seno familiar y desde los siete años como “niño de coro” en la misma parroquia de San Pedro donde había sido bautizado. Completó su formación humana y profesional en Sevilla aprendiendo el oficio de pañero o tejedor de telas. A los 17 años volvió a la ciudad natal donde trabajó como autónomo, de vendedor de telas, pero por poco tiempo, pues el mismo oficio le hizo entrar en una profunda crisis espiritual.
Abandonó su familia y ciudad y se retiró a una Ermita de santa Olalla, Marchena. Se dedicó a la oración, buscando con ansia cuál era la voluntad de Dios sobre su vida. De este retiro y reflexión tomó varias decisiones, la principal fue consagrarse a Dios por entero en castidad y pobreza, en el servicio a los pobres, enfermos y desvalidos.
En 1565 se fue a Jerez de la Frontera y allí se entregó totalmente a Dios en los pobres y enfermos. Dejó su ropa de seglar y se vistió un hábito de jerga y adoptó el sobrenombre de “Juan Pecador”, con el que será siempre conocido.
Inició una nueva experiencia atendiendo a unos ancianos pobres que llevó a su habitación: les cuidaba en sus necesidades y pedía limosna para ellos; así comprendió que su nueva vocación era el servicio a los pobres y necesitados.
En 1566, Juan Pecador, por consejo de un padre franciscano se dedicó, iniciando su nueva vida, a atender a los pobres de la “cárcel Real” y a algunos enfermos convalecientes que acogía. Tuvo una aparición de Cristo todo ensangrentado que le impresionó tanto y marcó su alma de buen samaritano, le pidió que lo sirviera en los enfermos y en los más necesitados. En una sala aneja a la capilla de la Virgen de los Remedios, en un hospitalito con ocho camas, los acogía y los atendía con verdadero amor misericordioso, ornamento de la más genuina caridad cristiana. Para ayudarles, atenderles y socorrerlos, pedía limosna por la ciudad, siendo un heraldo de la caridad, impregnando a la ciudad por su pobreza y humildad.
En la iglesia de los PP. Franciscanos se recogía para hacer su oración. Poco a poco aumentaban las necesidades a quien ayudar y determinó ampliar el local; ello le ocasionó disgustos con los cofrades de la Hermandad de la Virgen de los Remedios, y se lo impidieron. Era el año 1567. Mientras tanto consiguió un nuevo local junto a la iglesia de San Sebastián (o Letrán) que le dejó dos enfermerías del Hospital de San Sebastián y allí pudo organizar su hospital en mejores condiciones, recogiendo enfermos. De todos modos el seguía con la idea de crear y fundar un hospital nuevo, con calidad en la asistencia y medicinas, con nuevos criterios y conceptos en la forma de los cuidados de enfermería, atendiendo a los enfermos y pobres con una mentalidad nueva.
Llega a un acuerdo el 11 de mayo de 1572, con la Hermandad de Letrán que le cedió unos terrenos, parte de su camposanto, para que pudiera edificar a sus expensas un nuevo hospital , que se llamaría de Nuestra Señora de la Candelaria y dirigirlo por si mismo mientras viviera, quedando la construcción a la muerte de Juan, a disposición de la Hermandad.
Comienza trabajando en solitario, pero viendo su ejemplo pronto le llegarían refuerzos para ayudarle en tan humanitaria labor asistencial. Firmó el acuerdo con la Hermandad y comenzó de lleno a construir el hospital, poco a poco fueron surgiendo las enfermerías, la cocina, las dispensa, los patios y demás espacios y complementos del área del hospital. Viendo tantos pobres en su alrededor y en la ciudad lo dedicó a los más necesitados, a los convalecientes, a los incurables, lleno su corazón de la caridad de Cristo, su hospital estaba siempre abierto día y noche para todos los que lo necesitaran y a los que no los recibían en otros hospitales de la ciudad por, ser incurables, él gustoso los recibía para evitar el espectáculo del abandono de los mismos, que morían por las calles o aparecían muertos en los soportales.
El Hospital de Ntra. Sra. de la Candelaria se mantenía con una pequeña renta y en su mayoría de limosna.
La Fraternidad Hospitalaria fundada por San Juan de Dios, ya había calado y trascendido por toda España. La caridad y hospitalidad que prodigan sus Hermanos y continuadores en Granada y otros centros que ya han fundado es valorada y respetada en Madrid, Lucena, Córdoba. Recientemente ha sido aprobada el 5 de septiembre de 1571 por San Pío V, por Bula papal, como verdadera Religión, lo que le da carácter jurídico de Congregación religiosa. Pueden fundar otros hospitales y extenderse por todo el mundo.
Para San Juan Grande la vida entregada totalmente a Dios y al servicio de los enfermos era ya la razón de ser de su existencia. Conoció la obra fundada por Juan de Dios en Granada y continuada por sus discípulos, la visitó y se unió a ella con su Hospital en 1574, acogiéndose a las Reglas y aplicando su Hospital y forma de vida como lo hacia Juan de Dios. De su entrega ejemplar y testimonio se derivó que se fueran uniendo varios compañeros, y en consecuencia también el que pudiera con el tiempo ir ampliando su campo de acción de caridad asistencial en otras ciudades.
San Juan Grande tiene parte activa e importante en la reducción de Hospitales. El cardenal Arzobispo de Sevilla le encarga de que llevase a efecto esta tarea en la ciudad de Jerez. Suponía esta reducción la desaparición de algunos y la permanencia unos pocos, los cuales abarcaran todas las necesidades hospitalarias del lugar. Se buscaba una mayor eficacia hospitalaria; pero la medida al mismo tiempo lesionaba otros intereses de no pocos, apegados a los hospitales no tanto para servir a los enfermos, cuanto como medio de beneficios personales y familiares. Por eso mismo no habían de faltar resistencias, críticas y entorpecimientos. No le faltaron los sinsabores y disgustos y así se logró la reducción el 11 de febrero de 1593. Con ello se consiguió constituir y organizar en Jerez los tres hospitales. Esto exigió a Juan Pecador la ampliación de su Hospital, en camas, servicios y personal y así poder atender a cuantas necesidades se podían presentar.
Juan Grande siguiendo los “Estatutos de Juan de Dios” ejercía en el Hospital como Superior de la Comunidad religiosa y como Maestro de Novicios de los que querían seguir la misma vocación. Era el Hº. Mayor, administrador y responsable máximo del mismo, velando para que todo fuera hecho con orden, eficacia y caridad, compartiendo con los hermanos otras responsabilidades, e incluso tenía en el hospital un mayordomo, médicos, enfermeros y sirvientes.
Su vida era pobre y austera y de total dedicación a Dios y a los enfermos pobres. Dios era el centro de su vida, dedicando todo el tiempo disponible a la oración y contemplación, sobresaliendo por su grande devoción a la Eucaristía.
Junto a la vida interior de San Juan Grande, que vivía con especial intensidad, se dedicó en cuerpo y alma a la tarea externa de buscar, cuidar y servir a los pobres y enfermos, a recorrer calles y pueblos buscando limosnas y a multiplicarse en multitud de obras de misericordia. Su labor asistencial se extendía además a los soldados enfermos, a las mujeres prostitutas, e incluso a los niños enfermos y pobres, como catequista. Toda su vida exterior de trabajo estaba fundamentada en su vida de fe y de oración y era la clave de su espiritualidad; vivía dedicado plenamente a su comunidad y al hospital.
En 1600 se presentó en Jerez una epidemia de peste durante la cual San Juan Grande se prodigó con todas sus fuerzas y generosidad, quedando contagiado. Cayó enfermo
el 26 de mayo y murió el sábado 3 de Junio de 1600 en su celda del Hospital de Nuestra Señora de la Candelaria, en Jerez de la Frontera.
Pronto comenzaron las señales de veneración en su primitiva y humilde tumba, que fue en aumento día a día. Comenzada la causa de Beatificación y siguiendo un largo proceso, fue beatificado por Pío IX el domingo 13 de noviembre de 1853 y canonizado por Juan Pablo II el 2 de Junio de 1996. Fue proclamado Patrón de la Diócesis de Jerez en 1980.
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